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Discípulos del "profeta" del cambio global

Investigadores vigueses del grupo Geoma recuerdan la figura de Wallace S. Broecker, el científico estadounidense recientemente fallecido que predijo el calentamiento de la Tierra

Discípulos del "profeta" del cambio global

Wallace S. Broecker (Chicago, 1931), el "padre" del cambio climático, falleció hace dos semanas en Nueva York tras una intensa y prolífica carrera científica de casi 70 años durante la que no cesó de aportar evidencias para reforzar sus hipótesis sobre el funcionamiento del sistema terrestre y la influencia de las emisiones de CO2 en el aumento de temperatura. Acuñó los términos y paradigmas hoy asumidos por toda la comunidad científica, cuyas investigaciones son herederas del que estos días es recordado por sus colegas como el "profeta" del calentamiento global y "uno de los titanes" de la ciencia. Su influencia también alcanza a la Universidad de Vigo, donde el grupo de Geología Marina y Ambiental (Geoma) desarrolla estudios de paleoceanografía y paleoclimatología que, como los de él, buscan entender qué ocurrió en el pasado para avanzar los efectos de este cambio global en el futuro.

"Pocos científicos son capaces de generar una transformación tan importante. Fue capaz de sintetizar todo el conocimiento y de desarrollar una visión global sobre la historia del clima de la tierra y la influencia del hombre. Cambió la percepción de cómo nos vemos a nosotros mismos en este planeta al demostrar que sí somos capaces del alterar sistemas complejos terrestres", destaca el catedrático Daniel Rey, coordinador de Geoma.

Dos de los integrantes del grupo, Gianluca Marino y Kais Mohamed, tuvieron la oportunidad de conocer al genial geoquímico en el Lamont-Doherty Earth Observatory, de la Universidad de Columbia, durante su etapa como investigadores postdoctorales unos diez años atrás.

"Hablé alguna vez con él. Era muy inteligente y un innovador. Tenía un talento excepcional y ya en el 75 entendió el funcionamiento del planeta, fue capaz de integrar toda la información y comprender el sistema climático de manera muy completa", destaca Marino, que se incorporó en abril de 2018 a la institución viguesa para estudiar el papel del océano como modulador del CO2 de la atmósfera.

"En Lamont era una estrella, pero también el primero en saludarte si te lo encontrabas por el pasillo. Mi supervisor en EE UU, Jerry McManus, fue doctorando de Broecker. Su figura es indiscutible. Además del calentamiento derivado de los gases de efecto invernadero emitidos por la acción humana, también demostró que las corrientes marinas se mueven a mucha mayor velocidad de la que se creía hasta entonces. No tienen que pasar decenas de miles de años, sino que pueden hacerlo en unos siglos y, por lo tanto, los impactos del hombre se propagan rápidamente", apunta Mohamed.

Broecker fue autor de más de 500 artículos científicos y de 11 libros, entre ellos, obras de carácter divulgativo como "Arreglando el clima" (2008), que también permite conocer su sorprendente biografía. Nacido en una familia muy religiosa, llegó casi de casualidad a Lamont a principios de los años 50, siguiendo el consejo de un amigo, para incorporarse al laboratorio que estaba poniendo a punto la técnica de datación del carbono 14. "Enseguida se dieron cuenta de que era brillante y le ofrecieron hacer un doctorado. Y mientras tanto, en el piso de arriba, se descubría la tectónica de placas. Eran todos unos pioneros", destaca Mohamed.

Los análisis de isótopos de carbono recogidos en océanos de diferentes partes del mundo revelaron su dinamismo y Broecker comenzó a elaborar sus teorías. En los años 70 se interesó por la absorción de CO2 e inauguró los estudios del intercambio de gases entre el océano y la atmósfera.

Fue en 1975 cuando publicó en Science su profético artículo "Cambio climático. ¿Estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?", un año antes de que se descubriesen los primeros indicios del fenómeno. El término y el concepto fueron rápidamente asumidos por la comunidad científica internacional. "Llegó a ofrecer 200 euros si alguien encontraba una mención anterior y un alumno descubrió una breve referencia en un boletín de los años 50", revela Mohamed.

Una anécdota más que no disminuye ni un ápice la enorme dimensión de una carrera que no llegó a recibir el Nobel porque no se concede en el ámbito de las ciencias de la Tierra. Pero Broecker sí obtuvo numerosos reconocimientos y galardones, entre ellos, la Medalla Nacional de Ciencia del Gobierno de EE UU en 1996, y también era miembro de la Academia Nacional de Ciencia.

Publicó su último libro en la primavera de 2018 aunque, como era disléxico, jamás utilizó un ordenador. Todo lo escribía en cuadernos de papel que después sus ayudantes transcribían.

Ya cumplidos los 70, conoció al multimillonario Gary Comer, fundador de la compañía de ropa Lands 'End, que contactó preocupado con el científico tras ser capaz de navegar con su yate por el Paso del Noroeste, la ruta que bordea el continente americano y que fue durante mucho tiempo intransitable por el hielo.

Ambos se hicieron amigos y Comer donó unos 55 millones de dólares para financiar a investigadores del clima en todo el mundo y para construir un nuevo edificio de geoquímica en Lamont. El filántropo reactivó su carrera: "Wallace siguió aportando evidencias para reforzar sus hipótesis".

Broecker siempre se esforzó en divulgar sus estudios y advertir a la sociedad sobre los peligros del cambio climático. Y aunque reclamaba la adopción de soluciones no era optimista sobre la reducción del uso de combustibles fósiles.

"Él prefería apostar por el desarrollo de tecnología que permita mitigar el daño de la actividad humana capturando el CO2 y almacenándolo de nuevo en tierra. Es algo que se está experimentando, pero el problema es que cuanto más años tardamos en tomar medidas más costosas serán", comentan los investigadores del grupo vigués.

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