Como todos los años reaparecen los afloramientos en Galicia, o lo que es lo mismo, vuelven a producirse unos episodios totalmente naturales que, básicamente, consisten en la introducción en las rías de aguas procedentes del Atlántico que llegan a las mismas cargadas de nutrientes para sustituir a las aguas ya "agotadas".

Ni que decir tiene que esos afloramientos generan la riqueza tanto en los bancos marisqueros de Galicia como en los establecimientos de producción acuícola, entre ellos, sobre todo, los viveros flotantes de cultivo de moluscos bivalvos.

El problema es que con esos nutrientes que tan bien recibidos son, por lo que suponen para el marisco gallego, llega igualmente el fitoplancton portador de biotoxinas; el mismo del que se alimentan los mejillones, obligando a prohibir su extracción -hasta que los niveles de células tóxicas remitan- sin que esto suponga riesgo alguno para la salud pública, si el producto consumido se adquiere por los cauces reglamentarios.

Estos episodios tóxicos se repiten prácticamente cada primavera y suelen comenzar por estas fechas, animados por los temporales, aunque en esta ocasión con la particularidad de que se deben a la toxina paralizante (PSP), en lugar de producirse por las más habituales toxinas lipofílicas, entre las que destacan la diarreica (DSP).