Que “Instagram empeora la imagen corporal que tienen de sí mismas una de cada tres adolescentes” no es algo que denuncien lobbies anti-tecnología, sino investigaciones internas de la propia Facebook. Así lo revelaba hace poco más de un año el diario estadounidense The Wall Street Journal en el artículo ««Facebook sabe que Instagram es tóxico para las adolescentes, según muestran documentos de la compañía»», en el que también puede leerse que “los adolescentes culpan a Instagram por el aumento en la tasa de ansiedad y depresión”.

Ahora, el asunto ha llegado a la política española de la mano del partido Más País, que ha instado al Gobierno a adoptar la legislación necesaria para que este tipo de plataformas tenga que indicar si una imagen está retocada o manipulada; es decir: si lleva filtro. Más allá del recorrido que pueda tener o no la propuesta y vistos los datos, lo que sí parece fundamental es que docentes y familias conozcamos más sobre la relación entre el uso de las redes sociales y la aparición de problemas como el Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) a la hora de poder prevenirlos.

Un contexto en el que cobra protagonismo la tipología conocida como ‘Dismorfia del Selfie’, descrita por el Boston Medical Center (BMC): “Con la difusión de la tecnología de edición de fotos a través de aplicaciones, el nivel de “perfección” física que antes solo se veía en las revistas de celebridades, ahora se convierte en la norma y cambia las percepciones de la gente sobre la belleza en todo el mundo (...) pudiendo desencadenar un TDC”. 

Carmen Ferreiro, doctora en Psicología Evolutiva y psicóloga especializada 
en infancia y adolescencia.
 Cedida

La doctora gallega en Psicología Evolutiva y Psicóloga sanitaria especializada en Infancia y Adolescencia Carmen Ferreiro cuenta que esta obsesión por parecernos a nuestra imagen con filtros se vuelve “especialmente preocupante” en la adolescencia, “etapa en la que el uso de filtros está más extendido y en la que la disminución de la autoestima y la tendencia a compararse con otros ya se da por sí misma de forma evolutiva”.

“Como sociedad, cuando damos ‘me gusta’ a una foto con filtro, reforzamos algo irreal, una perfección que no existe”

“Se observa que los pacientes de cirugía estética acuden a las clínicas con su propia imagen alterada con filtros, en lugar de con fotos de modelos. Hay influencers de 16 años sometiéndose a cirugías con las que las adolescentes pueden incluso chatear. Al percibirlas como más cercanas de lo que otras generaciones sentían a las protagonistas de las revistas, el proceso de identificación se vuelve mucho más intenso. Niñas muy pequeñas empiezan a plantearse cambios en su imagen que antes eran impensables y todo esto es peligroso”.  

Síntomas del TDC 

Así las cosas y para poder plantar cara a este nuevo problema, lo primero es conocer el TDC y sus síntomas. Un trastorno que se caracteriza “por la preocupación excesiva por uno o más defectos que el individuo percibe en su aspecto físico, pero que pasan desapercibidos por otras personas”, tal y como describe Ferreiro que, preguntada por cómo podemos detectarlo, insiste en la importancia de diferenciar entre conductas habituales de una etapa — “los adolescentes siempre han estado preocupados por la imagen que ofrecen a los demás, pero ahora aspiran a algo inalcanzable: una imagen virtual, que no es real” — y la aparición de un trastorno — “esa preocupación hará que el individuo empiece a cambiar sus conductas de forma significativa y desarrolle un malestar clínicamente significativo”—. 

“Prohibir el uso de redes sociales puede exacerbar el efecto contrario. Lo mejor es hablar con ellos y acompañarles"

“Si empezamos a advertir conductas de evitación como ponerse ropa que no va acorde con la época del año: ir abrigado en verano; cambios en la forma de maquillarse: mucho más que antes; o una comprobación excesiva de su imagen, sumada a sintomatología depresiva, estaremos ante factores de alarma”, dice Ferreiro, que recuerda que este problema puede confundirse con otros como los trastornos de alimentación

Claves para la prevención y uso de redes sociales 

Por su parte y a la hora de prevenirlo, lo primero será que como familia fomentemos una buena autoestima en nuestros hijos:“Esa va a ser su principal defensa. Para ello, no debemos abusar de las comparaciones con otros o la crítica o de las riñas y destacar lo bueno frente a un mal resultado …”. También es importante que tengamos cuidado con las exigencias que le planteamos, además de evitar referencias excesivas al físico.

Los primeros síntomas aparecerán en torno a los 12 o 13 años, este es el periodo más sensible y en el que debemos de estar especialmente atentos. ¿También con las redes sociales?, ¿podemos prohibirles directamente el uso de estas plataformas? Ferreiro no lo duda: “No se trata de evitarlo totalmente porque suele resultar contraproducente y acabar por exacerbar el efecto contrario. Lo importante es acompañarlos: vigilar el tiempo que están expuestos a las redes sociales y el uso que hacen de ellas; además de charlar con ellos y observar los valores que están construyendo.

Por el mismo motivo, “no debemos de censurar el uso de filtros, sino sobre todo explicarles que lo que están viendo no es real, que las influencers suelen tener preparadores de imagen, etc.”, aconseja la experta que, con todo, opina: “Como sociedad, deberíamos de evitar esos me gusta a imágenes retocadas con filtro, porque estamos reforzando en el individuo una imagen que no es real”. 

Ferreiro no quiere despedirse sin enviar un mensaje de tranquilidad a las familias afectadas: “Lo importante es acudir a un profesional que confirme el diagnóstico y planifique una intervención individualizada, que puede requerir terapia psicológica, farmacológica o ambas. Podemos ponerle solución, pero es fundamental contar con el apoyo de expertos para evitar que se cronifique; cuanto antes se intervenga, mejor”.