¡No disparen al novelista! (La realidad es la culpable…)

florituras de gogue

florituras de gogue

Pedro Feijoo

Pedro Feijoo

Ustedes me perdonarán, pero… vamos a llamar a las cosas por su nombre: hay un cadáver bastante parecido a un elefante en medio de la habitación. Y no, esta vez no ha sido ningún Borbón el que ha apretado el gatillo. Sino yo mismo.

Lo digo porque, es evidente, estos días se está hablando –y mucho– de la novela que acabo de publicar. El pasado jueves salió a la venta en su edición en gallego, y este miércoles lo hará en castellano. Siempre me produce un cierto reparo, casi rayano en el pudor, hablar de mi trabajo. Pero, en esta ocasión, obviar el tema sería exhibir una falsa modestia que, sinceramente, casi me incomoda más. Sobre todo porque, en efecto, la novela aborda algún que otro tema escabroso cuya relación con la actualidad –por no decir abiertamente imitación de la realidad– roza indisimulablemente con lo incestuoso: sí, es cierto, he escrito una novela en la que, entre otras cuestiones, se siguen de cerca los pasos de un presidente autonómico que, tras años de acomodo en el éxito de varias mayorías absolutas, decide dar el salto a la política española, dejando el confort de su cargo para aceptar el de presidente de su partido y postularse como candidato en unas elecciones generales. Insisto en el hecho de que, en realidad, la novela no trata sobre el candidato, sino más bien sobre todo lo que le rodea. Se trata de una historia sobre toda esa gente que se mueve en las sombras, aquellos que casi nunca salen en las fotos, pero que desde luego sí son la parte más interesada de cada movimiento. Las verdaderas manos que mecen nuestras cunas…

Y sí, puede que todo esto les parezca muy novelesco. “Hale, ya está el Feijoo con sus historias”. Pero… Lo siento, lo siento mucho. Me encantaría que, en efecto, todo esto que les cuento fuese carne de ficción y nada más. Historias de monstruos y fantasmas que nada más viven en nuestra imaginación. Pero… Lo siento, insisto, lo siento mucho. Porque tengo malas noticias: ¿recuerdan eso de que la realidad siempre supera a la ficción? Pues, créanme, nada más cierto. Nuestra realidad es monstruosa, está llena de historias oscuras, terribles, terroríficas… Criminales.

Abran, si no me creen, sus periódicos de cabecera. Atiendan a sus informativos de referencia. Pero háganlo, por favor, con una mirada crítica, atenta. Y díganme qué ven, si no…

¿Quieren algún ejemplo, acaso? De acuerdo.

Observen la actualidad parlamentaria, sin ir más lejos. Sí, claro, de entrada no parece muy interesante. Alberto Núñez Feijoo (vamos, el otro Feijoo…), el candidato propuesto por el rey, ha perdido tanto en la primera como en la segunda de las votaciones para ser nombrado presidente del gobierno. Nada interesante, en realidad, que al fin y al cabo ya sabíamos de antemano lo que nos decía la lógica de la aritmética parlamentaria: en principio, Feijoo no sumaba los votos necesarios para la más simple de las mayorías. En principio… Y ahí está el matiz, en ese “en principio”.

De hecho, en las últimas semanas incluso había llegado a ensayar cantos de sirena para el empresariado vasco y catalán –¡ah, las altas burguesías, siempre tan volubles (como de poco fiar)–. Quién sabe, ¿por qué no tenerlo en consideración? Total, en estas lides la pregunta que importa nunca es si está bien o está mal, sino otra mucho más pragmática: ¿de cuánto dinero estamos hablando? Y esto, por no entrar en terrenos más pantanosos. Porque, seamos sinceros: cuando comenzó a verse por las almenas de la madrugada el fantasma del tamayazo, ¿de verdad me van a decir que no tragaron saliva? ¿Ni por un momento? Permítanme que no les crea si me dicen que no… De hecho, se lo confieso: yo habría dado lo que fuera por poder escuchar cinco minutos, solo cinco, de cualquiera de las conversaciones en los últimos días de la desesperación. Nada, absolutamente nada de todo esto que les cuento, sería nuevo bajo el sol. Políticos mentirosos, empresarios capaces de todo por ganar la única cantidad que de verdad importa (“más”), medios de comunicación dispuestos a convertir bulos en noticias… Todo esto ya ha pasado en nuestra historia política. En los reservados de los restaurantes, en habitaciones de hoteles de lujo y en mesas de cafeterías cochambrosas. Todo esto ya ha pasado… Y seguirá pasando.

Al final, la realidad más vulgar siempre supera a la ficción más elaborada, y esa es la gran frustración de cualquiera que se dedique a este trabajo: por más que uno se esfuerce, jamás, jamás conseguirá diseñar una ficción que llegue a reflejar todos los detalles, todas las aristas, todos los matices de la realidad. Esa es la verdad. La que nadie nos contará.

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