Entrevista |

“Con este concierto retratamos la felicidad desde diferentes prismas”

Llevará la batuta en el concierto que ofrece la Real Filharmonía de Galicia hoy, con un programa de Mozart, Martinu y Honegger

La directora Rita Castro
Blanco.   | // CEDIDA

La directora Rita Castro Blanco. | // CEDIDA / A. Blasco

La Real Filharmonía de Galicia (RFG) regresa hoy al teatro Afundación –a las 20.30 horas– con un programa de obras cargadas de frescura y alegría, “Recorriendo la felicidad”. Y en este viaje que brindan a los oyentes a través de obras de Mozart –la obertura de Las bodas de Fígaro y la sinfonía Praga– y de los contemporáneos Honegger –Pastorale d’été– y Martinu –Toccata e due canzoni, H.311–, la batuta la lleva una destacada promesa emergente de la escena lusa, Rita Castro Blanco (Lisboa, 1993). Esta temporada es directora asistente de la City of Birmingham Symphony Orchestra y, aunque ha desarrollado su carrera principalmente en Portugal y Reino Unido, sus experiencias con agrupaciones españolas como la Jonde o la Orquesta Sinfónica de Navarra han propiciado que se haga entender perfectamente en portuñol.

–¿Para comunicarse con los músicos se necesita el idioma o solo con los gestos basta?

–Es necesario un poco de idioma. Es mejor saber unas palabras. Pero cuando no las sabes, si usas italiano o francés es algo más fácil porque son lenguas universales en las partituras de orquesta. Conocen el significado y qué quieren decir. Si usas las palabras de las técnicas, especialmente en italiano, es un poco más fácil. Aunque para referirte a los números, los instrumentos, llamar a los músicos, es mejor que sepas decirlo en la lengua del país. Hay algunos sitios en los que son más abiertos a hacer el ensayo en inglés o en otra lengua, pero en España, Francia, Alemania e Italia es un poco más difícil, porque son lenguas que toda Europa conoce, las lenguas más universales de la música y tienes que conocerlas.

–Dicen que eres “una de las más prometedoras directoras portuguesas” en la dirección orquestal de Portugal. ¿Qué tal se lleva eso?

–Creo que en el panorama en Portugal, en este momento, hay una buena generación de directores jóvenes que hemos estudiado con el misma profesor en Lisboa, Jean-Marc Burfin, y luego nos hemos ido fuera, a Londres, a Manchester… No somos muchos y aún menos, directoras. Aunque, finalmente hay una generación de mujeres que estamos emergiendo con un buen trabajo.

–¿Ser considerada una promesa es una responsabilidad mayor o un impulso?

–Ambas. Para mí es una confirmación de que estoy en el buen camino y que estoy haciendo un buen trabajo y es una responsabilidad mantener esta dedicación y seriedad con lo que hago.

–Comentabas que sois pocas mujeres de tu generación en el podio. En la programación clásica de Vigo cada vez vemos más batutas en manos de mujeres. ¿También lo percibes así?

–Claro, pero yo antes no había sentido que había pocas mujeres en la dirección porque en mi infancia y juventud escuchaba muchos conciertos de la orquesta Gulbenkian [de Lisboa]. Ellos tuvieron siempre a mujeres. Primero a Simone Young y luego a Susanna Mälkki, y Joana Carneiro, tres de las grandes mujeres de la dirección. Mismo, ahora, Joana es la mejor directora en Portugal, la que tiene más nombre y carrera internacional. Cuando empecé a trabajar como directora, las conocía. Entonces, para mí, las había. Después me di cuenta de que no somos tantas, pero creo que ahora hay muchas oportunidades para las jóvenes para prepararse para el mundo profesional.

–El concierto lleva por título “Recorriendo la felicidad”. ¿Es lo que intentáis provocar en el público?

–Sí. En principio, la felicidad es una cosa muy personal. Lo defines como quieras y se puede encontrar en muchas cosas. En la música que vamos a tocar, la felicidad está retratada de manera diferente. Mismo las dos piezas de Mozart son felices, pero de manera distinta. “Las bodas de Fígaro” son muy exuberantes. Es una obertura de ópera, pero no tiene ninguno de los temas de la ópera. Musicalmente es original, pero tiene algo que ver con la historia, con muchos caracteres. Es algo jocosa. Después la sinfonía [“Praga”] también es muy alegre y positiva, pero de una forma más simple y absoluta. Luego, en Martinu, la tocata es más oscura, más negra, y las canciones son la luz. Mismo cuando es algo más alegre, tiene algo por debajo que no lo hace del todo satisfactorio. Hay felicidad, pero hay otros problemas. Retratamos la felicidad desde diferentes prismas

–¿Creéis que el público lo necesita?

–Es difícil. Tal vez sí porque un concierto es un evento y tiene que ser una ocasión especial. No tiene por qué ser de felicidad, pero si podemos darla, mejor.

–¿Te ha dado tiempo a percibir la sensibilidad gallega? ¿Se asemeja a la portuguesa en la música?

–Es difícil. Tenemos un programa que pide mucho. Una sonoridad muy propia para cada compositor. No sé si se parece tanto la sensibilidad, pero sí se parece en la manera de los músicos de quedar en el ensayo, de hablar, de ser más directos… No comprendo mucho de gallego, pero me gusta mucho su sonoridad.

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