Nacido y registrado en el antiguo Ayuntamiento de Lavadores, bautizado y casado en su iglesia parroquial, la de Santa Cristina -cuestiones que definen carácter-, Adelino lleva desde mediados de los años cuarenta al frente del kiosko que lleva su apellido en la calle Pizarro, que es uno de los límites exteriores del barrio de Casablanca y que también en el pasado fue límite del ayuntamiento de Vigo con Lavadores, el suyo.

Era Adelino, antes que vendedor de prensa, carpintero y de tal ejerció durante años en un taller de la calle Irmandiños.

Un buen día se le presentó la oportunidad, y no la desaprovechó, de hacerse con el pequeño kiosko que había en un portal cercano a su local actual, cuando la calle Pizarro era "mucho más estrecha que ahora" y donde un terraplén impedía aún la continuidad hasta Vázquez Varela y la plaza de España.

Su mujer, Adoración Rivas, y su cuñada, Carmen, atendieron el kiosko del portal hasta que llegó el traslado a un local cercano, más amplio, en el que continúa Adelino y en el que amplió el negocio con todo el universo comercial propio del sector.

En aquellos tiempos iniciales recuerda Adelino "muy pocas casas en la calle, vistas al mar y un campo de maíz, en el solar que hoy ocupa el edificio "Plaza", que llenó toda la manzana hasta la plaza de Fernando el Católico.

La buena marcha del kiosko, andados los años, aconsejó a Adelino cambiar su mesa de carpintero y sus herramientas por la barra y los expositores de periódicos y revistas.

Adelino recuerda "perfectamente" los tiempos del franquismo, cuando se secuestraban publicaciones críticas con el régimen y cuando la policía visitaba los kioskos en busca de publicaciones de todo tipo "que traían cosas que no interesaban".

Ahora, todo ha cambiado, la calle es una viva arteria comercial y residencial y Adelino prepara su jubilación.