Un estudio sobre competitividad aconseja investigar los procesos productivos de la pesca foránea

Encargado por el Parlamento Europeo, advierte que “las crecientes restricciones” están afectando al suministro de productos del mar

Vista de varios barcos de pesca atracados en el muelle de Beiramar (Vigo).

Vista de varios barcos de pesca atracados en el muelle de Beiramar (Vigo). / MARTA G. BREA

Las políticas que Bruselas ha ido adoptando a lo largo de los últimos años no han hecho más que dilatar la dependencia pesquera de los Veintisiete. No es suficiente el pescado que el bloque comunitario captura con sus propios recursos para satisfacer la demanda de los consumidores, y es así en parte por culpa de las medidas que se han dirigido contra la flota europea, a la que no le ha quedado más remedio que emigrar –ejemplo de ello son las decenas de barcos gallegos que se han exportado y ahora faenan en otros caladeros– o morir –como tantas embarcaciones que este siglo han acabado en el desguace–. La pandemia, la guerra de Ucrania y la inflación desencadenada tras el paso de ambas crisis tampoco han ayudado, al contrario. Las importaciones de productos marinos se sitúan en cifras récord y no porque se esté comprando más cantidad, sino porque el hecho de descuidar la soberanía alimentaria se paga y sale muy caro.

Así se desprende del estudio “Opciones políticas para fortalecer la competitividad del sector pesquero y acuícola de la UE”, encargado por el Comité de Pesca del Parlamento Europeo y que cuenta con una gran aportación made in Galicia. El informe, elaborado por Gabriela Oanta y José Manuel Sobrino-Heredia (ambos de la Universidade da Coruña), así como divulgadores de Azti (País Vasco) y la Université de Bretagne Occidentale (Francia), constata que entre 2008 y 2022 solo ha aumentado un 5% el volumen de productos del mar procedente de terceros países, pero su valor lo ha hecho un 89%.

En otras palabras, Europa casi ha duplicado su gasto en pescado y marisco extranjero en 14 años. Según las cifras del amplio documento, de 115 páginas, son 30.700 millones de euros los que se destinaron hace dos ejercicios para importar esta clase de alimentos; números similares a los que ya avanzó FARO a raíz del análisis efectuado por Eumofa el pasado mes de noviembre. En la misma línea que la información publicada en su momento, los autores destacan el gigantesco peso que ha ido ganando Noruega hasta convertirse en el principal proveedor de los estados miembros. Aliado en ciertos aspectos, y a la vez un claro rival.

No en vano, las compras al país nórdico han impactado negativamente en la balanza del bloque comunitario. Entre las razones que han propiciado el mayor desembolso está el alza de precios derivada de la invasión rusa y el COVID-19, que ha coincidido con un “cambio estructural” de los productos foráneos que venían adquiriendo los Veintisiete. De 2008 a 2022 se registró una “fuerte disminución” en los pescados de agua dulce –de bajo valor y que cayeron un 57%, 194.000 toneladas menos– a la par que hubo un “fuerte aumento” de los salmónidos –de alto valor y que crecieron un 72%, 447.000 toneladas más–. También influyó la depreciación del euro frente a la corona noruega, sobre todo desde 2021.

Este último hecho encareció “aún más las importaciones procedentes de Noruega”, señala el estudio, que aconseja “investigar” los métodos de producción en los países exportadores, “incluidos los productos noruegos procesados en países no pertenecientes a la UE”, y analizar “el sistema de licencias ambientales utilizado en la acuicultura noruega”. “Las crecientes restricciones al acceso de la flota pesquera a los recursos marinos están afectando al suministro de pescado, mientras que los costes operativos están aumentando y pueden afectar gravemente a la competitividad de la flota de la UE frente a los operadores externos”, agregan los autores, que subrayan que “las severas restricciones al uso del espacio marino para concesiones y licencias de acuicultura limitan la expansión de la producción de pescados y mariscos, especialmente en alta mar”.

El informe aclara que Europa es autosuficiente en pequeños pelágicos y peces planos, pero depende “en gran medida” de las importaciones de peces demersales, atún y salmónidos, especie que ya es la segunda más importada –1,06 millones de toneladas de los 5,53 millones de 2022– solo por detrás de los pescados de fondo. En este sentido, apunta que el Brexit puede haber contribuido a una mayor caída de la tasa de autosuficiencia del salmón, e insta a “renegociar el acceso a las aguas del Reino Unido” además de proporcionar “mayor seguridad jurídica” a las empresas pesqueras europeas que operan en Malvinas.

Suscríbete para seguir leyendo