Puede que tú también lo digas: “¡Mi hijo/a no me come nada!”, pero debes estar tranquilo: es muy probable que no tengas de qué preocuparte. De hecho, esta frase sirve para ilustrar la percepción de muchas familias con respecto a la alimentación de sus hijos y que a menudo no se corresponde con la realidad: el niño come, lo que ocurre es que no come la cantidad que a sus familiares les gustaría. 

— “¡Es que está creciendo!” 

— Sí, claro que está creciendo, pero lo importante aquí son las características de su metabolismo según su edad, su desarrollo, su actividad y de su estilo de vida. En general, son ellos mismos los que se van autorregulando en función de lo que su cuerpo necesita. Por ejemplo: no debería comer lo mismo un niño que hace deporte a diario que otro que lleva una vida más sedentaria. 

Federico Mallo, catedrático de Endocrinología (Uvigo) y director de LabEndo. Ricardo Grobas

En términos generales, es muy difícil ver a un niño desnutrido en Occidente por una ingesta de alimentos insuficiente. Si el niño está creciendo y desarrollándose bien, si tiene un buen rendimiento escolar, si es activo, juega, se relaciona y se divierte, y no tiene problemas digestivos de forma habitual, con toda probabilidad está comiendo las cantidades que necesita. Algunos sí tienen problemas reales y ahí es cuando hemos de acudir a un especialista, pero son la minoría y se diferencian fácilmente.

En los últimos decenios, hemos pasado a pensar que los niños tienen que comer las mismas raciones que los adultos, pero la propia lógica nos dice lo contrario: si un niño de 10 -12 años está comiendo la misma ración que la de su progenitor, está comiendo mucho más de lo que debería. De hecho, la mayor parte de los niños europeos están ingiriendo una cantidad de alimentos mucho mayor de la que realmente necesitan, y aunque la tendencia es general en buena parte de Occidente, en Galicia contamos con una de las tasas de obesidad infantil más altas del país.

Es evidente que no es lo mismo comer mucho en cantidad que comer bien. A pesar de que un niño esté comiendo cantidades adecuadas puede no estar comiendo lo suficiente de un tipo concreto de alimentos y que existan déficits de nutrientes específicos. De hecho, esto sí es frecuente, especialmente en niños con obesidad. 

A pesar de que un niño esté comiendo cantidades adecuadas puede no estar comiendo lo suficiente de un tipo concreto de alimentos y que existan déficits de nutrientes específicos

¿Cómo consigo que coma de todo?

Una cosa con la que, en cambio, sí hay más problemas es en el rechazo a alimentos específicos en edad infantil y adolescente. Los gustos infantiles y sus preferencias no son los mismos que los de los adultos. Tienen una percepción de los sabores, olores y texturas diferentes y tienden a buscar estímulos más neutros. Por eso, adaptarnos en la selección y preparación de los platos puede ayudar a que nuestros hijos coman mejor y más sano. En este contexto, en general, menos es más.

Hablamos de elaboraciones más sencillas, con alimentos de sabores, olores y texturas menos intensos. Por ejemplo: en pescados — las mamás y los papás lo saben — la merluza o el rapante suelen funcionar mejor frente a otros con sabores más difíciles como el bacalao o los pescados azules. Otro ejemplo son las legumbres: a casi todos los niños les gustan las lentejas, pero no tanto las fabes o la coliflor… 

"Con frecuencia se observan ciertas incongruencias entre lo que queremos que coma el niño y lo que comemos nosotros"

Por supuesto, el gusto también se educa. Y con frecuencia se observan ciertas incongruencias entre lo que queremos que coma el niño y lo que comemos nosotros. Ellos aprenden sus hábitos por imitación y se fijan en lo que ven en sus mayores, especialmente a la hora de comer. En una casa en la que siempre hay pescado, legumbres o verduras, lo más normal es que el niño pase a integrarlo como algo normal de su día a día y de su alimentación. 

 Y además, existe un contraste descomunal entre lo que los niños deben comer y lo que se les ofrece en los medios de comunicación y las redes sociales, que tienen una gran influencia en ellos. Raramente estos mensajes incluyen alimentos saludables para la infancia. Por eso son muy importantes las cantidades y adecuar las raciones al tamaño del niño y a su actividad física, pero también intentar evitar que no coman entre horas lo que no les conviene, como snacks o bollería. De hecho, este tipo de alimentos hipercalóricos puede ocupar un lugar predominante en la alimentación de muchos niños y adolescentes, y que, por tanto, no ingieran las cantidades que necesitan de los alimentos que les ofrece la familia en las comidas principales. 

Apostar por la dieta de los abuelos será clave para el futuro de la salud nutricional de nuestros hijos. SHUTTERSTOCK

La dieta atlántica, alimentarse como los abuelos  

Aproximadamente, 35 de cada 100 niños gallegos padecen sobrepeso u obesidad infantil. Estamos entre las CCAA con una mayor tasa de este tipo de problemas en España. Aunque podemos celebrar que esta tendencia se haya estancado en los últimos 5 años, seguimos hablando de un porcentaje demasiado alto. La raíz del problema se sustenta, por un lado, en la tendencia general de la población occidental a comer en exceso. Por otro, estamos sumidos en un proceso global de aculturización que incluye la alimentación y que nos va alejando de lo que fueron las dietas tradicionales. Este fenómeno resulta mucho más evidente en las generaciones más jóvenes, que comen de forma muy parecida en toda Europa, con muchos alimentos energéticos con poca capacidad nutricional. Recuperar dietas como la Atlántica-Gallega que sí incluye muchos productos frescos de temporada y de proximidad, con buenos pescados y verduras, carnes y lácteos, y con la patata como carbohidrato principal, garantiza un buen aporte de todos los nutrientes necesarios en la infancia y la adolescencia, y contribuirá a luchar contra este problema de salud: un niño obeso tiene una probabilidad del 90% de ser un obeso adulto. Apostar por la alimentación de nuestros abuelos, en definitiva, nos ayudará a fijar la hoja de ruta para el futuro de la salud de nuestros niños. 

*Federico Mallo es catedrático de Endocrinología (Uvigo) y director de LabEndo. Fue nutricionista del RC Celta de Vigo, donde trabajó con el primer equipo y la base.