¿Qué hace un policía, un bombero o un sepulturero viviendo en un colegio público? El Ayuntamiento todavía mantiene la figura del portero-vigilante en siete centros escolares de la ciudad. Se trata de funcionarios municipales que residen en las tradicionales casas de conserje sin asumir ningún tipo de coste fijo de la vivienda (ni alquiler, ni agua, ni luz) a cambio de vigilar el colegio, abrirlo y cerrarlo y realizar pequeñas labores de mantenimiento. Y mientras, conservan sus respectivos puestos de trabajo en el Concello.

Los datos facilitados por la concejalía de Laura López Atrio revelan que del medio centenar de centros públicos de Infantil y Primaria de Vigo, dieciséis disponen de viviendas para bedeles. Once aún permanecen habitadas: cuatro por conserjes –el centro escolar es su única ubicación laboral– y siete por porteros ajenos al departamento de Educación. En el CEIP Coutada (Beade) vive un operario de Parques y Jardines; en el Mosteiro (Bembrive) y en Igrexa (Candeán), policías locales; en el Canicouba (Castrelos), un bombero; en el Pintor Laxeiro (Florida-Coia), el enterrador del cementerio de Teis; y en el Castelao (Navia) otro trabajador de Jardines. El funcionario de Estadística que residía en el Virxe do Rocío (Coia) se ha trasladado a otro domicilio temporalmente debido a las obras que la Xunta ejecuta en las instalaciones.

Según diferentes porteros-vigilantes en activo consultados, su residencia en el recinto escolar se prolonga hasta que rompen la relación contractual con el Concello, ya sea a través de la jubilación o por cualquier otro motivo. La dejación de funciones en las tareas que deben asumir en el colegio también provocaría el desalojo de la vivienda. "Tenemos que abrir y cerrar el centro, arreglar algunos desperfectos, como averías en grifos, bombillas,... Y también la obligación de que alguien de la familia permanezca por la noche en el recinto por si ocurre algún incidente", explica un veterano portero.

Este funcionario municipal reconoce las ventajas de la oferta que hace veinte años le realizó el Concello –y que aceptó– para poder disfrutar de una vivienda. "No pagas casa, ni agua ni luz, pero también tiene sus inconvenientes. Esto te "ata" mucho; solo puedo irme de vacaciones en julio o agosto cuando el colegio no está operativo. Si ahora tengo días libres en mi trabajo, no puedo marcharme a la nieve, por ejemplo. Son pros y contras que uno asume", concluye.