Ni bancos, ni fachadas, ni esculturas, ni murales, ni muros... ni siquiera los coches aparcados. El vandalismo que tira de espray para pintar en espacios públicos golpea a todo tipo de espacios. A lo largo del año pasado la Policía Local identificó a una treintena de vándalos que habían dejado su huella a lo largo y ancho de la ciudad -desde Navia o Samil hasta Príncipe, Jenaro de la Fuente o Teis- y sobre todo tipo de superficies. En total los agentes se movilizaron en casi 40 ocasiones, a menudo tras recibir avisos de vecinos o al sorprender a los vándalos mientras usaban sus pinturas.

En la mayoría de los casos en los que intervino la Policía Local pudo identificar a los responsables de las pintadas. Solo en 13 ocasiones los agentes no pudieron localizar a los autores. El mes con más vándalos sorprendidos in fraganti fue marzo, cuando los agentes tomaron los datos de media docena de grafiteros que pintaban sin permiso. El turno de nocturno es también el más activo. Prácticamente la mitad de las identificaciones se realizaron cuando ya se había puesto el sol. Algunos son reincidentes.

Como "lienzo" los vándalos escogen todo tipo de superficies. Entre los identificados había grafiteros que pintaban sin permiso, por ejemplo, el parque de Teixugueiras, fachadas y buzones repartidas por todo el municipio, el puente de Coutadas, el muro de Renfe en la calle Serafín Avendaño, la plaza de Fernando Conde... A finales de noviembre los agentes llegaron a sorprender incluso a dos personas que estaban pintando en un coche estacionado en Avenida Castelao. Entre las obras que sufrieron los efectos del espray destacan la cruz de O Castro o la céntrica estatua del Nadador, situada en A Laxe.

Cuando los agentes locales identifican a una persona trasladan la información a la Subdelegación del Gobierno. Según apuntan desde el Concello, las sanciones a las que se enfrentan los vándalos oscilan entre los 100 y 600 euros.

A lo largo de 2016 destacan también una decena y media de intervenciones. En algunos casos la policía detectó pintadas en lugares tan destacados como la Concatedral de Santa María, una de las puertas traseras del Castillo del Castro, una parada de bus urbano, el barco Alfageme o la estatua de Manuel Castro situada en Príncipe.

Los murales promovidos por el Concello a lo largo de los últimos años tampoco se salvan de las pintadas y algunos, como el que homenajea a Kruckenberg en la calle Roupeiro, muy deteriorado. A pesar de este tipo de pintadas, Powone, uno de los grafiteros más conocidos de Vigo descarta que haya un problema generalizado de vandalismo. "Estas cosas son inevitables; el espacio público es el espacio público", comenta el artista, quien apostilla en cualquier caso que en ocasiones las pintadas responden más a la "idiosincrasia" de cada lugar que a la falta de respeto por los artistas. Pedro Sardiña, otro muralista, aboga por una mayor educación y sensibilidad, pero distingue entre el vandalismo puro -como el que sufrió la exposición de Javier Teniente en 2016- e interacciones espontáneas en la calle. También Gonzalo Alonso recuerda que el arte urbano "está expuesto" en la vía pública, lo que forma parte de su naturaleza y conlleva riesgos.