El “shock” en el marisqueo, mucho más allá de las lluvias

El sector está contra las cuerdas por la baja salinidad, el incremento de las temperaturas y la elevada mortandad

Mariscadoras trabajando
en Poio.  // Rafa Vázquez

Mariscadoras trabajando en Poio. // Rafa Vázquez / Carlos Alberto Fernández (EFE)

Carlos Alberto Fernández (EFE)

El marisqueo está contra las cuerdas; la baja salinidad de las aguas en las rías y la alta temperatura que ha registrado el Atlántico han elevado la mortandad del marisco, una situación crítica que afecta a unas 5.000 familias. La Navidad no ha sido fácil para ellos. “Las pasamos como buenamente pudimos, no tuvimos campaña de Navidad y nos espera un año de regenerar terreno, de sembrar, así que hasta dentro de un año y medio o dos no tendremos almejas de tamaño comercial. Y eso, si no hay riadas que bajen la salinidad”, explican desde la asociación de mariscadoras AmarCarril.

Confiesan que la “situación es muy angustiosa, con un futuro muy incierto”, y reclaman a la administración que tramite “con urgencia algún tipo de ayuda o adelanto para cientos de familias que solo tienen como únicos ingresos” el marisqueo. “Queremos una solución ya. Tenemos la mala costumbre de tener que afrontar pagos todos los meses y no podemos esperar que a nosotros nos paguen dentro de diez meses”, advierten.

La Xunta pretende articular un plan de acción que contribuya a recuperar la productividad y la semana pasada pidió formalmente al Gobierno central que declare como zonas catastróficas las rías gallegas en las que se está registrando un elevado índice de mortandad de bivalvos.

Esa solicitud de “zona afectada gravemente por una emergencia” posibilitaría, según el titular de Mar, Alfonso Villares, que el Estado se encargue de la reparación de los daños que se están produciendo en la acuicultura marina y llegue a “todos los afectados”.

El Gobierno gallego ha constatado el descenso de la producción en más del 80% y del 57% en la facturación respecto al registrado el año pasado del 24 de octubre al 24 de noviembre.

Para pedir la declaración de zona catastrófica, la Xunta se ha apoyado en informes de MeteoGalicia –precipitaciones excepcionales del 15 de octubre al 16 de noviembre con más de mil litros por metro cuadrado, un 127 % por encima de lo normal–, el Instituto Tecnolóxico para o Control do Medio Mariño de Galicia (Intecmar) –incremento de agua dulce y fuerte impacto en la salinidad– y el Centro de Investigacións Mariñas (CIMA) –mortandad de los moluscos que superó el 80 % en algunas zonas y especies–.

Las cofradías también apuntan como claves la contaminación o el menor viento del nordeste, que impide renovar el agua de las rías, “una tormenta perfecta” que debilita a unas especies que ya tienen las “defensas bajas”.

Atajar la contaminación derivada de las fábricas, las depuradoras o las minas, cumplir con las exigencias de la Unión Europea, aplicar “mano firme” con las sanciones y controlar el estado de los ríos –y los embalses– son algunas de sus demandas.

Los análisis que ha realizado la Xunta han descartado la presencia de “patologías raras” en la muerte de bivalvos y el escaso crecimiento de las crías de estos en las rías pontevedresas, un problema que la administración abordará por el “camino de la ciencia y la investigación”.

Se trata, según anunció Villares, de “encontrar variedades” de estos bivalvos que “sean más resistentes a estos condicionantes nuevos” que presentan las aguas de Galicia.

Mari Carmen Vázquez, de la cofradía de Lourizán, expone que en la provincia de Pontevedra hay cerca de 3.000 familias afectadas por la elevada mortandad del marisco. Afirma que la situación es “muy compleja”, no solo por haber perdido la campaña navideña, sino porque les “preocupa” también el próximo año.

“Ahora están yendo a cinco kilos y van a ir bajando porque el recurso no da para mucho más y tampoco se pueden dejar los bancos vacíos”, sostiene.

Ante la falta de ayudas, el cese de actividad es, “por ahora”, el único recurso que les queda. Aguantarán y estirarán hasta enero una campaña pésima pese a lo bien que apuntaba 2023, “excepcional en desoves” hasta que aparecieron las lluvias y dieron al traste con todo. El próximo año tampoco pinta bien. Las piezas “necesitan crecer y eso no pasa de un día para otro”, precisa.

Las cofradías estiman que la bajada en la producción entre los meses de enero y octubre, con respecto a la media de los últimos 20 años, es de un 76% en el berberecho y se dan porcentajes similares en el resto de los principales bivalvos que se extraen de estos bancos marisqueros: un 64% menos en la almeja rubia, descensos que crecen hasta el 67% en la almeja fina y hasta el 74,3% en la almeja babosa.

El sector se ha resentido. Si en 2001 había 6.551 permisos de explotación para el marisqueo, veinte años después la cifra se ha reducido a poco más de la mitad, 3.616.