Tras vivir una experiencia única en la Antártida, la Arcadia de los biólogo marinos, Jorge Hernández regresó a su trabajo diario en el Centro Oceanográfico de Vigo, donde desarrolla una tesis sobre el cultivo del rodaballo, y no “desempolvó” todo el material gráfico acumulado hasta estas navidades. Más de mil fotografías y varios vídeos grabados a bordo del buque oceanográfico Hespérides y en la isla Decepción con los que se ha propuesto realizar una miniserie: “Tenía claro que quería compartir todo lo que vi allí. Es impresionante y te da rabia que tu gente no lo pueda vivir. También pensé en la gente que está acabando la carrera y es interesante que sepan que pueden tener esta oportunidad”.

El primer capítulo de esta pequeña producción, titulada “Rumbo a la Antártida” ya está colgado en su blog “La grandeza del azul” y en la web de la asociación juvenil Axena. La pieza, de diez minutos de duración, arranca con la partida del Hespérides desde Punta Arenas el 2 de enero de 2010.

Jorge formó parte del grupo de Elsa Vázquez, profesora de la Universidad de Vigo, dentro del proyecto Coupling, en el que también participaron investigadores del Oceanográfico, Andalucía y Las Palmas para el estudio del ecosistema marino de las islas Shetland del Sur.

En su travesía hacia la Antártida, el biólogo grabó desde cubierta los canales patagónicos, Puerto Williams, la ciudad más austral del mundo, y la entrada en el Paso de Drake, que estuvo “movidito” y le impidió tomar más imágenes. El documental muestra una hermosa puesta de sol frente a la isla Livingstone, donde los científicos también disfrutaron a la mañana siguiente de la compañía de varios cetáceos.

En el segundo episodio los internautas podrán visionar su visita a la isla Decepción, “el mejor regalo de Reyes” que ha recibido Jorge hasta la fecha: “En la Antártida nunca sabes si podrás tomar tierra y necesitas el permiso del comandante, pero el 7 de enero amaneció uno de los mejores días que recordaban por allí y pudimos desembarcar. El mar estaba como un plato y el cielo despejado, parece que las fotos están tomadas en Cíes”.

Tras ser recibidos en la base “Gabriel de Castilla” emprendieron camino hasta la célebre y gran pingüinera de la isla, cuyos residentes siguieron a lo suyo ajenos a la emoción de los investigadores. “La panorámica es impresionante. Hay miles de parejas al borde de los acantilados y ves cómo se van lanzando en fila al agua para pescar. Se te pone la piel de gallina y había gente que lloraba”, revela.

El trabajo que realizó a bordo del Hespérides quedará reflejado en el tercer episodio. Su grupo estaba a cargo de una red múltiple de plancton (mocness) que se controla desde un ordenador y permite tomar muestras a distintas profundidades y conocer la cantidad de agua filtrada. “Estábamos en cubierta y es duro porque el viento hace que la sensación térmica sea de unos quince grados bajo cero y en cuanto te sacabas los guantes los dedos te empezaban a doler”, explica.

Además de la experiencia científica, la vida a bordo del barco también deparó algunas anécdotas. El buque oceanográfico Las Palmas se averió y los investigadores que debía llevar a la Antártida fueron trasladados al Hespérides, cuyos camarotes registraron durante algunos días overbooking: “El día del encuentro, tras la reparación, los dos se pusieron en paralelo, empezaron a hacer sonar las bocinas y los comandantes salieron a saludar en cubierta”.