El recurrente sambenito de aguas frías que acompaña a la fama de las playas gallegas carece de justificación estos días al menos en lo que concierne a los arenales de la franja marina viguesa. Al cabo de una semana de subidas, desde el Observatorio Oceanográfico de la Estación de Ciencias Marinas de Toralla (ECIMAT) confirmaron ayer que a la seis de la tarde de este miércoles el mar que lleva funcionando este servicio dependiente de la Universidad de Vigo. Un calentamiento producido por la ausencia continuada de vientos del norte, algo que viene sucediendo con especial intensidad desde 2014 aunque sin llegar a rozar esos 22º ahora catalogados de "históricos".

El registro de este miércoles dispara con creces la media anual alcanzada durante los meses de julio de este último lustro, situada en los 18,2º, si bien con fuertes oscilaciones comprendidas entre los 13,6º y 20,9º. Siempre según los datos recopilados por la estación universitaria, con el subidón de esta semana el mercurio acuático se mueve por término medio sobre los 19,3º, con un rango que va desde los 17º hasta el mencionado récord de los 21,97º.

Este escenario que invita tanto al baño tiene su causa en el fenómeno oceanográfico denominado downwelling. Este término explica el movimiento de las aguas cálidas superficiales hacia las rías empujadas por los vientos del sur. A diferencia del upwelling o afloramiento, origen de los nutrientes que enriquecen tanto los estuarios gallegos y también los enfría, del hundimiento costero poco más se puede esperar que un recalentamiento bienvenido para los turistas, porque por su nula capacidad regeneradora suele actuar como un imán de esas toxinas que obligan a cerrar los polígonos mejilloneros.

"En lo que llevamos de julio prácticamente apenas sopló el norte; o sopló del sur o no hubo viento, lo que impide actuar al fenómeno oceanográfico habitual en estas fechas", explica en referencia al afloramiento José González, responsable del observatorio oceanográfico. Así que la duración de este calentamiento dependerá de cuándo entren esas "nortadas" para expulsar de las rías esa masa acuática que cuece estancada.

Un importante matiz para quienes intenten ir más allá del simple chapuzón motivados por esta agradable temperatura. A partir de un metro comienza a desplomarse el termómetro. Entre la cota 0 y los 20 metros de profundidad, las diferencias superan hasta ocho grados. Así lo pudieron comprobar estos días buceadores como el investigador escocés Tom Ashton, que de la sorpresa inicial por la calidez, al bajar a 14 metros metros comenzó a sentir el enfriamiento de los 13 grados.

Pero aunque sea solo superficial, ¿estamos ante un síntoma de la popularmente bautizada Galifornia? Para José González "es la pregunta del millón". En su opinión haría falta más tiempo para determinar si se trata de una tendencia o un cambio puntual de régimen de viento. De momento prefiere atribuirlo a una anomalía, de entre las muchas que están observando como consecuencia de un "hecho incontestable", el cambio climático.