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“Mi hijo tiene ya casi tres años y solo es capaz de decir una palabra: ‘Papá’”

Eliana Deluca narra las dificultades y el freno en la capacidad de aprendizaje de su pequeño Aritz, diagnosticado con el Trastorno del Especto Autista, debido a la pandemia

Eliana Deluca y su hijo Aritz, diagnosticado con Autismo, en el parque del centro comercial Vialia de Vigo. | // MARTA G. BREA

Eliana Deluca llegó con su familia a Vigo hace dos años procedente de Argentina. Una época en la que justo empezaba la pandemia y las cosas se empezaron a complicar. Por aquel entonces, cuando comenzó el confinamiento y el virus cambió la vida de toda la sociedad, su hijo Aritz ya empezaba a mostrar “signos preocupantes” que hacía prever alguna alteración neurológica o a nivel de desarrollo. El Trastorno del Espectro Autista (TEA) no suele diagnosticarse antes de que el niño tenga un año y medio de edad, al que todavía no llegaba Aritz por aquel entonces. Con el paso de los meses los síntomas se fueron haciendo más que evidentes y en el último trimestre del año pasado la familia recibió el diagnóstico que tanto temía pero que también esperaba: Aritz padece autismo. Y las causas excepcionales de la pandemia provocaron que los síntomas se agravasen en el pequeño. El aislamiento generó un desarrollo mucho más lento que el habitual y agravó los signos del autismo. “Mi hijo tiene casi tres años y a nivel de habla apenas ha avanzado. Solo es capaz de decir una palabra: ‘Papá’”, narra Eliana. La madre achaca los retrasos en el aprendizaje del lenguaje a varios aspectos. En primer lugar al uso generalizado de la mascarilla, especialmente de los otros niños en su centro educativo, que ha supuesto una dificultad añadida para Aritz por la disminución de la capacidad para leer los labios de sus compañeros y también la diferencia en cuanto a la intensidad del sonido.

Eliana juega con su hijo Aritz en el parque infantil. | // M. G. BREA

En el ámbito educativo precisamente está otra de las claves para explicar por qué la pandemia ha provocado una menor estimulación de la capacidad de aprendizaje y del neurodesarrollo de los niños diagnosticados con autismo. Y es que la reducción de los juegos colectivos en el patio y en las propias aulas en los momentos de mayores restricciones condicionaron precisamente la mejora cognitiva de los pequeños con este trastorno.

Otro de los motivos a los que alude Eliana para explicar el freno en el avance de su hijo es la necesidad del uso continuo de pantallas durante la pandemia. “Eso le afectó mucho”, reconoce esta joven argentina afincada en Vigo, porque ahora, al salir a la calle ya de forma habitual, el niño está continuamente reclamando el móvil, la tablet o cualquier otro dispositivo que se acostumbró a utilizar durante tantos meses en casa.

La escasa mejora cognitiva de Aritz también afecta al día a día con su familia. Especialmente con su hermano pequeño, que ahora tiene un año y medio. Y es que Aritz no interactúa nada con él. “No hay relación entre uno y otro”, reconoce Eliana.

Las sociedades neurológicas continúan con los estudios para determinar los efectos que la situación sanitaria derivada del COVID ha provocado en los niños con autismo. Pero parece que hay consenso en cuanto al freno en el desarrollo cognitivo y otras realidades que van más allá de la ciencia. Por ejemplo, en pleno confinamiento, Autismo España denunció que muchas personas con TEA fueron increpadas cuando salían a dar paseos, solas o acompañadas de algún familiar, a pesar de tener reconocido este derecho.

A Aritz le afectó mucho todo el tiempo que tuvo que estar en casa sin poder salir, y esa falta de interacción con otros niños dificultó el avance en el aprendizaje. Su realidad, al igual que el de tantos otros pequeños con TEA, es una de las que más escondidas han permanecido durante la pandemia. Y es una de las más complicadas, también para las familias.

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