La UE trabaja en el diseño planificado de una red de infraestructuras pensada para facilitar de forma rápida el transporte de personas y mercancías por toda Europa, con sistemas homologados en sus características para evitar interrupciones y una gestión mediante ventanilla única para agilizar los trámites y las contrataciones. Y en el mapa del ferrocarril hay una red básica y otra global. La primera recoge los trayectos y puntos estratégicos, concentrando los elementos que mayor valor añadido generan y formando el esqueleto de la malla principal que comunica toda Europa. Cuenta con 30.600 millones en fondos para financiar las actuaciones que consideren oportunas los gobiernos de cada país y el horizonte de conclusión de las obras es el año 2030.

Y la red global es la secundaria. Incluye todas las infraestructuras, existentes o planificadas, que cumplen con los requerimientos de participar en el transporte transeuropeo. Debería finalizarse en el horizonte de 2050 y la financiación europea es menor.

Pues el puerto de Vigo pertenece a esta división inferior pese a estar enclavado en una ciudad cuyo ferrocarril se ha incorporado a la red básica mediante la línea A Coruña-Vigo-Ourense-León.

Aunque al estar en la red global, los fondos europeos a los que puede acceder el puerto son mucho menores. Pero más importante que el aspecto financiero es la pérdida de visibilidad para los grandes operadores marítimos mundiales, sobre todo chinos y los que controlan el canal de Panamá. Porque cuando examinen las posibilidades de transporte ferroviario por la cornisa atlántica de la UE, Vigo no aparecerá en los mapas o, como dice un experto, "será un punto tan pequeño en el que casi no se fijarán". Al no figurar, le costará más ganar clientes y captar mercancías y tendrá que multiplicar su esfuerzo para posicionarse en el mercado mundial. Y a esto se sumará que otros puertos del entorno, como el de Lisboa, Oporto, A Coruña y Gijón, sí pertenecen a la red básica ferroviaria de la UE.