El Santa Ana se ha transformado en una especie de cueva sumergida al oeste de la isla La Erbosa y franquear las galerías anegadas (lo que hasta la madrugada del lunes eran pasillos del barco) es una tarea complicada para los buceadores que estos días intentan acceder al buque embarrancado en las inmediaciones del cabo Peñas. Ayer los profesionales tocaron el casco y hoy prevén entrar por el puente de gobierno a los camarotes, donde dormían los seis tripulantes aún desaparecidos en el momento del accidente. Los buzos y espeleobuzos trabajarán en unas condiciones de nula visibilidad y en zonas reducidas: las puertas del arrastrero Santa Ana son estrechas y de acero, y los camarotes de tamaño reducido.

Se cree, además, que parte del mobiliario del pesquero está suelto y en las inmediaciones del pecio flotan objetos personales de la tripulación y pequeñas partes del buque, según comunicaron ayer agentes de la Guardia Civil.

"La dificultad no es por la profundidad sino porque vamos a bucear en un espacio confinado en el que deberemos utilizar técnicas de progresión específicas similares a las que utilizaríamos si buceáramos en una cueva con muchos recovecos y sin visiblidad", explicó el capitán Carlos Martínez, al frente del equipo de 15 espeleobuceadores del Grupo de Especialistas en Actividades Subacuáticas (GEAS) que llegó ayer a Asturias para intervenir en el rastreo y rescate de las seis personas enroladas en el Santa Ana. Este grupo utilizará un equipo distinto al que usan los buzos "con dobles medidas de seguridad". Las bombonas, por ejemplo, se las colocarán en los laterales en vez de en la espalda.

"El GEAS del Principado nos ha informado desde el primer día del trabajo realizado y hoy (por ayer) nos ha relatado las condiciones de inmersión", explicó el capitán Martínez, que hoy se lanzará al mar con los dedos cruzados para que las corrientes que se forman en La Erbosa les permitan aproximarse y entrar a un pesquero que los espeleobuzos estudian como si fuera una cavidad bajo el mar.