El Álvaro Cunqueiro asistió en dos de las diecisiete eutanasias practicadas en Galicia

Una de ellas fue con donación de órganos | En la comunidad se presentaron 53 solicitudes hasta el momento | El 39% de los médicos responsables son de Primaria

La anestesista Miriam Vázquez Lamas, en el Álvaro Cunqueiro. |   // RICARDO GROBAS

La anestesista Miriam Vázquez Lamas, en el Álvaro Cunqueiro. | // RICARDO GROBAS / A. Blasco

En los casi dos años de vigencia de la Ley de Eutanasia –entró en vigor en junio de 2021–, en el Área Sanitaria de Vigo dos personas se han acogido a este derecho y han finalizado sus vidas de una manera digna. Según fuentes conocedoras del proceso, las dos se llevaron a cabo en el Hospital Álvaro Cunqueiro y en uno de los casos se cumplió también con el deseo del paciente de donar sus órganos.

En el conjunto de la comunidad, desde la Consellería de Sanidade informan que se han recibido 53 peticiones y 17 se han llevado a término. Nueve se han revocado por el paciente y tres se han denegado porque, en ese momento, el solicitante no reunía los criterios recogidos en la ley. El resto, están en proceso. En los seis meses de 2021 en los que la norma estuvo vigente, se registraron diez peticiones. En todo el año pasado, 28. Y en lo que va de 2023, un total de 15. La tendencia parece apuntar a un incremento.

En Galicia hay una unidad técnica y de gestión de la prestación de la ayuda para morir, al frente de la que se encuentra María José López Pimentel, jefa de sección de evaluación de la atención hospitalaria y también secretaria de la comisión de garantía y evaluación de la eutanasia en la comunidad. Es el departamento que se encarga de supervisar y dar soporte a todos los profesionales implicados –casi todos sanitarios– en unos procesos que les resultan complejos por su elevada carga administrativa. Depende de la Subdirección General de Atención Hospitalaria. Su responsable, Raquel Valverde Mourelle, recuerda que “los primeros meses fueron duros” porque partían “de cero, sin ninguna formación, sin ninguna información” y con un plazo de tres meses para ponerla en marcha. Asegura que, hoy, están “muy bien organizados” con “un procedimiento en cadena de responsabilidades y roles”.

El proceso arranca con la presentación de la solicitud por parte del paciente. Hasta ahora, todas han sido de personas capaces y no se ha iniciado ninguno a través del documento de instrucciones previas. Normalmente, padecen enfermedades neurológicas u oncológicas. López Pimentel destaca que las entregan siempre en un registro oficial, que no tienen todas las comunidades y que permite saber en todo momento en qué punto está.

Médico responsable

Esta se remite a la dirección asistencial del área que corresponda, que coordinará los recursos, evitando “que el paciente tenga que andar detrás del sanitario para que le firme la solicitud”. Sí puede proponer qué profesionales quiere que le acompañen y se intentará cumplir. El facultativo responsable será su persona de referencia en todo el proceso. El 39% han sido médicos de familia; el 16%, neurólogos; el 12%, de HADO o paliativos; otro 12%, oncólogos; y un 6%, internistas. Son los que hacen la primera comprobación de que cumple los criterios.

Si lo hace, el paciente debe presentar una segunda solicitud en no menos de 15 días. En este proceso garantista, un médico consultor hace una segunda valoración. La tercera la harán un jurista y un facultativo de la comisión de garantías. Si todo es favorable, se le comunica al paciente para que escoja sitio y fecha.

58 días de media

El plazo medio de todo este proceso está siendo de 58 días naturales. López y Vázquez inciden en que está condicionado también por el tiempo que necesita cada paciente para presentar la segunda solicitud o si decide postergar la fecha, por ejemplo, para que acuda algún familiar.

Si las condiciones de la persona lo permiten, se puede hacer en su domicilio. Así se han practicado seis. Una fue en una residencia y las otras diez, en el hospital. Como las que se llevaron a cabo en el Cunqueiro. En el complejo de Beade no hay una zona especial para ello, así que se busca una habitación individual, en un espacio discreto y con un acceso cómodo, según explica la anestesista Miriam Vázquez Lamas, que participó en uno de ellos. Pueden acceder todas las personas que quiera el paciente y pueden permanecer allí todo el tiempo, si así se desea.

Hay mucho control con la medicación. Puede ser autoadministrada o por inyección intravenosa. Hasta ahora, todas las personas han escogido esta última opción.

Galicia desarrolló el primer protocolo del país para donación de órganos en estas situaciones. Lo hizo a raíz de la petición de un solicitante. Ahora ya van cinco. Se les pone en contacto con el coordinador de trasplantes del área y los dos procesos son “totalmente independientes”. En este caso, la eutanasia se practica en el quirófano, a donde los allegados también pueden acceder.

Este último momento, “se intenta que sea como el paciente decida y lo más humano y cálido posible”, destaca la doctora Lamas.

Crecen las peticiones

- En el segundo semestre de 2021 se registraron 10; en 2022, 28; y en lo que va de 2023, 15.

24 en tramitación

- De las 53 solicitudes, tres se rechazaron por no cumplir criterios, nueve se revocaron por pacientes y 17 se practicaron.

¿Dónde se practican?

- Diez se han realizado en el hospital, seis en domicilios y una en una residencia sociosanitaria.

“Al terminar fue una sensación de paz porque se fue en las condiciones dignas que pedía”

Es el personal de Enfermería el que suele tener un papel de mayor peso a la hora de practicar la eutanasia. A la anestesista Miriam Vázquez Lamas le pidieron que participara en una de las dos que se han llevado a cabo en el Álvaro Cunqueiro por una dificultad en los accesos para la administración de la medicación. Confiesa que le dio “un poquito de respeto”. Principalmente por ser algo “desconocido”. “No sabes bien a qué te vas a enfrentar, cómo lo va a llevar el paciente, su familia, si saldrá todo bien...”. Y esta incertidumbre de la primera vez lo hace “un poquito cuesta arriba”.

Pero la doctora Lamas tuvo “la suerte” de que el paciente “lo puso facilísimo”. “Ingresó con una sonrisa” y “absolutamente convencido de su decisión”. La familia lo apoyaba. “Ha sido en las mejores condiciones, eso lo hace todo más fácil”, apunta. Durante el proceso, el paciente pidió una canción que transmitió “mucha tranquilidad”. Al terminar, recuerda que la sensación de todo el equipo fue “de paz”, “de haber podido ayudar, porque se fue en las condiciones dignas que pedía”. “En el fondo, esto es parte de nuestra profesión, no tanto curar, sino aliviar y ayudar”, resalta. Que todo saliera bien, les “reconfortó”. Y la experiencia le permitirá encarar los próximos, si los hay, “con otra actitud, con otra tranquilidad”.

La anestesista defiende que es “algo digno, algo a lo que el paciente tiene derecho y que se merece después de haber sufrido”. Entiende que a la sociedad también le cueste hablar de ello y recuerda que, en sus inicios, la donación de órganos fue un tabú. “Hay que darle tiempo”, opina y añade: “Tenemos la obligación de ayudar y debemos quitarle hierro y el oscurantismo que lo rodea”.

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