Ayer celebró una fiesta íntima en el Club de Campo y no es para menos ya que pocos pueden tener esa experiencia a tal edad y menos en tan buenas condiciones. Cumple cien años. Esa perspectiva histórica que le permitió ver pasar nada menos que tres reyes, un generalísimo y una guerra civil por este país, sumado a sus diferentes responsabilidades en un Vigo que crecía imparable, entre ellas la de ser alcalde, le ha permitido ser un testigo excepcional y de privilegio de nuestro último siglo. Hablo de Alberto Varela Grandal, matriz de una prestigiosa firma de abogados que continúan sus hijos. Hace solo seis años, estuvimos en su despacho haciéndole sus Memorias para FARO, y aún entonces nos sorprendió allí alguna llamada de un banco para su asesoría.

Su matrimonio con una viguesa, Conchita Conde Solá, reafirmó su personalidad olívica aunque hubiera nacido en O Ferrol, pues llegó a los dos años y nunca quiso abdicar de esta ciudad. Su vida parece el resultado de un esfuerzo sostenido en la disciplina, el rigor y sus creencias. La abogacía ha sido siempre su pasión, aunque también fue profesor, economista del Banco de Crédito Industrial, asesor jurídico de la Delegación Provincial de Sindicatos y de los Consulados de Francia y de Alemania. ?Teniente de alcalde del ayuntamiento de Vigo en los años 60, la muerte súbita del alcalde Salvador de Ponte le llevó a ese cargo unos meses. En tan larga vida son muchas las experiencias que podría contar, como la del petrolero Polycommander, que colisionó en Cíes. Sus aseguradoras le nombraron abogado en el procedimiento por el vertido.

Felicidades a este vigués de poso y peso. Memoria irrepetible de la misma, con medallas en su haber como para inclinarle por el peso, entre ellas la de Académico Correspondiente de la Reales Academias de Doctores y de Jurisprudencia y Legislación.