Las praderas marinas, potenciales aliadas contra las mareas rojas

La UVigo demuestra en el laboratorio el efecto inhibidor de la Zostera sobre los dinoflagelados tóxicos que las causan

Sandra Penelas

Sandra Penelas

Las praderas marinas ocupan importantes extensiones en gran parte de los sistemas de estuario del planeta como las rías gallegas y cumplen una función clave como refugio y alimento para especies tan importantes como el choco. Pero la UVigo ha demostrado que la Zostera marina, una de las especies de plantas acuáticas más abundantes en nuestro litoral junto con la Z. noltiifrena el crecimiento del dinoflagelado tóxico Alexandrium minutum, responsable de las mareas rojas que obligan al cierre recurrente de los bancos marisqueros y bateas, sobre todo, durante el verano. Por ahora, este efecto inhibidor solo se ha podido constatar en el laboratorio aunque si se confirma en el mar estaríamos ante un nuevo argumento de peso para la conservación de estos ecosistemas.

El trabajo, que aparece publicado esta semana en la revista Harmful Algae, forma parte de la tesis de Alexandra Díaz y se enmarca en el proyecto Biotox, centrado en las proliferaciones nocivas de microalgas y financiado por la Agencia Estatal de Investigación hasta 2026. Está coordinado por el Grupo de Oceanografía Biológica (GOB) de la UVigo y el IEO, ademas de contar con la colaboración de otro equipo del IIM-CSIC.

En las praderas marinas se produce un intercambio constante de compuestos con el agua circundante y entre los organismos que conviven con ellas se encuentran microorganismos nocivos para el ser humano. “Su capacidad para controlarlos es una de las numerosas contribuciones que hacen a la sociedad, pero escasamente conocida”, señala Emilio Fernández, coordinador de GOB.

Estudios previos ya habían demostrado la capacidad de las plantas de Zostera para inhibir el crecimiento de otros organismos e incluso sus efectos negativos sobre microorganismos tóxicos, aunque no en condiciones naturales. Pero en 2020 una investigación norteamericana que secuenció el ADN de los dinoflagelados (algas unicelulares) que viven en las praderas descubrió que no solo eran “significativamente menos abundantes” dentro de esas zonas, sino que también estaban menos presentes en las adyacentes.

A partir de estos resultados, los expertos vigueses se plantearon dos posibles escenarios. Uno en el que las praderas liberan productos con un efecto inhibidor directo sobre los dinoflagelados. Y otro en el que lo hacen de forma indirecta, es decir, estimulando el crecimiento de las bacterias –que producen compuestos esenciales para ellos como las vitaminas– , de forma que ambos grupos acaban compitiendo por los mismos nutrientes.

Para comprobar qué hipótesis era la correcta recogieron muestras de Zostera marina en la zona de Cesantes en dos épocas del año. Las introdujeron en recipientes de agua de mar artificial durante 24 horas y expusieron los filtrados obtenidos, con diferentes cantidades de los productos liberados por las plantas, al dinoflagelado Alexandrium minutum.

Praderas marinas cerca de la isla de San Simón

Praderas marinas cerca de la isla de San Simón / GOB

El experimento demostró que el material disuelto de la Zostera reduce e incluso inhibe de forma proporcional a su concentración el crecimiento del dinoflagelado tóxico. Y un ensayo paralelo en el que añadieron antibióticos para inactivar las bacterias reveló que Alexandrium crece de igual manera estén o no presentes. Por tanto, son los productos de la planta los que lo bloquean de forma directa. “No hay competencia con ellas, los dinoflagelados son inhibidos por algún compuesto de la propia planta o por microorganismos que viven sobre su superficie”, apunta la investigadora Eva Teira.

La respuesta a esta cuestión podría llegar el próximo verano gracias a un estudio en el que colaborarán con investigadores de la Universidad de Cádiz. Pero el trabajo ha puesto sobre la mesa más incógnitas: si el efecto inhibidor ocurre en todas las épocas del año y en todas las praderas, si también lo sufren otras especies de microalgas tóxicas y si estos efectos detectados en los cultivos de laboratorio podrían reproducirse en una marea roja tomada directamente del mar.

Muestras en el laboratorio

Experimento con Zostera en el laboratorio. / GOB

Para seguir avanzando en estas cuestiones, el grupo de la UVigo también tiene previsto realizar a lo largo de este año un experimento en las instalaciones de mesocosmos de la Ecimat, que permiten replicar lo que ocurre en el medio natural.

“El trabajo da una idea de lo complejos que son estos ecosistemas. Y si se confirma este efecto inhibidor sobre dinoflagelados tóxicos en condiciones naturales, los resultados refuerzan la conveniencia de conservar y proteger las praderas marinas de las Rías Baixas, las más importantes del norte de España. No solo son relevantes por su capacidad de generar hábitats esenciales para otros organismos de interés comercial como el choco o para retener carbono, sino que pueden tener un papel en el control de la proliferación de organismos tóxicos. Y si identificamos el compuesto causante de la inhibición del crecimiento igual se podría llegar a diseñar algún tipo de tratamiento biológico frente a las mareas rojas”, plantea Emilio Fernández. 

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