Cuentan que en esta parte de la ciudad, durante la Guerra Civil, se pasó menos hambre. Y que los adictos a la heroína, en la década de los 80, también buscaban entre su arena de algo que vender para pagarse otro pico. El banco marisquero de la playa Areíño, en A Guía, “tiene almeja de toda la vida” Y la extracción continuada en él a lo largo de las décadas ha hecho que se mantenga fértil. Aún así, ha bajado su productividad. De ahí que la media docena de mariscadores que lo trabajan hayan llevado a cabo ayer una siembra de unas 200.0000 crías. Una decena de ciudadanos pudo conocer de primera mano esta labor gracias al taller organizado por Vigo Pesqueiro, de Fundamar.
Explica Lourdes Porto, guía en Vigo Pesqueiro, que la de la ETEA es una de las playas más modificadas del municipio. Antes era una sola, pero los muelles que se construyeron la dividieron en tres. El banco de Areíño está en la de “la punta”. En ella crece almeja babosa, fina y algo de berberecho. Todo autóctono. Y, aunque no la cultivan, a veces llega arrastrada por las corrientes algo de japónica, especie exportada que sí trabajan al fondo de la ría.
“Este banco funciona”, asegura Iago Soto, patrón mayor de la Cofradía de Vigo y mariscador de a pie, que explica que está expuesto a las corrientes que lo mantienen limpio y traen nutrientes, pero también suficientemente protegido”. Además, de la ETEA y el entorno de A Guía, en la ciudad aún queda un resto del gran banco que había en Bouza s –“justo en el medio metieron el relleno”–, y en Toralla. Una de las curiosidades de Vigo es que la gran mayoría de sus mariscadores a pie son hombres, a diferencia del resto de Galicia.

¿Por qué “plantan” almeja? Para “ayudar al banco”. Se hace en el marco de un proyecto de regeneración, que tiene que ser autorizado por la Xunta, ante la que han tenido que demostrar la pérdida de productividad. Es algo excepcional. La anterior fue hace algo más de un año.
Con ayudas europeas, se adquiere cría de almeja en un criadero, donde las inducen a reproducirse en laboratorio. En este caso, procedían de una de Rianxo y eran babosas. El biólogo de la cofradía controlaba ayer su talla. Llegaban de “un ambiente ideal”, con una temperatura controlada y sin depredadores. En la siembra, los mariscadores tratan de ayudarlas lo máximo posible para que sobrevivan. Con marea baja, realizan surcos en la arena como si fueran a sembrar patatas, pero más superficiales y con más suavidad. Esparcen luego las semillas y las cubren rápidamente con arena para evitar depredadores como cangrejos o unos caracoles carroñeros que se atreven con las vulnerables crías vivas.
Pero el mayor depredador es el hombre. Han conseguido acabar con el furtivismo en la zona. Hace una década, eran los propios mariscadores los que se apostaban con un coche a vigilar. Luego contrataron a un guarda. La actitud ha cambiado en la zona. “La mayoría de la gente hasta te pregunta a quién tiene que llamar si ve un furtivo. Antes era imposible”, cuenta uno de los mariscadores. Advierten, además, al que sienta tentación de cogerlas que si no pasan por las 24 horas de depuración a las que las someten tras su venta en la lonja, pueden enfermar.
Ayer también repartieron crías de babosa por la pradera marina con la que cuenta esta playa, en la que una “hierba conquistó el mar” y sirve de refugio para casi 200 especies. Estas diminutas almejas, de un par de meses de vida, tardarán entre uno y tres años en tener un tamaño adecuado para su extracción y venta. ¿Cuántas lograrán recolectar de las sembradas? Nunca lo sabrán.
Los mariscadores vigilarán que no se acumulen demasiados residuos, limos o algas encima, porque necesitan unos 15 centímetros de arena aireada para crecer bien. Es la marea la que marca sus días de trabajo: cuando está baja de mañana. Les concede entre 12 y 14 días al mes. Con actividades de divulgación como la que ayer organizó en el banco de Areíño, Vigo Pesqueiro trata de dar a conocer todo el trabajo y esfuerzo que hay detrás de los bibalvos que luego llegan a las mesas, así como destacar el papel que juega el marisqueo para mantener la biodiversidad ambiental en la ría.