“Nos mandaron a una ratonera sin salida”

Una familia viguesa vive una odisea “evitable” en Marrakech, tras despegar su vuelo desde Oporto una hora después del terremoto

El 8 de septiembre a las 23.11 horas Marruecos experimentó un seísmo sin precedentes en su historia reciente. Con una fuerza de 6,7 grados en la escala de Richter, deja una desolación de 2.901 muertos y 5.530 heridos, cientos de desaparecidos y una ciudad milenaria reducida al polvo. Originado en la cordillera del Atlas, el terremoto se sintió hasta en la costa andaluza, tuvo varias réplicas importantes y muestra la intensidad y frecuencia de las catástrofes naturales.

“Tenéis treinta minutos para estar en el aeropuerto”. Es lo que escuchó Ana Blanco cuando descolgó su teléfono el domingo 10 de septiembre. Era la voz del cónsul de España en Marruecos. “Me dijo que iban a evacuar a un pequeño grupo de españoles. Cómo iba a hacer para estar a tiempo, tenemos tres niños muy pequeños. No sé cómo lo conseguimos”, recuerda aún angustiada. Era la hora de comer. El avión, perteneciente al Ejército del Aire, acababa de aterrizar con palés de ayuda humanitaria procedente de la base de Zaragoza. Ahora, esa mole, un Airbus A-400, llevaría de vuelta a casa a 31 españoles (gallegos, canarios, madrileños, vascos...), afortunados todos ellos por salir de un infierno de miedo y caos. Pero lo peor para Ana es que, en su caso, este tormento de 48 horas interminables pudo haberse evitado.

“Nos mandaron a una ratonera sin salida. ¡Cómo nos hacen eso!”, dice mientras se le pone la carne de gallina. Marrakech iba a ser destino de unas vacaciones en familia. Una manera de crear recuerdos entre primos, porque Ana y su marido viajaban con una hermana de ella y su cuñado, además de seis niños (12, 11, dos de 7, 5 y 4 años). Su vuelo, un Ryanair con salida en Sá Carneiro (Oporto), tenía previsto el despegue a las 23.15 horas del viernes 8 de septiembre. Es decir, cuatro minutos después de que se iniciara el terremoto en el otro continente.

Ana y su marido viajaban con una hermana de ella y su cuñado, además de seis niños

Ana y su marido viajaban con una hermana de ella y su cuñado, además de seis niños / Cedida

“Estuvimos casi una hora sentados en el avión en medio de la pista. No podíamos saber qué estaba pasando, pero los pilotos, la torre de control y control aéreo sí. A esas horas las agencias de noticias ya reportaban novedades desde Marruecos. Nuestro vuelo despegó cerca de las 00.00 horas, ya conocían la situación de incertidumbre y peligro en un país que no tiene los medios suficientes para hacer frente a algo así solo”, cuenta con indignación.

"Cómo es posible que no te den la posibilidad de bajarte. Las consecuencias de un terremoto de tal magnitud van a ser devastadoras”

“Si nos lo encontramos allí, no podríamos haber hecho nada más que resistir y rezar. Pero a nosotros nos llevaron. Nadie nos informó en el avión. No me meto en si el avión debió despegar o no, todo es complicado porque hay leyes de arbitraje, intereses comerciales y mil cosas más. Pero cómo es posible que no te den la posibilidad de bajarte. Las consecuencias de un terremoto de tal magnitud van a ser devastadoras”.

El Aeropuerto de Marrakech-Menara, hecho de cristal y formas que evocan la cultura musulmana, está considerado uno de los más bonitos del mundo. “Al llegar nos dimos cuenta de que había cristales en el suelo, lámparas... Pero no entendíamos nada, solo nos decían… go, go. No lo sabíamos, pero esperaban dos ángeles, nuestros “transfer” (conductores). Íbamos de camino al hotel Iberostar, cuando vimos a multitudes en la calle. Preguntamos si era normal y nuestro conductor, que apenas hablaba inglés, dijo algo así como movimiento tierra. Se me cayó el alma. Mi hermana iba en otro coche y por otro camino, no tenía batería, les habíamos dejado los teléfonos para jugar a los niños. En el hotel nos dijeron que no sabían si la estructura aguantaría y que esperaban un tsunami. Te quedas sin palabras”, dice emocionada, eran las 02.30 horas del sábado.

Grietas del hotel al llegar

Grietas del hotel al llegar / Cedida

Esa noche, soltaron las maletas en una habitación y cogieron las almohadas y los edredones. “Buscamos un lugar seguro en la piscina como el esto de huéspedes. Los niños estaban asustados y alguno, en el silencio de la noche, lloró hasta dormirse. Pero nosotros no podíamos. Mi marido y yo solo nos mirábamos, porque tienes tanto miedo que no puedes hablar. Es entonces cuando te preguntas, si tienes que salir corriendo para salvar tu vida, cómo haríamos para repartirnos a los niños”.

“Quiero que no vuelva a ocurrir, esto no se lo deseo a nadie fue horrible”

La mañana del sábado fue una vorágine de llamadas al consulado y embajadas españoles. Con vuelos de regreso a casa a 1.700 euros, el problema era llegar a embarcar: no había garantías. Y aún no sabían que esa misma noche sufrirían en sus carnes una réplica tan fuerte “que me mareé”. Fue la constancia y la presión ejercida por estos españoles desde Marruecos y sus familias desde España, lo que les puso en la lista de evacuados. “El Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación solicitó un apoyo a Defensa para trasladar a España a personas en ese avión y se prestó el apoyo solicitado”, confirmaba a FARO el Ejército del Aire.

Ana con su pareja e hijos

Ana con su pareja e hijos / Cedida

“He sufrido en la vida, pero este ha sido el peor momento. Quiero que esto no vuelva a ocurrir, de Madrid también salieron vuelos conociendo el terremoto. No se lo deseo a nadie, ha sido horrible”, remata con valor esta viguesa. Por eso, han puesto una reclamación a Ryanair y otra al aeropuerto de Oporto. Los trámites no son fáciles y abogados especializados ya les han avisado que habrá que denunciar también a la empresa que gestiona la torre de control que autorizó la salida hacia Marruecos.

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