“La rutina de la escritura nunca me ha abandonado ni tengo intención de que lo haga. Dedico mis mañanas y mis tardes a seguir juntando letras para contar historias. ¿Qué más puedo pedir”. Quien así se expresa es Nacho Carreras Ojea, un periodista vigués de 30 años apasionado desde niño por la lectura y la televisión. Guionista en la actualidad en el matinal “La Hora de la 1” de TVE, acaba de ver cumplido el sueño de publicar su primer libro. Se trata de “El ángel fiel”, una novela negra ambientada en Baiona. Y prepara su segundo proyecto: tiene ya un borrador de otra publicación del mismo género que se desarrolla en Ponteareas.

“Nací un 27 de febrero en Vigo. Dice mi madre que era martes de Carnaval. Supongo que es una buena manera de empezar a explicar de donde viene mi pasión por crear historias”, afirma este joven que, desde pequeño, “adoraba” leer. “La rutina nocturna incluía la obligación de engullir un libro al menos 30 minutos”, dice. Y de ahí vino su entusiasmo por la escritura, que ahora desarrolla en su trabajo por las mañanas en televisión y dedicando las tardes a las historias que quiere plasmar en libros. Afincado en la actualidad en Madrid, ha publicado el primero: disponible en Amazon, es una novela de 358 páginas ambientada en Baiona.

“Soy de Vigo, pero Baiona es como mi casa, es donde soy la persona más feliz del mundo y aparece mi yo al 100%”, explica sobre el lugar escogido para situar su historia. El protagonista del libro es Iago, un periodista “en horas bajas” que vive en la calle Doctor Cadaval de Vigo –un guiño al lugar donde tenían sus abuelos el piso– y que se adentra de lleno en la investigación de unos asesinatos que están rompiendo la tranquilidad en la localidad del Val Miñor.

La idea de esta novela surgió en 2016. “Empecé a escribirla, paré, seguí, llegué a borrar 150 páginas del tirón porque no me gustaban...; hubo muchas idas y venidas, pero es un orgullo cuando la ves completa”, relata Carreras, que contó en este largo proceso con el vital apoyo de su mujer Aída y de su amigo Alfredo. “Son los que ponían los brazos cuando necesitaba desahogarme”, agradece. Editarla, añade, tuvo su “complicación”. “Pagué todas las novatadas de la autoedición, pero mereció la pena; he escrito un libro”, concluye.