No tiene nada que ver con la auténtica fortaleza, más allá de su pretendido aspecto medieval. Sus torres y sus almenas llevaron a creer a muchos vigueses que "El Castillo" formaba parte de las murallas defensivas que coronan el monte de O Castro, pero no es más que un restaurante encaramado a la fantástica estructura militar que defendió Vigo de los ataques de portugueses, ingleses y franceses.

El anuncio de su derribo ha suscitado una profunda división de opiniones entre partidarios y detractores. Muchos ciudadanos opinan que su silueta forma parte del paisaje de O Castro y que se podría reutilizar de nuevo como restaurante, cafetería, hotel o incluso como centro de interpretación sobre la historia de la fortaleza. Entre los más satisfechos con la decisión del Concello se encuentran profesionales relacionados con el urbanismo, como el arquitecto Jaime Garrido, autor de "El origen de Vigo: el monte de O Castro y su castillo", en cuyas páginas clama por la demolición del "edificio pastiche" así como por una recuperación integral del monte. Muchos vigueses coinciden en esta reivindicación, así como en la recuperación de las antiguas murallas y la peatonalización del monte, invadido por coches aparcados.

El edificio "Montemar" - más tarde llamado "El Castillo"- se contruyó sobre el segundo recinto amurallado de la fortaleza, bajo la tenaza del Diamante. En ella se encontraba una batería desde la que se realizaban las salvas a las escuadras extranjeras que entraban en la ría. Su construcción cegó las magníficas vistas que desde la tenaza y el baluarte de la Punta del Diamante permitieron durante tres siglos mantener la villa alerta ante posibles invasiones.

El origen de esta edificación ajena a las murallas de O Castro se forjó en la mente del arquitecto municipal Emilio Bugallo Orozco, quien en 1944 realizó el proyecto de la obra. Sin embargo no sería hasta 1948 cuando se adjudicaría el concurso por 229.000 pesetas a Construcciones Gil Grávalos S.A. de Madrid. Para su cimentación se derribó parte de las paredes del segundo recinto defensivo el auténtico castillo. Años despúes las obras se paralizaron y no sería hasta 1960 cuando se certificó el fin de la obra.

Una década después se amplió una altura el recinto circular del restaurante, taponando aún más el puesto vigía de la fortaleza. En lo sucesivo se acometerían más obras para dotar al establecimiento de accesos para vehículos, ampliar la cocina, incluir chimeneas... lo que desfiguró la fisionomía del verdadero castillo.

El Concello decidió no renovar su concesión a principios de 2007, siendo el edificio pasto del abandono y los destrozos: hasta tres incendios se declararon en él en los últimos años. Las propuestas para rescatarlo de la ruina se sucedieron, pero ninguna llegó a cuajar hasta que el pico, finalmente, se impuso.

Un ejemplo único de arquitectura militar en Galicia

El arquitecto Jaime Garrido no tiene dudas a la hora de defender la puesta en valor de el castillo de O Castro. Para él, la fortaleza tiene un "gran interés dentro de la arquitectura militar abaluartada permanente del s. XVII" y por constituir "el más interesante y único ejemplar de su estilo en Galicia".

La fortaleza tiene una forma pentagonal irregular debido a complicada topografía del monte. Consta de tres baluartes completos (del Regueiro, San Amaro, O Couto), un medio baluarte (la Punta del Diamante) y un saliente (de Coia), los muros que los unen (con sus troneras y parapetos), y un tambor que protege la puerta primitiva. A mediados del s. XIX se abrió la actual entrada principal al castillo para introducir cuatro obuses procedentes de la batería de A Laxe.

El castillo se rodeó de una segunda muralla, levantada en una cota inferior y con tres tenazas. Fue sobre la principal, la del Diamante, sobre la que se erigió el restaurante en los años cincuenta. Este segundo cinturón es fácilmente reconocible pues uno de los senderos discurre por él. La parte más destacada es la batería del Couto, que hoy da la bienvenida al visitante que accede por la calle Manuel Olivié.

Circundando a este segundo recinto defensivo existió un tercero a modo de glacis con empalizada, del que hoy en día apenas quedan muestras. Su perímetro se corresponde con el trazado del vial Rosalía de Castro que rodea el monte.

Fuera de estas tres murallas, pero conectado con ellas gracias a un camino cubierto se levantó el "reducto de San Felipe", un fortín que defendía la parte este del monte. Se desconoce su forma y estado, aunque se sabe que en su ubicación se encuentra actualmente el parque infantil, y que el sendero que lo conectaba con el castillo es hoy en día la calle Manuel Olivié.

Una villa indefensa ante los saqueos

Vigo se fortificó tarde en comparación con otros puntos de la costa española. Sufrió los saqueos de Drake (en 1585 y 1589) sin más protección que las ruinas del desvencijado castillo de Penço, en la cima de O Castro. Para hacer frente a las invasiones, la villa hubo de levantar murallas: datan el primer recinto defensivo entre finales de 1663 y principios de 1664; el segundo alrededor de 1670 y el tercero entre 1706 y 1710.

Aunque tardío, el castillo protegió a la villa -que por entonces contaba con menos de 1.000 habitantes- en tres guerras vitales para nuestra historia: el saqueo portugués de 1665, el ataque británico de 1719 y la invasión napoléonica de 1809.

El 2 de noviembre de 1665 los portugueses llegaron hasta Bouzas en una incursión en la que buscaban dominar un puerto para dárselo a los ingleses por su apoyo en la guerra contra España. El Castro solo contaba con el primer recinto defensivo por lo que les debió parecer un objetivo asequible, pero tras varios días estudiando cómo tomar O Castro, desistieron ante lo escarpado del terreno. Se marcharon saqueando cuanto encontraron a su paso en Bouzas, el Val do Fragoso y Porriño.

Medio siglo después resistiría heroicamente una semana de bombardeo inglés. El 10 de octubre fondeaban en la ría 50 naves: una vez tomados la villa y el Castillo de San Sebastián, quisieron rendir O Castro pero ante la dificultad de asaltarlo por su emplazamiento optaron por bombardear con 34 morteros desde la fortaleza de San Sebastián. Tras una semana de resistencia, con multitud de heridos y muertos, sin comida ni agua ni refuerzos, O Castro claudicó. El 6 de noviembre los británicos salieron por Vigo tras volar la gran cisterna del castillo, destruir todos los cañones e incendiar la villa. A partir de esa fecha la fortaleza se abandona a su suerte.

En 1809 se encontraba demasiado maltrecho para plantar cara a los ejércitos franceses. Las crónicas dicen que la ermita de Nuestra Señora de O Castro fue utilizada como establo, dejando entrever que la conquista apenas supuso dificultades. Para entonces las murallas llevaban 90 años olvidadas.

Hoy su valor y su historia son desconocido por la mayoría de los vigueses, que ignoran la importancia de este monumento catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) y que goza del máximo nivel de protección patrimonial.

Ajeno al poco aprecio de sus vecinos O Castro, sus murallas siguen viendo pasar los días en espera de tiempos mejores en los que se reconozca de forma integral su papel en el nacimiento y desarrollo de la ciudad. Mientras esa fecha no llega, el viejo centinela de la ría se reencontrará dentro de poco con un fiel compañero: el mar.