La A-55, la autovía que enlaza Vigo con la frontera portuguesa, padece un grave problema de siniestralidad, está sembrada de radares -suma media docena de cinemómetros fijos en un trecho de apenas diez kilómetros-, su trazado es sinuoso, en varios tramos los vehículos no pueden circular a más de 60 u 80 kilómetros por hora y soporta además un intenso volumen de tráfico. A pesar de ese panorama sigue siendo la alternativa preferida por los conductores que se desplazan entre Vigo y Tui. La razón: Audasa cobra entre 2,8 y 6,05 euros en peajes por cada recorrido, dependiendo del tipo de vehículo y su tamaño, mientras la A-55 es gratuita. La consecuencia más evidente de esa diferencia es que el tramo de autopista a su paso por Porriño está completamente infrautilizado. Tanto, que es, de lejos, el menos concurrido de toda la AP-9. Al menos así lo revelan los datos oficiales de 2018 que maneja el Ministerio de Transportes, que muestran como por término medio cada día circulan por la autopista a la altura del polígono de As Gándaras 4.336 vehículos. El siguiente trecho con menos tránsito es el situado en el inicio de la variante AP-9F, cerca del polígono industrial de Bergondo, en la provincia de A Coruña. La AP-9 anota a su paso por As Gándaras unos 44.600 vehículos.