Nutrición

ARFID: Cuando el picky eater se convierte en un problema

A partir de ciertas edades es normal y “natural” que muchos niños y niñas no quieran probar comidas nuevas: “La alarma salta cuando se convierte en una constante que impide que cubran sus necesidades nutricionales”

¿En qué consiste el ARFID?

¿En qué consiste el ARFID? / E. Elements

“Como hoy es el día de San Patricio voy a probar algo verde, aunque sea uno de mis colores aversivos” así narra uno de sus vídeos la cuenta de Instagram @myarfidlife, en la que una niña de 8 años se enfrenta a este trastorno alimenticio probando cada día una comida nueva.

El Avoidant Restrictive Food Intake Disorder, o lo que es lo mismo, Trastorno Evitativo Restrictivo de la Ingesta de Alimentos (ARFID, en castellano TERIA), es uno de los TCA más extendidos (pero menos conocidos) que afectan, especialmente, durante la primera edad.

Tipos de ARFID ¿Cómo se presenta en nuestras mesas?

El trastorno por evitación/restricción de alimentos consiste, básicamente, en un rechazo a la comida. Muchos niños y niñas inquietos caen dentro del marco de “delicados”, “quisquillosos” o “exigentes”, picky eaters que llegado el momento cambiarán y se olvidarán de esa “manía”.

“Es un subtipo dentro de los trastornos alimenticios en el que la persona presenta dificultades y miedo en torno al acto de alimentarse” explica la nutricionista Conchi Fernández. “Dentro del ARFID distinguimos tres variantes (que pueden presentarse combinadas): ARFID por evitación, por restricción o por aversión”.

El primero es una evitación a causa de las características de los alimentos: “mucha sensibilidad a sabores, texturas, colores, olor, forma, temperatura… normalmente existe una pequeña lista de alimentos o preparaciones admitidos y se rechaza todo lo que quede fuera” continúa. Así, podrían negarse a comer cualquier cosa verde o crujiente. También nos podemos encontrar con niños o niñas que pasan horas delante del plato sin ningún interés por comer, evita la hora de sentarse a la mesa y prefiere quedarse jugando en lugar de alimentarse. Comer le resulta un ejercicio tedioso que prefieren evitar. Por último, algunos no quieren comer por miedo a atragantarse o vomitar (puede que hayan pasado por algún atragantamiento que les haya asustado y asocien automáticamente esa experiencia con la hora de comer).

¿Son quisquillosos o hay algo más?

Detrás de un ‘mi hijo no come’ estarían los comedores quisquillosos o picky eaters, pero también casos de neofobia fisiológica y transitoria asociada al desarrollo del niño: “Esta etapa es muy habitual y se resuelve sola, suele ocurrir a partir del primer año de vida, sobre todo entre los 18 y 24 meses coincidiendo con su aumento de la movilidad y autonomía (es un mecanismo de protección para que no coman cosas venenosas). Aunque la neofobia está terminada genéticamente, son sobre todo los factores ambientales los que determinarán la duración y secuelas en la conducta alimentaria de esta etapa, pudiendo llegar al ARFID si la respuesta del entorno es incorrecta o traumática”.

En mi experiencia como profesional en TCA, he observado que un niño con este trastorno lo pasa mal” explica Marta Otero, nutricionista especializada en Trastornos de la Alimentación: “Nunca he visto que sea caprichoso con las comidas, ni tan siquiera con las que están en su lista. Es un niño al que no le gusta comer en público, su casa es su lugar de confort, y a veces le cuesta comer en casa de familiares que no sea su núcleo más cercano: un niño con ARFID sufre. Se siente incomprendido, y le duele que los demás piensen que se comporta como un caprichoso”.

“La diferencia entre los comedores quisquillosos y el ARFID está en el grado de compromiso nutricional y funcional“

Conchi Fernández

— Nutricionista y Formadora en ARFID

Conchi Fernández.

Conchi Fernández. / Cedida

El rechazo a ciertos alimentos de un niño con ARFID puede ocurrir como llamada de atención o por una alta sensibilidad a esos sabores y texturas. Otero continúa aclarando que, además, “los quisquillosos con la comida suelen tener una variedad más amplia de alimentos aceptados y, con el tiempo, pueden superar sus hábitos alimenticios selectivos. Otra diferencia importante entre el ARFID y la alimentación quisquillosa es el nivel de ansiedad o miedo asociado con la comida: los niños con ARFID lo experimentan de forma intensa cuando se les presentan ciertos alimentos, lo que puede resultar en que eviten o se nieguen a comer”.

Comer o no comer (esa es la cuestión)

Llega el temido momento: la hora de la comida. Nos sentamos todos a la mesa, y si también lo hace el ARFID, las claves son el cariño y, - sobre todo - la paciencia: “Juega un papel fundamental el refuerzo positivo por cada logro conseguido y por cada intento del niño a vencer la ansiedad que le produzca comer”explica Marta Otero. “La exposición debe ser progresiva y poco invasiva, implicando en la medida de lo posible al niño en labores de cocina, compra, conocimiento de texturas...”

Y es que, en estos casos, lo principal es asegurar que el niño está bien nutrido y no tiene riesgo de padecer problemas.“Para ello tenemos que proporcionarle los alimentos que necesita en la forma que lo acepte. Es decir: si el niño solo toma la fruta en batidos se lo daremos para asegurarnos que come. Esto es importante y los padres tendrán que taparse los oídos cada vez que alguien del entorno diga que el niño es demasiado mayor para tomar los alimentos de una forma u otra.”

“Un niño con ARFID lo pasa mal, no son caprichosos ni maleducados: se sienten incomprendidos “

Marta Otero

— Nutricionista experta en TCAs

Marta Otero.

Marta Otero. / Cedida

Una vez que tengamos esa parte cubierta, hay que intentar trabajar en casa. “Sistemas hay muchos y va a depender de como sea el niño, su sensibilidad y la disponibilidad al trabajo. Hay que tener en cuenta que estos pacientes vienen con unos padres preocupados, cansados de ir de un profesional a otro sin un diagnóstico y con miles de críticas familiares”.

Un problema más allá de lo nutricional

El ARFID es un trastorno alimentario, por lo que la parte nutricional y la psicológica se retroalimentan. Conchi Fernández señala que “las deficiencias nutricionales tienen impacto en el funcionamiento del cerebro, destacando la rigidez cognitiva. De ahí la importancia de un tratamiento que contemple tanto una intervención nutricional como psicológica, y en este caso concreto muchas veces se beneficia también de logopedas si hay problemas de deglución, de psiquiatras si hay otros trastornos en paralelo (es habitual que el ARFID se dé en casos de autismo o TDAH) o de médicos digestivos (también es más frecuente el ARFID en patologías digestivas)”.

El ARFID no tratado puede provocar diversas complicaciones físicas, emocionales y sociales. “Desde el punto de vista físico, los niños con ARFID pueden experimentar retraso en el crecimiento y retraso en el desarrollo, sufrir fatiga, debilidad y deterioro de la función inmunitaria debido a la falta de nutrientes esenciales” apunta Otero. “Además, también es muy importante el impacto psicológico del ARFID. A menudo experimentan ansiedad, depresión, baja autoestima y aislamiento social, ya que sus patrones alimentarios desordenados pueden alterar la dinámica familiar y tensar las relaciones. Una parte importante del desarrollo emocional y crecimiento personal es relacionarse con niños de su edad en celebraciones como cumpleaños, fiestas o comidas con amigos, pero muchos niños tienen vergüenza y evitan ir a casa de otros niños para no tener que dar explicaciones”.

ARFID.

ARFID. / E. Elements

TERIA-ARFID en el comedor de la escuela

¿Cómo dar de comer a un niño o niña con ARFID? Para Conchi Fernández es esencial, primero, asegurar que se alimente: “Se les deben ofrecer predominantemente los alimentos preferidos para mantener esa ingesta de energía necesaria, pero también iniciar exposiciones graduales y constantes (idealmente con asesoramiento profesional) a los nuevos o rechazados”.

Si lo que sucede es que si tienen poco interés en la comida o bajo apetito es importante ayudar a instaurar rutinas y estructura en las horas de las comidas: “En ambos casos puede ser útil incluir al niño en tareas relacionadas con los alimentos como comprar, preparar, hacer manualidades o contar cuentos sobre ellos…”

La situación en comedores escolares es compleja, mientras que un comedor quisquilloso puede verse animado a ampliar su abanico de alimentos al ver a sus compañeros comer, un niño con ARFID puede vivirlo como una experiencia realmente traumática. “Los cuidadores de comedor deberían recibir formación para manejar estos casos y los padres notificar al centro, ARFID es un trastorno alimentario, no un capricho o falta de disciplina del niño”. 

Qué hacer en el comedor del  colegio.

Qué hacer en el comedor del colegio. / E. Elements