"Hasta que esté en el avión no me lo creeré". Manuel Ameijeiras Pereira, de 25 años, aterrizará en Tokio en poco más de un mes para sumergirse en una cultura y un idioma que le han atraído desde crío. Dejó unos estudios universitarios que no le convencían y cuando la Escuela Oficial de Idiomas comenzó a impartir japonés decidió poner todo su esfuerzo e ilusión en estas clases con el objetivo de poder dedicarse a la enseñanza o la traducción en el futuro. Gracias a su tesón y a un brillante expediente se ha convertido en el primer estudiante del centro vigués que disfrutará de una beca municipal de intercambio en el país nipón.

La ayuda solo cubría una estancia de quince días, como en el resto de lenguas, pero Manuel ha llegado a un acuerdo con la ARC Academy, donde acuden estudiantes de más de 40 países y también japoneses, para prolongar su formación durante un mes. Y él correrá con los gastos extra de alojamiento en Shibuya, uno de los barrios de la gigantesca capital asiática en la que está dispuesto a "lanzarse de cabeza" para lograr un sueño.

Cuando Manuel empezó a estudiar en la EOI, las clases de japonés eran minoritarias pero ha sido testigo del creciente interés por este idioma. "Me pareció increíble tener esta oportunidad en mi ciudad. Formamos casi una familia y tanto los alumnos como las tres profesoras somos muy activos. Ellas invitan a muchos nativos y organizan fiestas y actividades, por ejemplo, la ceremonia del té para la que trajeron a una experta desde Madrid", destaca.

Además de constatar su nivel con unos exámenes impecables, Manuel también ha podido comprobar que ya es capaz de comunicarse sin problemas con nativos. "A veces les enseñamos la ciudad a japoneses que vienen de visita o vamos a Santiago para conocer a estudiantes que están allí de intercambio. Te pasas el día con ellos y así te cambia el chip. Cuando eres capaz de conversar te das cuenta de que el esfuerzo vale para algo. Aunque ellos también son muy educados y ponen mucho de su parte", comenta entre risas.

Estos encuentros le han permitido hallar sorprendentes "conexiones" entre el carácter de gallegos y japoneses: "Somos muy parecidos en nuestra forma de ser. Encajamos muy rápido y ellos aquí se sienten como en casa". Y aunque no es tan aficionado al manga como otros compañeros de clase, a él le atrae mucho la cultura japonesa: "Es superinteresante y también me gusta leer libros sobre su historia. Disfruto cuando puedo leer en otro idioma y comprender sin necesidad de ir traduciendo", comenta.

El plan de estudios en japonés es más largo que el de otros idiomas -ocho años en lugar de seis- dada su dificultad. Aún así, Manuel asegura que le divierten las clases. La pronunciación no resulta complicada, asegura, pues "no hay ningún sonido extraño para un español", pero sí la lectura de los caracteres, que superan el millar en la lengua estándar.

"Si te encuentras con uno que no conoces resulta muy complicado avanzar porque es como si te ocultasen partes de un texto. Y encontrar el significado en los manuales es muy tedioso porque tienes que ir buscando cada una de las partes que forman el signo, como si relacionases dibujos", explica.

Más de algún compañero, entre los que se encuentran estudiantes y profesores universitarios, le mira con envidia desde que se decidió la concesión de la beca: "Los que ya han estado en Tokio me han dado muchos consejos para moverme por la ciudad. Y una chica que se encontraba allí durante el accidente de Fukushima y que narró la calma con la que lo vivió la gente a través de su blog está deseando volver".

Manuel es consciente de que el aprendizaje de japonés es largo y espera que su estancia en Tokio le permita avanzar más rápidamente cuando regrese a Vigo. "Hacer un curso intensivo me ayudará a ahorrar tiempo", sostiene. Su objetivo es acelerar el proceso antes presentarse al único examen oficial en nuestro país que le dará acceso a un título, su pasaporte en el mercado laboral.