Pontevedra tiene por primera vez menos de 2.000 mariscadoras: “La gente desiste”

Goteo constante de profesionales a pie que dejan el sector en Galicia, que perdió a 250 respecto a antes del COVID | Mortandad, baja productividad y falta de relevo, claves

Mariscadoras trabajando en un arenal de Moaña

Mariscadoras trabajando en un arenal de Moaña / Gonzalo Núñez

Adrián Amoedo

Adrián Amoedo

El marisqueo gallego arrastra meses complicados. La escasez de recursos en los arenales, con una alta mortandad que afecta a todas las rías, deja a las profesionales del sector contra las cuerdas. Una situación que, sin embargo, no es nueva. Como sucede con otros segmentos que se dedican al mar, como las diversas flotas pesqueras, la cifra de personas que participan en la actividad se viene reduciendo ante la cruda realidad de que, cada vez, es más difícil salir adelante en el sector. Lo dicen ellas mismas, ante las autoridades y ante los medios. Y lo dicen los datos. Solo con respecto a antes de la pandemia de COVID, el número de mariscadoras a pie se redujo en casi 250 personas en la comunidad, mientras que en lo que respecta a la provincia de Pontevedra cayó por primera vez de las 2.000 integrantes.

El año pasado fue de los más complicados que recuerdan en el sector marisquero. Los problemas de algunas de las rías, que en mayor o menor medida se están investigando, se hicieron visible con una gran cantidad de almeja muerta y una baja productividad que lastró las cuentas de las trabajadoras de a pie y de algunas de las cofradías que dependen de estos recursos.

Como dato que sostiene las quejas de las mariscadoras, solo en el caso de la almeja japónica, la más comercializada y la que mejor aguanta en los arenales, la cantidad vendida en las lonjas de la comunidad cayó un 10%, con 200 toneladas comercializadas menos, mientras que el valor alcanzado lo hizo un 8,7%, hasta los 27,1 millones de euros. Descensos que fueron más pronunciados en otras especies, como por ejemplo el berberecho: la caída fue del 79% en cantidad y del 61% en valor.

A juicio de la mariscadora y presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (Anmupesca), Rita Míguez, “en el marisqueo seguimos viviendo una bajada de producción de las rías, lo que repercute en los ingresos y también en las propias cofradías”. “Hasta ahora se han tomado medidas para socorrer la agónica situación que vivimos, pero necesitamos volver a poner las rías a producir”, añadió.

Evolución de las mariscadoras en Galicia

  • 2023 - 3.529
  • 2022 - 3.614
  • 2021 - 3.676
  • 2020 - 3.724
  • 2019 - 3.777
  • 2018 - 3.792
  • 2017 - 3.797
  • 2016 - 3.799
  • 2015 - 3.826
  • 2014 - 3.748

Esta situación, difícil de solventar a corto plazo, es algo que en el sector viene arrastrando y que está teniendo su efecto en el número de efectivos. Antes de 2010 en Galicia había más de 4.000 mariscadoras a pie repartidas por Pontevedra, A Coruña y Lugo. A cierre del pasado año, los datos que maneja la Consellería do Mar muestran que hay medio millar menos, 3.529.

Sacando algunos años concretos, la bajada de trabajadoras en los arenales se dio a cuentagotas, pero se aceleró desde la pandemia. Si en los últimos cuatro años, desde 2019, la comunidad perdió 248 mariscadoras a pie, en los cuatro años previos el descenso había sido solo de 49.

Recuento

En el recuento actual, Lugo se mantiene a la cola con 33 personas con permiso, seguida ya muy lejos por la provincia coruñesa, con 1.539. Las Rías Baixas, por su parte, siguen liderando este ranking, aunque por primera vez con ese descenso respecto a la simbólica cifra de las 2.000 mariscadoras. La provincia contaba al día 31 de diciembre del pasado año con 1.957 personas, siendo el 75% de ellas mujeres, porcentaje que se ha mantenido más o menos estable en la última década.

Pero la baja producción –y, por tanto, los menores ingresos– no es el único motivo que hacer que el número descienda. “A esto se suma la falta de relevo generacional en todo el sector”, apunta Míguez. Según el informe de la Xunta, de las 3.529 mariscadoras solo el 13% tienen 40 años o menos (459), similar porcentaje (12,1%) que el grupo de trabajadoras con 60 o más años (430).

Hace una década, el grupo de menores de 40 años seguía siendo minoría, pero representaba un 21,3% del total. Es, pues, un trabajo duro, que no suma efectivos jóvenes, sin relevo, y que sufre los efectos del calentamiento global. Con estos mimbres, y como lamenta la presidenta de Anmupesca, “la gente desiste de seguir en esta actividad”.

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