La economía del hidrógeno
El descubrimiento de Mali es una prueba real de lo que un pequeño grupo de científicos han estado diciendo durante años y que contradice la sabiduría convencional: a partir de reacciones de agua con roca en las profundidades de la Tierra se genera continuamente hidrógeno, que se filtra a través de la corteza y, en ocasiones, se acumula en bolsas subterráneas que forman grandes reservas de hidrógeno natural, de forma similar al petróleo y al gas, pero en diferentes ubicaciones. Y la sorpresa es que, bajo nuestros pies, podría haber suficiente hidrógeno natural para satisfacer la creciente demanda mundial durante miles de años, según un modelo del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS por sus siglas en inglés), que se presentó en octubre de 2022 en una reunión de la Sociedad Geológica de América.
Como vector energético, el hidrógeno tiene cada vez más protagonismo en la estrategia para la transición energética y la descarbonización de la industria y del trasporte, terrestre y marítimo. Se trata de un gas inodoro, invisible, insípido, no tóxico y muy difuso. Y lo más importante, es generado por un proceso geoquímico natural en el interior de la corteza terrestre, por lo que es una fuente sostenible e inagotable. Por otra parte, parece claro que el sector de la automoción avanza hacia un futuro en el que predominarán los vehículos con motor eléctrico, pero lo que no está tan claro es que el almacenamiento de la energía que necesitan esos motores se vaya a gestionar por medio de las baterías que conocemos hoy en día. Lo más probable es que, tras una primera fase de introducción de esta nueva tecnología para la movilidad sostenible, se de paso a una segunda fase de democratización de los vehículos de hidrógeno, que van equipados con una pila de combustible que crea una reacción química al entrar en contacto el hidrógeno con el oxígeno del exterior, y el resultado es energía limpia para mover el motor eléctrico, y, como único residuo, vapor de agua por el tubo de escape. Además, este tipo de vehículos plantean una serie de ventajas como son un menor tiempo de recarga o un mayor rango de autonomía sobre el vehículo con baterías. Fabricantes como Toyota, con un modelo comercial de hidrógeno como el Mirai, BMW con el iX5 Hydrogen, o Stellantis con el Ë-Jumpy, son conscientes de que este sistema aún va por detrás, pero también son optimistas de cara al futuro y no dejan de invertir recursos en esta prometedora tecnología. Actualmente podríamos afirmar que el empleo del hidrógeno en los vehículos va aproximadamente un ciclo de producto (5 o 6 años) por detrás de los vehículos eléctricos con batería, pero esta distancia se acortará hasta igualarse en el año 2030.
Por el momento, todo el hidrógeno comercial tiene que fabricarse, ya sea de forma contaminante, utilizando combustibles fósiles, o de forma costosa, utilizando electricidad renovable. El hidrógeno natural podría convertirse en una revolución de toda la economía energética mundial, pero todavía es pronto para saber si está acumulado de manera comercialmente explotable, y los científicos en estos momentos se centran en averiguar cómo se ha formado, y cómo migra de unas capas a otras. Faltan datos, es cierto, pero se trata de un proyecto ilusionante y esperanzador. Este descubrimiento en Mali podría llegar a ocupar un lugar destacado en la historia de la humanidad, al igual que sucedió con otro descubrimiento en 1859 en Titusville, Pensilvania. En aquel momento, el mundo conocía las filtraciones de petróleo en lugares como Irak y California, pero nadie sabía que había vastos depósitos que se encontraban bajo tierra. Un empresario casi en bancarrota, llamado Edwin Drake, que trabajaba perforando con una máquina de vapor y tubos de hierro, encontró oro negro a una profundidad de 21 metros y comenzó a almacenarlo en un pequeño depósito. En poco tiempo, otras empresas americanas empezaron a utilizar el sistema de Edwin Drake, y la producción de petróleo se disparó a cientos de miles de barriles diarios. Aquel descubrimiento también ayudó a cerrar el capítulo de la caza de ballenas a gran escala, ya que la principal fuente de combustible para lámparas era el aceite de este cetáceo. Y resultó que el uso del petróleo era mucho más barato, lo que supuso, a la postre, salvar la vida de miles de ballenas y evitar su extinción. De vuelta al siglo XXI, la lucha ha aumentado de nivel y se centra ahora en frenar el cambio climático y salvar la vida del planeta entero. A mi juicio, el hidrógeno natural será un elemento clave en esta compleja misión.
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