La sonrisa no se le borra del rostro. Aunque no puede hacer todo lo que realiza un niño de su edad, a Sergio no le faltan ganas para conseguir las metas que se propone ya a sus 9 años. "De mayor quiero ser nadador profesional", dice sin dudarlo. Y quizá lo consiga, o, por lo menos, él ya lo intenta a su corta edad. Todas las semanas recibe clases de natación, uno de los pocos deportes activos, o casi el único, que puede practicar, ya que el fútbol, el baloncesto, los patines o la bicicleta quedan lejos de su alcance. "Cuando salgo del agua parezco un perro bulldog, todo arrugado", bromea.

Aparentemente es un niño normal y corriente. Pese a su aspecto, Sergio padece osteogénesis imperfecta, una dolencia calificada como "rara" que afecta a una de cada 10.000 personas y que se detecta principalmente por la fragilidad de los huesos. Se la diagnosticaron cuando tenía 6 años, aunque ya nació con ella. Suele ser hereditaria, pero en el caso de Sergio, así como el 30% de las personas con esta enfermedad, tiene la osteogénesis imperfecta debido a la mutación de un gen.

La dolencia le pasó desapercibida a él mismo y a sus familiares hasta que empezaron los problemas. "Cuando se daba un golpe se quejaba y siempre se fisuraba un hueso", dice su madre, Ana. Desde los 3 años, las contusiones y las fisuras comenzaron a ser el pan de cada día del niño, hasta que se fracturó el brazo. "Hasta ese momento lo llevábamos a urgencias y los médicos nos decían que que mala suerte, tres veces ya...", explica el padre de Sergio, Luis. Finalmente, fue el doctor Uriarte quien detectó la enfermedad. "Un verano, cuando él tenía 6 años, se cayó en la playa y se rompió un brazo, lo llevamos al médico y tuvieron que operarlo. El doctor que lo atendió, Uriarte, nos preguntó por su historial y si había tenido más fisuras y fracturas", cuenta Luis. El color azulado del "blanco" de los ojos de Sergio fue otro síntoma que no pasó por alto ante el doctor.

Comunicación de la noticia

Sus padres se quedaron atónitos ante tal noticia. "Nos quedamos planchados porque no sabíamos a lo que nos exponíamos", reconoce Luis, aunque ahora, tres años después y tras documentarse a fondo sobre la osteogénesis imperfecta, "no es para tanto, llevamos una vida normal y Sergio también", ya que padece el grado más leve de la enfermedad. En muchas ocasiones, como es el caso de este vigués, no se aprecia a simple vista.

Lo que diferencia a Sergio de los demás niños, aparte de no poder practicar deportes de contacto y cansarse más al correr debido a un problema en sus pies, son las visitas al hospital. A diferencia de otros enfermos de osteogénesis imperfecta, Sergio no tiene fragilidad en los dientes ni sordera, aunque puede aparecer cuando sea adulto.

Algo primordial es la vigilancia". "Es necesario estar pendiente de él, pero sin agobiarlo. Los niños son niños y no paran quietos, por eso esta enfermedad se detecta casi siempre en la infancia y no tanto en la pubertad", concluye el padre de Sergio.