¿Quién se olvida de recoger su vestido de novia en la tintorería? ¿Y unas botas nuevas en el zapatero en plena crisis? Casos como estos se repiten todas las semanas en los pequeños comercios de Vigo, lo que ha obligado a tiendas de arreglos, reparación de calzado y lavanderías a intentar cobrar el trabajoo por adelantado o al menos una señal como medida de presión para que el cliente vuelva a por sus pertenencias.

La legislación no permite implantar el cobro anticipado, pero sí que el empresario "proponga" a los usuarios abonar el servicio en el momento en que encarga una limpieza en seco o deja una prenda en la modista. La fórmula no siempre funciona. Fallecimientos, cambios de trabajo y mudanzas justifican buena parte de los abandonos, pero también hay simples despistes. "Tenemos ropa cuyo arreglo está abonado y otra comprada en las rebajas de invierno de este año y que aún conserva la etiqueta", relata Manuel Crespo, de la mercería con el mismo nombre.

El problema se repite en otra conocida tienda de arreglos, Ramonita, cuya propietaria todavía no se enfrenta a problemas de almacenaje por la amplitud del local pero ya tiene "el cartel preparado" anunciando el cobro por adelantado para evitar perder mano de obra y tiempo en trabajos que nunca le llegan a abonar.

La situación se agrava en las lavanderías, donde el volumen de artículos de habitual manejo como colchas y alfombras dificulta algunas veces la propia operatividad del negocio. "En verano llegamos a tener hasta 80 edredones almacenados. Aquí no corría el aire. Los pisos son cada vez más pequeños y en casos puntuales nos utilizan como buhardilla", bromea Ivana Costas, de tintorería "Serena".

El abono de la limpieza de piezas grandes por anticipado desde enero les ha funcionado bien y explica que a diferencia de otros años, tienen a día de hoy "alrededor de 20 edredones", una mejora notable que, no obstante, no les evita el problema de tener que conservar durante años prendas limpias y que no son reclamadas.

La Ley de Propiedad les impide deshacerse de ellas, pero pasados los dos años y caducado el derecho de posesión del propietario, este establecimiento suele entregar la ropa a entidades benéficas, la misma fórmula elegida también por la tintorería "Milán", donde intentan aprovechar estos "descuidos" para ayudar a los más desfavorecidos.

El dueño, también presidente de la asociación provincial de tintorerías, Javier Santamarina, reconoce que se mueven "en el borde" de la legalidad al realizar las donaciones, pero no encuentra una solución más favorable y además esperan un margen más que prudencial de tres años antes de regalar el stock.

"La ropa está dos años en la percha, uno más en cajas de cartón para ocupar menos espacio y después la entregamos. Hay prendas que llevan con nosotros desde hace cinco o seis años, algunas de escaso valor y otras más sorprendentes como vestidos de novia, cazadoras de cuero y trajes de vestir". El problema con que se encuentran muchos de estos comercios es que tienen clientela fija y "se hace violento cambiar las normas", reconoce José Fernández Domínguez, el veterano zapatero de la Avenida de Camelias. "Cada año unos 100 pares quedan olvidados, con lo que calculo que trabajo una semana por año para compensar estas pérdidas".

Con la jubilación a la vuelta de la esquina, José no se plantea cobrar por anticipado pero entiende que los empresarios que llegan nuevos al negocio opten por esta fórmula. "Tengo zapatos sin estrenar o botas de media caña que cuestan 70 u 80 euros y siguen aquí durante meses".