Para Javier Muguerza, nombre en mayúsculas de la Filosofía española, el diagnóstico de su disciplina es claro: hay muchas luces, las que aporta un plantel de investigadores "envidiable"; pero, dada la falta de visión sobre el papel crucial que juega el saber, todavía más sombras. Sobre esa radiografía charlará hoy en el Auditorio municipal, a las 17.00 horas, bajo el título "A vueltas con la idea de un progreso moral".

-¿Cuál es el estado de salud del que goza la filosofía hoy en España?

-El nivel de quienes la estudian y cultivan es alto y sano; lo que ocurre es que cuando intervienen las Administraciones la cosa se echa a perder. En ese sentido la Filosofía atraviesa en nuestro país una situación bastante crítica. La disciplina siempre ha intentado ser un puente entre las ciencias y las humanidades; pero ahora entramos en una etapa de barbarie en que cada una va por su lado. La Filosofía se ha quedado sin ese papel y eso nos retrotrae a las polémicas que atravesábamos hace cien años.

-¿Falta apoyo de la Administración?

-Ahora mismo tenemos un Ministerio de Cultura bárbaro... como oxímoron. El rumbo que está tomando y el papel que le aguarda a la Filosofía es más bien desastroso. En otros sentidos es bastante sana: el plantel académico resulta envidiable.

-¿Esa crisis a la que aludía tiene que ver con la lógica eminentemente práctica que parece imponer la crisis?

-Esa es una de las motivaciones. Pero luego están los modales, que en ocasiones son muy odiosos. En el caso de la investigación humanística, hubo un presidente del Consejo de Investigaciones Científicas que dijo que los libros hoy día eran fósiles y que lo que había que leer era revistas. A una persona que dice eso lo que hay que hacer es destituirla. Y eso pasó.

-¿Y el contacto entre Filosofía y sociedad?

-Creo que el Grupo Aletheia tiene que ver con eso. A lo largo del país hay asociaciones que mantienen viva la llama.

-¿Ha encontrado la disciplina su hueco en las nuevas tecnologías?

-Son cuestiones de estilo. Yo creo que el ejercicio de la filosofía no ha cambiado tanto y permanece fiel a su tradición secularmente crítica. Los nuevos medios de comunicación pueden imponer sus obligaciones, pero los gremios no tienen ningún problema en ese sentido.