La meteórica carrera aeroespacial de la UVigo desde 2007 y el esfuerzo realizado durante el último año por Alén Space, recién constituida como empresa, han permitido que la startup especializada en el desarrollo de pequeños satélites enfrente 2019 con las mejores expectativas. Desde sus oficinas en el Edificio Tecnológico Aerospacial de Zona Franca, en Porto do Molle, preparan el salto internacional.

-En noviembre organizaron el primer congreso dedicado al new space en España y el lanzamiento del Lume 1 en diciembre puso el broche a 2018, un año en el que también recibieron varios premios. ¿Qué supone ahora la constitución legal como empresa?

-La verdad es que no pudimos acabar mejor el año. Hasta ahora nos movíamos en el marco de la Universidad y ahora podemos empezar a volar e incrementar el foco en la parte comercial, en la que ya estábamos trabajando, así como en la tecnológica. La constitución legal de la empresa fue a finales de enero, pero llevamos más de un año funcionando como startup. Nuestras puertas para empezar a facturar se acaban de abrir pero todo el esfuerzo viene de mucho antes.

-La UVigo ha lanzado cuatro satélites con éxito e impulsado una empresa en poco más de una década y en un sector tan complejo como el aeroespacial.

-Si todo esto ha sido posible se debe al esfuerzo de muchísima gente. La UVigo lleva 11 años haciendo satélites y además muy bien. Y esa experiencia y la tecnología desarrollada es la que se ha transferido a Alén Space. También hemos tenido el apoyo fundamental del programa Ignicia de la Xunta y de ViaGalicia. Creo que, en buena medida, todo ha sido fruto de la casualidad de que tanta gente brillante se haya juntado. El profesor Fernando Aguado, también por casualidad, se metió en su día en el campo de los nanosatélites y se fue formando un equipo, que hoy está en Alén, muy brillante. Todos son excelentes tecnólogos, además de grandes personas, y tienen una visión de negocio que sorprende a alguien que viene de fuera de la Universidad como es mi caso. Investigadores brillantes hay más, pero no siempre coincide esta valía en la parte técnica con el ímpetu y las ganas por hacer que llegue a la sociedad y se convierta en empresa.

-¿Cuántos trabajadores suman actualmente en plantilla?

-El año pasado gracias a Ignicia complementamos el equipo técnico con perfiles de negocio y comerciales. Ahora mismo somos ocho y tenemos algunas personas en prácticas con la intención de acabar el año con un equipo de entre 15 y 20 empleados. Tenemos los pies muy en el suelo y es lo necesario para acompañar el crecimiento que esperamos en nuestro primer año. Los ciclos de venta en este sector son largos, pueden prolongarse durante más de un año y las ofertas se pueden caer, por eso necesitas tener muchas sobre la mesa. Pero llevamos sembrando meses y las señales son buenas. Ya tenemos los primeros pedidos y una lista de oportunidades comerciales bastante interesante.

-¿De qué tipo son y de dónde han llegado?

-Tenemos pedidos de hardware para entregar y ofertas que hemos realizado a partir de intereses que nos han manifestado clientes para el desarrollo de software, satélites y constelaciones. Y llegan de todas partes, de aquí y del extranjero. Los primeros pedidos vinieron del norte de Europa y España, y en las últimas semanas hemos cerrado acuerdos comerciales de distribución con empresas de Sudáfrica y Japón. Nuestro mercado es global. Dado lo que hacemos, no queda otra opción.

-¿Y quiénes son sus clientes?

-Desde universidades que dan sus primeros pasos en el campo de los cubesats hasta empresas que están lanzando sus constelaciones y también instituciones y gobiernos. Estamos haciendo malabarismos para atender todas las peticiones, pero muy contentos porque a nivel comercial apenas llevamos 7 meses trabando de puertas hacia afuera y todo lo que tenemos sobre la mesa nos hace ser muy optimistas.

-¿Con qué aplicaciones comercializan su tecnología?

-De lo más variado, desde comunicaciones hasta cargas científicas para hacer experimentos en el espacio. El Lume 1 es un satélite que no solo tiene capacidad para la comunicación que requiere el proyecto Fire RS, relacionada con la detección de incendios, sino que contiene una radio definida por software que es de Alén y ha sido diseñada en la UVigo y que tiene la peculiaridad de que se puede actualizar y programar desde la Tierra para hacer cosas distintas. Una vez que el Lume 1 complete su misión, esperamos probar nuevas aplicaciones que ya tenemos listas para lanzar. Desde una basada en el internet de las cosas para el seguimiento de aviones, a otra para la monitorización del espectro radioléctrico que, en caso de un desastre natural, permitiría hacer una primera estimación del impacto. Y otro uso de esta aplicación es la seguridad, podrías ver quién interfiere las señales o incluso detectar un misil balístico. Lo que facilita nuestra tecnología es independizar la comunicación de lo que pase en tierra. Y también sirve para monitorizar cultivos o enviar información meteorológica desde la Antártida.

-¿Qué previsiones económicas manejan para este año?

-Estamos buscando una financiación de 1,5 millones de euros para este año y el que viene. Esperamos que 1 millón llegue de manos privadas y el otro en forma de préstamos. Nuestra previsión es cerrar 2020 con beneficios y, si todo se da muy bien, igual ya este año.

-La UVigo formaba parte de un proyecto de la ESA sobre el desvío de un asteroide, ¿tienen noticias?

-La ESA lo ha retomado y estamos viendo si somos capaces de meternos ahí, pero no es fácil porque España no ha puesto dinero en el programa al que pertenece.