Harry Potter y su ejército de seguidores gallegos

Veinticinco años después de que se publicara en España el primer libro de la saga de J. K. Rowling, la pottermanía sigue atrapando nuevos adeptos y mantiene fieles en sus filas a sus devotos más veteranos

En 1998 una editorial que no pasaba por sus mejores momentos, Emecé, fue tocada por una varita mágica al publicar en español “Harry Potter y la piedra filosofal”, la primera entrega de la saga del aprendiz de mago creada por la escritora británica J. K. Rowling que un año antes había salido a la luz en su idioma original de la mano de la pequeña editorial Bloomsbury, la única que apostó por esa desconocida autora y se arriesgó a publicarle una cantidad modesta de ejemplares de su primera novela. La fantasía del universo de Hogwarts, llevada por primera vez a la pantalla en 2001, creó un fenómeno social inédito hasta entonces: su ejército de seguidores guardaba colas en las librerías de todo el mundo cada vez que salía una de las nuevas entregas de la serie. La pottermanía atrapó a niños y a adolescentes , pero también a sus padres y abuelos. Veinticinco años después, el universo Potter sigue contando en sus filas con sus adeptos más veteranos e integra también a nuevas generaciones de lectores.

Muchos de esos devotos crecieron con el protagonista de la saga. Es el caso de Irene Alonso, una potterhead de 31 años residente en Vigo que aprendió con Harry Potter qué es el amor por la lectura y la continuidad de ese hábito a lo largo del tiempo. “Recuerdo ir a la playa con un libro y a mi madre diciéndome ‘no vas a leer eso por enésima vez’. Y es que llegué a leerme el mismo libro más de cuarenta veces, me sabía los diálogos de memoria”, relata. Su encuentro con el mago de Hogwarts se produjo cuando tenía seis años y medio y su abuela le regaló dos títulos de la serie para que no le entraran celos ante el inminente nacimiento de su hermana. En ese momento la lectura no le atrapó porque la historia le resultaba oscura y le daba miedo, pero al año y pico lo retomó y encontró en “Harry Potter y la piedra filosofal” una pasión que hasta entonces no había sentido y un refugio al que siempre volver.

Sabela Villar y Carmela Ríos, madre e hija, comparten afición. | // GONZALO NÚÑEZ

Irene Alonso, "potterhead" desde niña. / Alba Villar

“Estuve siete años, desde 2000 a 2007, leyendo los libros de la saga que iban saliendo, empecé con ocho años y terminé con 15”, indica Irene Alonso, quien cada año vuelve a reencontrarse con el universo de fantasía de su infancia y se hace un maratón de las películas, normalmente en Navidad y últimamente en versión original para mejorar sus conocimientos de inglés, además de releer los siete títulos. “Es mi zona de confort, les pasa a muchos de mis amigos, es volver a sentir lo que sentí de niña cuando se despertaron sentimientos que yo no conocía, y recordar dónde estaba cuando leía cada página por primera vez”, comenta esta joven, en la actualidad lectora asidua de poesía, teatro y novela histórica.

Ser potterhead

Ser potterhead, como se reconocen internacionalmente los fanáticos de Harry Potter, implica, en el caso de Irene Alonso, tener cuatro ediciones distintas de la saga en español (tapa blanda y dura, ilustradas y la especiales de Minalima), ejemplares del primer título en japonés, chino y portugués, dos ediciones distintas de las películas, funko pops de varios personajes y el rayo de Harry tatuado en su muñeca izquierda desde que tenía 18 años. “Y lo que tendré cuando vaya a los estudios de Londres a gastarme el sueldo mensual”, anuncia.

El universo de Hogwarts ha sido el punto en común para muchas personas de su generación y ha estado presente en las conversaciones a la hora de entablar amistades en su etapa universitaria. “Cuando te encuentras a una persona que tiene ese fanatismo enseguida le preguntas ‘¿y tú, de qué casa eres’? – en alusión a las cuatro casas de Hogwarts, a cada una de las cuales se les atribuyen unas cualidades­–  o te dicen ‘tú eres Hufflepuff”, por ejemplo, porque tu personalidad encaja dentro de ese perfil ”, explica Irene Alonso, quien se declara integrante de Hufflepuff, a quienes se les atribuye la lealtad y la solidaridad como valores.

De tal palo...

Sabela Ríos, vecina de Bueu, ha contagiado su pasión por Harry Potter a sus hijos, Andrés, de 20 años y Carmela, de diez. Vio su primera película de la serie hace veinte años, cuando tenia 22, y quedó tan hechizada que se fue directamente a leer los libros que habían salido hasta el momento, primero, y a esperar durante años a que saliera el siguiente título hasta acabar la saga. “No fui de las que hice cola porque cuando tienes como librero a Fernando Miranda te consigue siempre lo que le pidas”, dice esta aficionada a la literatura fantástica, fan también de Tolkien y de George R. Martin, por cuyo próximo libro de la saga “Juego de Tronos” lleva esperando once años. “Yo no podría”, me desespero muy fácil”, dice su hija Carmela impaciente.

Piede fotasd sadasdasdasdoadsadasdasdsadsdasd sad as.  | // FARO

Sabela Villar y Carmela Ríos, madre e hija comparten afición. / Gonzalo Núñez

¿Qué tiene Harry Potter para que sus seguidores sigan veinticinco años después atrapados en su universo? Para Sabela Ríos la respuesta está en las emociones que desata. “Aunque es un mundo mágico, puede coexistir perfectamente con el mundo real, con el nuestro; es una manera de no perder la imaginación aunque tengas 40 años, de seguir con la misma fantasía y emoción que sientes de niño con esa magia. Cuando yo era pequeña andábamos todos locos con Songoku, cuando a los catorce años empecé con “La historia interminable” y “El señor de los anillos” fue amor a primera vista; si hubiera tenido a Harry Potter de niña, fliparía con el mundo tan increíble que te abre”. Tal vez por esa carencia durante su infancia, ya que el aprendiz de mago llegó a su vida cuando ya tenía 22 años, disfruta cada vez que relee y vuelve a ver con sus hijos las películas y no duda en regalar a su hija nuevos artículos para la estantería de Hogwarts que tiene repleta de productos de merchandising, entre ellos las varitas mágicas de Harry Potter y de Voldemort, un ajedrez, una lámpara, un funko pop de Minerva, un Cluedo, pósters, una lámpara, tazas, camisetas, las gafas del mago... “Como no puedo comprar esas cosas para mí, las compro para ella”, confiesa. Lo mismo le sucede a su hermana, otra potterhead, que vive con su marido y su hijo en la planta superior. “Vamos todos juntos al cine y le alimentamos la afición a la niña”.

Carmela Ríos, la hija de Sabela, es, al igual que su madre y su hermano (el padre no comparte la misma afición), de la casa Gryffindor, los estudiantes más valientes, y a veces imprudentes, de Howarts. Su título favorito de la saga, que ha visto “más de quinientas veces”, según calcula (prefiere ver las películas a leer los libros), es “Las reliquias de la muerte”, la parte 2, “por la batalla final y los efectos especiales”. El de su madre es “El prisionero de Azkaban”. La ilusión de ambas es ir a los estudios de Harry Potter en Londres, aunque para eso tiene que mejorar sus notas en inglés.

Devoción y negocio

El encuentro de Adrián González con el mago de Hogwarts sucedió de manera inversa al de Sabela y Carmela. “A mí me encanta el cine y mi hija devoraba los libros de Harry Potter, los releía y esperaba a que saliera el siguiente, así que me interesé por saber qué tenían para atraparla tanto. Y me enganché”, explica. Ahora los tres de la familia – Adrián, su hija Sara, de 30 años, y su mujer, Adele – son grandes fans de J. K Rowling y de las películas de Harry Potter, y han hecho negocio de su afición, ya que desde hace casi cinco años regentan “La tienda que no debe ser nombrada”, un comercio de A Coruña especializado en artículos del universo Potter al que la pandemia dio la oportunidad de reinventarse , extenderse por el mundo del comercio electrónico y diferenciarse del resto organizando encuentros de fans con actores de la saga de Potter.

Desde que llevan desarrollando esos eventos, ya han pasado por la tienda gallega ocho intérpretes de otros tantos personajes: Nicolas Flamel (Brontis Jodorowsky), Gregory Goyle (Josh Herdman), Viktor Krum (Stan Ianevski), Arthur Weasley (Mark Williams), Evanna Lynch (Luna Lovegood), Natalia Tena (Nymphadora Tonks), Victoria Yeates ( Bunty) y Fanny Carbonnel (la señora Goldstein), a los que se les sumara el año que viene y en breve Christian Coulson (el Tom Riddle adolescente de la segunda película). “Todos han tenido mucho éxito porque el que es fan, le gusta el cine y quiere tener un momento único con un actor, aunque traigas al responsable de sonido de una de las películas más famosas, le va a atraer”, explica Adrián González. La mayor repercusión la tuvo Evanna Lynch, que no hace habitualmente visitas a tiendas y atrajo a Coruña a fanáticos de otros países como Italia.

En esos encuentros, el fan accede con una entrada que le da derecho a estar un rato con el actor y llevarse su firma en diferentes artículos, ya sean funkos, fotos, varitas o cualquier otro objeto. Además, cada famoso deja firmados varios productos de merchandising que pasan a formar parte de los artículos exclusivos que vende la tienda.

Con una trayectoria profesional montando hoteles por toda España, primero, y tiendas de Inditex, cuando estalló la burbuja inmobiliaria, Adrián González y su familia viajaron varias veces a los estudios de Harry Potter en Londres y a tiendas especializadas en el universo mágico de J.K Rowlling antes de abrir su propio negocio, el cual “no tiene nada que desmerecer a los que hemos visto”, apunta González. Los fanáticos de Potter destacan la personalidad y el estilo propio del establecimiento gallego, que se ha convertido en polo de atracción de visitantes que compran productos en su web y luego deciden viajar a Galicia a conocer la tienda. “No hemos hablado con ninguna autoridad para colgarnos medallas por atraer turismo” –bromea González –, “no hemos tenido tiempo, porque desde el minuto uno en que abrimos hemos estado ocupados en disfrutar y que los fans nos reconozcan como una tienda con muy buen estilo” ­– continúa–. “La magia existe y nosotros hemos credo un poco de magia en A Coruña”, concluye.

De todos los artículos a la venta en la tienda, las réplicas son los artículos más demandados, y dentro de ellas, las varitas mágicas, de las cuales cada cliente se lleva la de su personaje favorito. Lo más exclusivo son las escobas, con ediciones limitadas numeradas, y la más cara es la de Harry Potter que salió a la venta hace cuatro años por 350 euros y en la actualidad cuesta unos 500 euros. Entre los productos más novedosos, destacan las varitas de control remoto y el dosificador de perfume con la apariencia del desiluminador Dumbledore, empleado en la novela para apagar las luces de las farolas.

Conchi Barreiro en la 
librería De Papeis. 
// Rafa Vázquez

Luis Adrián González, en "La tienda que no debe ser nombrada". / Iago López

Productos desde un euro hasta piezas preciadas para coleccionistas conforman la oferta de la tienda. “Los libros, por supuesto, los tenemos todos. Desde los convencionales hasta los pop up, especializados en crochet, comida, manualidades, costura, lettering, acuarelados”, enumera González. En cuanto al perfil de la clientela es muy diverso, “desde personas que han crecido con la saga, como mi hija, hasta padres que vienen a comprar cosas para sus hijos, pasando por niños que se han leído alguno o todos los libros”, dice Adrián. “A día de hoy siguen creciendo los fans. Quien no es fan es porque aún no se ha leído ningún libro de la saga. Lo bueno que tiene J. K. Rowling es que su escritura engancha, a mí me enganchó y no soy tan lector como mi hija o mi mujer”, dice Adrián González, cuyo personaje favorito es Severus Snape y lamenta no haber podido traer a su tienda al actor que lo interpretó, Allan Rickman, fallecido en 2016 .

“Aunque el test me colocó en Ravenclaw, siempre digo que como soy astuto y no me gusta perder, elijo ser Slytherin por afinidad”, comenta González. Su esposa, Adele, de origen británico, es Grifindolf, su personaje favorito es Luna y tuvo la inmensa alegría de conocer a la actriz que la interpretó. Sara, su hija, es Hufflepuff y conoció Natalia Tena, que encarna a Nymphadora Tonks.

El universo Potter

“Quien entra en el universo Potter ya se queda ahí para siempre”, afirma Conchi Barreiro, madre de dos jóvenes de 25 y 26 años seguidores de Harry Potter y dueña de la librería De Papeis, en Pontevedra, que cuenta con un espacio dedicado a la obra de J. K. Rowling y a productos de merchandising del aprendiz de mago de la escritora británica.

Conchi Barreiro, en la librería De Papeis.

Conchi Barreiro, en la librería De Papeis. / Rafa Vázquez

Ejemplares de ediciones en inglés, en francés y en gallego llenan parte de las estanterías del rincón dedicado a Harry Potter. Son productos preciados por los coleccionistas, que tienen ahora como nueva atracción el tercer libro pop up de la serie Minalima lanzado con motivo del 25 aniversario de la primera edición en España de “Harry Potter y la piedra filosofal”. Libros de cocina, de punto, de manualidades, de origami, o para colorear completan la oferta en papel y tinta, mientras que en el apartado de merchandising las demandadas réplicas de varitas mágicas y de horrocruxes comparten espacio con juegos de mesa tipo Trivial, Cluedo o ajedrez, felpudos, tazas, maquetas, puzzles, pijamas, viseras, bisutería,... “todo lo que te puedas imaginar”, resume Conchi Barreiro.

Varitas hay más de ochenta diferentes. “Los que empiezan quieren las de Ron, Harry y Hermione, luego depende de la casa a la que pertenezcas y del personaje que más te guste aunque también hay el que las quiere todas”.

Los precios van desde el euro o dos euros de detalles pequeños, a los 400 a 500 de las réplicas de escobas que se piden por encargo. Esta librera pontevedresa comenta que Harry Potter, como los juegos, no tiene edad. “Tenemos clientes desde los cinco años a personas mayores que sigue coleccionando cosas de Potter, a sus nietos les regalan libros nuevos, pero sus ediciones no las tocan”, manifiesta. En cuanto a la procedencia de los compradores, indica que vienen de diferentes partes de Galicia. “Como abrimos sábados y domingos por la mañana al vender prensa, nos llegó un padre y su hija que se habían cogido la moto desde Lugo porque nos habían visto en una reseña”.

Suscríbete para seguir leyendo