La niebla tomó ayer la ría como cada vez que el Legend of the Seas recala en Vigo. A pie de muelle, un exiguo goteo de turistas españoles se aferraban a las valla metálica de la estación para soñar con el lujoso interior de este coloso de la navegación. La nostalgia y los sueños se dejaban sentir.

El silencio sólo se interrumpía cuando los autobuses discrecionales descargaban a buena parte de los 1.988 pasajeros del barco, que en unas horas conocieron distintas zonas de Galicia y volvían a la comodidad de sus camarotes.

"Es inmenso. Ya estuvimos en Vigo varias veces pero nunca nos había coincidido ver un crucero tan grande", aseguró Nieves Castrejón, madrileña que pasaba el día con familia.

Los 264 metros de eslora del trasatlántico llamaron la atención de los visitantes. "Venimos por casualidad. Acabamos de llegar a Vigo y hemos visto el barco desde lejos, así que decidimos acercarnos", comentó la zaragozana Elena Gabasa.

Pero no todo fueron elogios. "Este trasatlántico debe de tener muchos años, parece viejo", señaló Pilar Estévez, hábil observadora.

Pegados a los barrotes de la verja del recinto portuario, Fátima Macenlle y Santiago León soñaban con realizar un crucero: "pero sólo como experiencia, porque estar tanto tiempo en un barco, viendo sólo mar me crea cierta presión", manifestó.

A las seis de la tarde, el Legend partió a Southampton con cierto halo de nostalgia y muchos sueños terrenales.