Le ocurrió a los caballos de Juan de Oliveira, en Praza de España. Le ocurrió también al tranvía instalado hace años en Praza do Emigrante, en Coia. Y al mural dedicado a María do Carme Kruckenberg, en la calle Roupeiro. Y al que, a solo unos metros de allí, al final de Rosalía de Castro, homenajea a los héroes olímpicos. También, y con una saña especial, le ha ocurrido a la escultura que recuerda en pleno corazón de Príncipe a Manuel Castro, con su periódico de bronce retando a la gravedad, encaramado a la punta de un dedo índice que –de tanto en tanto, y pese a estar fabricado igualmente con metal–, amanece arrancado de cuajo.
El vandalismo no hace distinciones y se ceba con monumentos repartidos por la ciudad sin importar barrios ni estilos. El último en sumarse a la lista es la escultura El Nadador, obra de Francisco Leiro. La parte de la estructura situada en Praza da Estrela amaneció el fin de semana repleta de pintadas que se cebaron con la zona del rostro y la mano. En el mismo entorno se registraron aglomeraciones la madrugada del sábado, primera noche libre de la obligación de llevar mascarilla en espacios abiertos.
No es la primera vez que la obra de Leiro amanece emborronada. Hace años, en 2018, la Policía Local ya cazó a vándalos marcando con espray la escultura que emula a un gigantesco nadador en plena brazada. Solo a lo largo de ese año los agentes municipales “cazaron” a casi 30 personas pintando en fachadas, bancos y esculturas repartidas por la ciudad. Entre los monumentos públicos afectados, además de la pieza que se reparte entre Praza da Estrela y A Laxe, se contaba también la cruz de O Castro. En el listado, extenso, se incluían en cualquier caso bancos, paredes, papeleras... repartidas por toda la geografía de la ciudad, desde Navia o Samil hasta Príncipe, De la Fuente o Teis.
Ni siquiera los murales financiados por el Concello se han salvado de los takeos. Aunque la inmensa mayoría de las pinturas se conservan bien, sin borrones, algunas, como la diseñada por Julieta XLF para uno de los muros de la salida de la AP-9 en Alfonso XIII, el dedicado a Kruckenberg o el de Nelson Villalobos en Avenida Martínez Garrido han amanecido también manchados de pintura. Hace solo unas semanas le tocaba, de nuevo, a la escultura de Castro en Príncipe.