En la misma sala en la que hoy un grupo de periodistas se adentra en los secretos de una de las patas del sistema energético español, por la que pasan políticos y cargos públicos de todo el país para un curso intensivo sobre líneas de alta tensión y suministro, los directivos de Red Eléctrica de España (REE) se sientan a reflexionar en las situación de emergencia. Con la presión del cronómetro. La materia prima corre a 3.000 kilómetros por segundo, el equilibrio entre oferta y demanda es fundamental para evitar un colapso, así que las decisiones tienen que ser casi tan rápidas para evitar lo que aquí más se teme, un gran apagón. Como en noviembre de 2006, cuando media Europa se quedó a oscuras tras el corte de un cable en la Baja Sajonia, al norte de Alemania; o más recientemente, a finales del pasado enero, con los vientos huracanados del Klaus. La habitación está acristalada, con vistas a dos enormes pantallas que recogen en tiempo real toda la red de transporte de electricidad y, desde hace dos años, el mapa de las instalaciones de energías renovables, un centro de control único en el mundo, dedicado casi en exclusiva a los 600 parques eólicos repartidos por la Península. Aquí está el cerebro del viento gallego.

En sólo doce años, la potencia eólica instalada en España pasó de 183 megavatios (MW) a los actuales 16.000, de los que 3.100 están en Galicia, la tercera comunidad con más aerogeneradores en funcionamiento. Si todos estuvieran en marcha a la vez, la electricidad generada sería casi suficiente para cubrir la llamada demanda valle, el consumo de hogares e industria en los momentos de baja actividad. Una tarde de fin de semana, por ejemplo. Pero no es así. El crecimiento dos parques y las previsiones de llegar en el caso concreto de Galicia hasta los 6.500 MW y un total de 29.000 en todo el país es uno de los grandes retos para el sistema. Una nueva tecnología "que obliga a operar de otra manera", apunta Tomás Domínguez, jefe de los centros de control de REE. A diferencia de las centrales térmicas, las nucleares o los ciclos combinados, los molinos no se mueven en función de interruptores. Si hay viento y en buenas condiciones –por encima de los 100 kilómetros por hora, se desconectan– sí, si no lo hay, no.

Uno de los mejores ejemplos para entender las peculiaridades de la eólica es la enorme diferencia entre la energía que puede aportar en función, claro está, de las condiciones climatológicas. En las primeras horas del Klaus, el 70% de la potencia instalada estaba volcando electricidad a la red. Un nuevo máximo de producción: 11.175 MW. Esta misma semana, el martes, en pleno anticiclón, la generación eólica tocó fondo, con sólo 339 MW a las 12.20, en los picos altos de la demanda del día. ¿Cuánta electricidad necesitaba cubrir en ese momento el país? Más de 33.200 MW. "No hay modelo en el mundo –señala Domínguez– capaz de predecir la eólica dentro de quince días". Un hándicap más para REE, que cada día tiene que establecer una previsión casi perfecta de la electricidad que se va a consumir y de la producción que va a tener a su alcance.

Aún así, pese a los problemas de variabilidad, de predicción, la dispersión de las instalaciones y los obstáculos tecnológicos –sólo la mitad de los parques cuentan con sistemas contra los huecos de tensión– la electricidad que sale de los parques, subvencionada por el Gobierno, es prioritaria. La clave está en reforzar todavía más la red de transporte, uno de los avisos que REE lanza a la Xunta y a su plan para doblar la potencia instalada. Pero también en remedios que hace un par de años se veían casi como ciencia ficción. En los coches eléctricos. Automóviles que se enchufen, como cualquier otro electrodoméstico, y que puedan servirse del excedente de electricidad que se avecina cuando el concurso eólico gallego y los 10.000 MW más previstos en el resto de España empiecen a dar vueltas. De lo contrario, en este centro tendrán que extender la ahora excepcional medida de apagado temporal de parques. ¿Cómo se decide cuál sigue operativo y cuál no? Como un buen cerebro, el centro de control localiza el dolor, el epicentro del problema, y ordena la desconexión para que afecte a las menos líneas posibles y se pierda la menor cantidad de electricidad.