Tras enterarse de que su exmarido había rehecho su vida sentimental, empezó a seguir y a acechar a su nueva pareja. Y elaboró un plan para acabar con la vida de esta mujer: cuchillo en mano, la esperó a las puertas de su piso y, una vez dentro, empezó a llenar de agua la bañera y obligó a la víctima a desnudarse y a tomar unas pastillas. Su intención era encubrir el crimen como si fuese un suicidio. Pero, afortunadamente, le salió mal. Los gritos que salían en plena noche de la vivienda alertaron a una vecina del edificio que llamó de inmediato a la Policía Nacional, cuyos agentes detuvieron allí mismo a la agresora y auxiliaron a la víctima. Todo esto ocurría en Vigo la madrugada del 1 de julio de 2019 y ayer el caso escribió su último capítulo judicial. Concretamente en la Audiencia, donde la acusada, María del Mar M.B., asumió la autoría de un delito de tentativa de asesinato con alevosía y aceptó una pena de cinco años y medio de cárcel. Ya no fue necesario celebrar juicio.

La mujer, de 56 años, está en prisión provisional desde que ocurrieron los hechos. Aunque inicialmente afrontaba una condena de hasta 11 años de cárcel, ésta se rebajó a la mitad en virtud del acuerdo alcanzado entre Fiscalía, defensa y acusación particular. Junto a la pena privativa de libertad, no podrá aproximarse a la víctima ni a su domicilio -ni comunicarse con ella- durante un período de 10 años. Y, en concepto de responsabilidad civil, debe indemnizarla con 45.000 euros. Precisamente, la circunstancia atenuante que se le aplicó y que permitió la rebaja de la pena tiene que ver con esta cuestión: fue concretamente la de reparación del daño, ya que ya consignó algo más de 16.700 euros de dicha cuantía y se comprometió a abonar el resto -28.258- en un plazo máximo de un mes. El presidente del tribunal de magistrados dictó sentencia in voce en la propia sala de vistas.

Escondida

Los hechos ocurrieron en Martínez Garrido en el verano de 2019. Fue en torno a la una de la madrugada cuando la víctima llegó a su edificio tras concluir su jornada laboral en una cafetería. Subió en ascensor a la planta quinta, donde está su piso. Y justo al salir, al tiempo que metía las llaves en la cerradura, María del Mar, la acusada, salió de detrás de una puerta del descansillo, donde se había escondido a la espera de que llegase la pareja de su exmarido.

La ya condenada tenía todo planificado para matar a la mujer "simulando" que la víctima se había suicidado, según recoge la fiscal en su escrito. Junto a un cuchillo de cocina de 19 centímetros de hoja, llevaba consigo un par de guantes de látex y un blíster de 10 pastillas de Limovan, un fármaco con propiedades sedantes que se usa para el tratamiento del insomnio.

En cuanto la sorprendió en la puerta de espaldas y tras ponerse a su lado, la acusada dijo a la víctima -quien ante la súbita aparición se quedó sin margen de reacción- que quería hablar con ella, entrando las dos en la vivienda. Cuchillo en mano, y ya con los guantes puestos, le exigió que le entregase las llaves de la casa -para cerrar la puerta por dentro- y el teléfono móvil, al que le quitó el sonido. Resuelta esta situación, le ordenó que fuese a la cocina a coger un vaso de agua y seguidamente dirigirse al baño.

La condenada, que seguía intimidando a la mujer con el arma blanca, abrió el grifo para llenar la bañera y sacó varias pastillas del envase que llevaba consigo, instando a la víctima que las tomara y se desnudara. La perjudicada se quitó la ropa al tiempo que empezó a gritar pidiendo socorro. María del Mar fue metiéndole ella misma los fármacos en la boca, pero la mujer evitó tragarlas poniéndolas bajo la lengua, logrando en un momento dado escupirlas al bidé.

Sin escapatoria

El arrojo de la víctima fue clave. Viendo que no tenía escapatoria, y mientras la agresora intentaba meterle una cinta de tela en la boca para que dejara de gritar, se abalanzó sobre ella y se inició un forcejeo en el que la condenada llegó a clavarle con el cuchillo en una pierna, por la que empezó a sangrar abundantemente. En ese momento, el alboroto ya había puesto en alerta a una vecina del edificio, que telefoneó a la Policía Nacional. La propia acusada acabó abriendo la puerta ante la llamada insistente de los agentes. Fue detenida allí mismo. La víctima, junto a la herida de arma blanca en el muslo, sufrió estrés postraumático.