La semana pasada se cumplía un año del fallecimiento de José Ángel Taboada, el vecino de Alcabre que murió solo en su vivienda asediado por toneladas de basura que acumulaba en su interior y también el recinto circundante. Su cadáver tuvo que ser rescatado por los bomberos tras un intenso trabajo ya que el cuerpo esta atrapado en un hueco que había entre una pila de más de un metro de desperdicios y enseres y una de las entradas al domicilio: padecía sindrome de Diógenes.

Este caso conmocionó no solo a un barrio sino a toda una ciudad, ya que tuvo que ser una de sus más de 3.500 amigos de Facebook la que dio la voz de alarma a los agentes desde las Islas Canarias. Pero no se trata de un episodio aislado. Médicos forenses de la sede del Imelga(Instituto de Medicina Legal de Galicia) en Vigo reconocen que estos trastornos son más frecuentes de lo que semeja. "Sí es frecuente encontrarse en la ciudad con casos de personas que sufren este síndrome. Es muy complejo de tratar, se empieza muy poco a poco pero al final acaba dominando toda tu vida", explican fuentes del Imelga, quienes señalan que se trata de un trastorno "destructivo" y que no siempre va relacionado a la edad. "El síndrome de Diógenes suelen padecerlo personas muy rígidas o extrictas, independientemente de la edad", añaden.

En este caso, como en el de otros muchos, fue el Concello, por orden del juzgado, el encargado de darle sepultura. Reservó para José Ángel la tumba número 113 del cementerio de Pereiró. Estos entierros conocidos como 'de beneficencia' están destinados a personas sin recursos o carentes de familiares que puedan darle sepultura. A lo largo del año pasado el ayuntamiento vigués se hizo cargo de un total de 24 entierros mientras que en este 2017 ya se han registrado un total de 11.

Y es que muchas de estas personas fallecidas residían en soledad, como les sucede, cada vez con mayor frecuencia, a muchos mayores de la ciudad. "Son, sin duda, el sector más vulnerable de la ciudad. Las personas que superan los 80 años necesitan atención, cuidados, protección y muchos de ellos no la tienen", lamentan fuentes del Imelga, quienes señalan que en muchos casos carecen de amparo familiar. "Los ancianos que viven solo no lo hacen por gusto. No cuentan con amparo familiar por culpa de que su familia trabaja muchas horas o directamente no sabe entenderlos o tratarlos porque las personas de avanzada edad no son ni se comportan igual que cuando eran jóvenes. Hay muchos hijos que no se acostumbran a este cambio en sus mayores", razonan profesionales de la sede viguesa del Imelga.

"En ocasiones estos mayores sí tienen recursos pero se olvidan de su existencia, no saben que tienen dinero guardado o incluso olvidan sus propiedades", concluyen.