Primer día de confinamiento tras decretarse el estado de alarma. El Gobierno central solo permite salir a la calle de forma individual y por temas de trabajo, salud o comida, salvo excepciones concretas. Las calles, los parques, las plazas y las carreteras están prácticamente vacías. No es un domingo cualquiera, aunque sí lo parezca a primera hora. La Policía Local, que tuvo que actuar de madrugada para interrumpir fiestas en dos pisos de la ciudad, patrulla la urbe recordando por megafonía que solo podemos abandonar el hogar si es "estrictamente necesario".

El Ministerio de Sanidad deriva a la Consellería de Sanidade el mando de los centros privados, por lo que Vigo dispone, así, de 2.259 camas en total para reforzar la atención a los pacientes que están afectados por el virus.

Para extremar las precauciones, el Concello decide prohibir el acceso al paseo de Samil, a los arenales, a Castrelos y al interior de la muralla de O Castro. Varios hoteles de la metrópolis ya cierran y otros se preparan a la espera de que abandonen las habitaciones los últimos huéspedes.

Con una cacerolada desde sus hogares, cientos de vecinos de la ciudad reclaman el cierre de la planta de PSA por la crisis sanitaria derivada del coronavirus. Horas antes, la dirección de la fábrica de automoción celebra una reunión de carácter extraordinario en la que se decide reforzar la seguridad y que la factoría se mantenga operativa para atenuar el golpe industrial. Las instalaciones reúnen a más de 3.000 empleados por cada turno.