Solo había una pareja cenando en el restaurante de la calle México cuando llegó la "estrella" de la NBA, Pau Gasol, su novia, la gallega Silvia López, y los padres de esta. Al propietario del local le habían llamado por teléfono apenas una hora antes un conocido, un vigués muy amigo del baloncestista, solicitándole una mesa para cinco personas, y a ser posible, en el reservado. "Se trata de alguien importante, famoso", insistían al otro lado de la línea telefónica.

No era la primera vez que Moncho recibía una petición de esas características. Por su restaurante ya han pasado muchas personalidades, sobre todo del mundo de la política y la empresa, pero hasta ahora sin la proyección mundial del jugador catalán de los Angeles Lakers. "Como me pidieron discreción no se lo dije ni a los camareros", confiesa el restaurador vigués, satisfecho de haber cumplido con el deseo de sus comensales, de "cenar a gusto y como en familia".

Pau –31 años y 2,15 de altura– necesitaba ese ambiente. Una velada tranquila para olvidar la complicada temporada deportiva que sufrió este año, cuestionado por su bajo rendimiento, y los rumores sobre su supuesta ruptura sentimental con la gallega. Nada de esto parece haber variado la actitud pública de la que siempre hizo gala, y que a Moncho también le impactó: "Nunca pensé que fuera una persona tan agradable. Y le gusta comer", añade.

Por algo quien llamó por teléfono para reservar la mesa insistió mucho al propietario en si disponía de "buen producto". Pau tenía apetito, y muy gallego. Sobre su mesa los camareros fueron depositando un menú compuesto por algunos de los más exquisitos manjares que alumbra la Ría de Vigo. De primero, percebes, ideales para abrir la boca lo justo para conversar y entretenerse arrancando su carne; y a continuación, centolla, que despiezada ocupaba una bandeja de considerable tamaño. Y entre las bebidas no faltó el vino, blanco para combinar mejor con el siguiente plato: lubina a la sal.

A Moncho le pareció que los cinco disfrutaron de la velada, aunque les quedó probar los postres. "Se fueron a toda prisa", razona el restaurador, que antes de comenzar la cena, sirvió a Gasol unas lonchas de jamón y una caña para disfrutar unos minutos de la final de baloncesto que ganó el Barça al Bizcaia Bilbao Basquet. "Tengo un televisor junto al reservado y solo lo enciendo en ocasiones y para invitados especiales. Y claro, ésta era una de ellas", concluye.