Los trabajadores del Grupo de Empresas MAR realizaron ayer un emotivo viaje al pasado. Dieciocho años después del cierre de la factoría fundada por Javier Sensat en 1939 se reunieron para recorrer juntos el interior del Auditorio Mar de Vigo, construido sobre los terrenos de la conocida como Casa Mar. Algunos compañeros pasaron casi medio siglo de vida en las cuatro naves de la firma en Beiramar y ayer comprobaron sorprendidos cómo la zona donde las mujeres manipulaban el bacalao se ha convertido en un imponente patio de butacas con capacidad para 1.450 personas. A la inauguración del recinto cultural en marzo del pasado año asistió un pequeño grupo de empleados invitados por el Concello, pero la mayoría entraba por primera vez al Palacio de Congresos sin poder contener la emoción.

"Volvemos a casa", repetían en corrillos mientras posaban para una histórica foto de familia en la que el más veterano cuenta 89 primaveras. Es Antonio Martínez Couceiro, el primer trabajador de la empresa matriz MAR (Motopesqueros de Altura Reunidos,) en la que entró de niño como chico de los recados para acabar siendo jefe de compras de todo el Grupo MAR y director adjunto.

Las 14 empresas del conglomerado llegaron a dar trabajo en su mejor momento a unas 2.500 personas de las cuales Manuel Figueroa y Carolina Alegrete, promotores del reencuentro, lograron reunir a unos 130 en una comida en el hotel Carrís Beiramar y a algunos menos en la visita guiada al Auditorio, que todos definieron como un edificio "maravilloso".

"El cierre de la empresa fue muy doloroso para nosotros y ver que esta zona recupera vida es muy satisfactorio", reconoce Ángel Alonso Cabaleiro, que tras 33 años en la empresa fue de los primeros en salir, meses antes del cierre definitivo en 1994. A su lado, Carlos Sánchez Rodríguez, a quien un accidente laboral obligó a dejar la factoría después de nueve años en plantilla. Con ojos vidriosos recuerda emocionado aquella etapa y sorprende a sus compañeros al llegar a la convocatoria con fotografías antiguas en las que ha documentando el cambio en la fachada de Beiramar con las naves del grupo todavía en actividad, en ruinas y su posterior demolición para construir el Auditorio.

Los empleados intentan mantener el contacto y guardan incontables anécdotas de sus años en activo que les llevaron a formar "un auténtico equipo". Las mujeres recordaban ayer entre risas las visitas a la terraza para tomar el sol durante el descanso del almuerzo o el hecho "excepcional" de que el fundador los conociera a todos por el nombre y por Navidad se pasara a saludarlos uno por uno. "Entrar era un premio por las buenas condiciones que ofrecían y todos llegábamos muy jóvenes y madurábamos aquí, de ahí el sentimiento tan fuerte que conservamos", explica Carmen Paredes.

Los trabajadores mantienen muy vivo el recuerdo de una empresa que sentían como propia y tal fue su implicación con el proyecto que cuando los últimos administradores se vieron obligados a cerrar, el comité de empresa y los sindicatos realizaron una propuesta formal para asumir la dirección y mantener la empresa en activo, algo que finalmente no fue posible y derivó en el para muchos traumático cierre del grupo y una lucha de años por sus salarios impagados.

Abel Alonso recordaba ayer esos difíciles momentos para él y su mujer, Josefina Gómez, también trabajadora de la empresa, y al mismo tiempo "el orgullo de regresar y ver en qué se han convertido estos terrenos". Ahora todos esperan que pueda urbanizarse también la parcela próxima donde se ubicaba Cordelerías Mar para que este tramo de Beiramar recobre la vida que tuvo a mitad del siglo pasado, aunque con un uso completamente diferente.

El sentimiento general que se respiraba en el reencuentro lo resume a la perfección Franco Cobas, presidente del Real Club Náutico y que estuvo en plantilla 39 años: "Éramos una familia y para nosotros esta era y en cierto modo es nuestra casa". Todos alrededor asienten y apuntan que se sentían unos trabajadores "cuidados por la empresa", que ponía a su disposición un economato, una clínica y les facilitaba la conciliación.

El cierre en 1994 dejó en la calle a cientos de trabajadores y fue un duro golpe para la economía viguesa, pero el Grupo MAR fue puntero en Galicia y en España en determinadas épocas y llegó a gestionar más de 100 buques. La única espina que le ha quedado clavada al personal es que no aceptaran su propuesta y no se pusiera el nombre de Javier Sensat al Palacio de Congresos para mantener el vínculo con la factoría que allí se levantaba.