Consumidos tres mandatos, doce años de gobierno, Abel Caballero está a una semana de rubricar una victoria estratosférica en las elecciones. Si los 17 concejales de 2015 ya significaron el mejor registro logrado por un alcaldable de una ciudad española con más de 70.000 habitantes, el socialista está a punto de romper todos los récords al atraer los votos de casi siete de cada diez vigueses. Ese porcentaje se traduciría en hasta 21 concejales de los 27 que integran la corporación. Un resultado galáctico que confinaría a la oposición a la marginalidad: seis ediles a repartirse entre tres grupos.

| Triunfo abrumador del PSOE. El trabajo demoscópico elaborado por DYM para FARO anuncia una victoria abrumadora que sería doblemente extraordinaria: primero, porque, a la vista del escenario político -nacional, gallego y local- caracterizado por un poder fragmentadísimo, las mayorías absolutas se han convertido en una especie en vías de extinción. Es el deseo imposible de todo político. Y segundo, porque ese éxito se lograría tras doce años de gobierno. Dicho de otro modo, a Caballero la gestión no le supone el mínimo rasguño electoral; al contrario, el ejercicio del poder le fortalece hasta extremos inimaginables. Los datos lo confirman: en 2007, cuando debutó, obtuvo el 29,4% de los sufragios; cuatro años más tarde, creció hasta el 31,7%; en 2015 firmó la machada del 52% y el domingo la cifra se podría disparar hasta el 66%. Inaudito. El secreto quizá resida en esa transversalidad que defiende un candidato que se afana por trascender la ideología e incluso apartarse de las siglas de su partido. Una victoria de tal magnitud es un fenómeno susceptible de estudio por los politólogos.

| Hundimiento del PP. Con un alcalde socialista fagocitando gran parte de la tarta que se reparte el 26-M, a la oposición le quedarían las migajas: seis o siete concejales. El mayor damnificado será, de nuevo, el Partido Popular, durante décadas la formación más importante de Vigo, con independencia de que gobernase o no. Bajar de diez concejales -su suelo electoral- ya fue considerado un fracaso en 2015. A partir de ahí solo quedaría crecer predecían los dirigentes más optimistas. Error. La oferta popular sigue en caída libre. Tras cuatro años al frente de la oposición, la estrategia impulsada por Elena Muñoz va a cosechar un calamitoso resultadopopular: pasará de siete concejales a cuatro. Sólo el 15% de los vigueses le refrendaría su apoyo, apenas una tercera parte del respaldo que el PP obtuvo hace ocho años con Corina Porro como cabeza de cartel. El PP está a un paso de concluir la dolorosa travesía que va de ser un partido hegemónico a otro irrelevante. Si las recientes elecciones generales sirven como pista -siempre es difícil equiparar unos comicios legislativos y otros locales-, el PP ya salió trasquilado tras quedar relegada como la tercera fuerza política de la ciudad por detrás de PSOE y Podemos con el 18% de los sufragios.

Si entonces la explicación del pésimo resultado encontró un argumento en la fragmentación del voto del centro-derecha, ahora ni siquiera valdrá esa circunstancia atenuante: en el fiasco popular

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| En Marea se desinfla. La alargada sombra de Caballero también cercena el crecimiento de la autodenominada nueva políticanueva. Marea irrumpió en 2015 con la promesa de finiquitar el régimen del 78. Llegaba para jubilar los viejos modos de la política convencional. Más de 16.000 vigueses apostaron entonces por una candidatura que logró el 11,5% de votos y tres concejales. Hoy esa fuerza emergente de izquierda que agrupa a nacionalistas, comunistas y ecologistas, y a la que se suma en esta convocatoria Podemos, ha perdido fuelle. El sondeo le atribuye el 9% de los sufragios y dos ediles. Su política de oposición a Caballero tampoco le daría réditos y la incorporación de la fuerza podemita no le aporta nada. El resultado de Marea sería una decepción para un partido que hace apenas un mes -elecciones generales- fue el segundo más votado, con casi el 21% de las papeletas.

| ¿El regreso del Bloque? La desaparición del Bloque Nacionalista fue una de las noticias de 2015. La formación, que llegó a formar parte de varios gobiernos locales y dirigir la Alcaldía con Lois Pérez Castrillo en 1999, ha venido sufriendo un inexorable declive que culminó con esos cero representantes. Cuatro años después, cabe la posibilidad de su regreso con un edil. A pesar de lo modesto del resultado, se trataría de la primera pequeña alegría que recibe la nueva dirección nacionalista en Vigo, territorio en donde las urnas le han dando tantos disgustos. Esa acta, aún en el aire, dependerá en gran medida del porcentaje de participación y del reparto de los restos que establece la Ley D'Hont. Lo tiene difícil pero no imposible.

| Sin noticias de Ciudadanos. Cuando un partido parte del 3% de los votos y dice aspirar a gobernar, simplemente crecer parece un logro más que asequible. No para Ciudadanos. La formación de Albert Rivera vuelve a pinchar con estrépito. El sondeo le augura el mismo porcentaje de votos -3%- y el mismo fracaso -cero concejales- que en 2015. Cs no cuenta en el tablero político local. Su rol en la batalla se limitará al de mero compareciente, sin posibilidades ni siquiera de asomar la cabeza. Quizá sea el precio a pagar por una agrupación local invisible, extremadamente dependiente de las consignas, discursos y estrategias que diseñan en los cuarteles generales de Madrid.

| El fantasma de Vox. No existe. Así de sencillo. Su debú no será histórico. O quizá sí: por su paupérrimo resultado. Apenas un 2% de apoyos que se traducen en ningún concejal. La fuerza liderada por Santiago Abascal pincha en hueso en Vigo. Según el estudio demoscópico, las urnas enviarán un mensaje claro a la formación ultraderechista: en Vigo, no.