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Los gallegos que quisieron derrocar al rey de Inglaterra

Aliados con clanes escoceses, liderados por el mítico Rob Roy, y partidarios de la dinastía de los jacobitas de la Casa Estuardo, los soldados del Regimiento Galicia actuaron como “cabeza de playa” de un plan de Felipe V que pretendía devolver la corona británica a los católicos y sobreponerse al dominio del imperio inglés

Estado actual del Castillo de Eilean Donan, abierto a visitas turísticas. FDV

La operación resultó un fracaso estrepitoso. La “cabeza de playa”, o por mejor decir en este caso “de lago”, se convirtió, a la postre, en “carne de cañón”, pero el heroico comportamiento de los doscientos y pico soldados integrantes del Regimiento Galicia en la denominada Batalla de Glen Shiel (10 de junio de 1719) fue reconocido incluso por sus enemigos, quienes, tras apresar y encarcelar en Edimburgo a los supervivientes durante poco más de un mes, los dejaron en libertad y les permitieron regresar a España.

Esta acción estaba enmarcada en un ambicioso plan, diseñado por el consejero principal de rey español, cardenal Giulio Alberoni, cuyo objetivo de fondo era “conquistar Inglaterra” mediante el derrocamiento del rey Jorge I y la restauración en el trono de los jacobitas, católicos partidarios de los reyes Jacobo I y Jacobo II, de la Casa Estuardo -que habían sido desplazados de la monarquía por los Hannover, dinastía antecesora de los actual Windsor- y que aún mantenían importantes apoyos en Irlanda y en Escocia, de donde eran originarios.

A grandes rasgos, el plan Alberoni consistía en enviar un pequeño contingente a Escocia que llevara armas a los jacobitas, con el objetivo de apoyar la rebelión de los clanes escoceses previendo que ello provocaría un desplazamiento de tropas hacia el norte que dejaría la parte sur de la isla al descubierto, lo cual sería aprovechado por una fuerza estimada de 5.000 soldados que tocaría tierra en Gales o Cornualles, donde la oposición a los ingleses era mayor, y tendría como destino la ocupación de Londres.

Retrato del cardenal Giulio Alberoni.

Retrato del cardenal Giulio Alberoni. FDV

Antecedente de la Brilat

El Galicia era un regimiento de tropas heredero del Tercio de Lombardía que, curtido en Flandes, tras sufrir considerables bajas en 1715, absorbió a los Tercios de Lugo, Ourense y A Coruña. Este reclutamiento derivó en que le se cambiase de nombre, y lo cierto es que su denominación se conserva hasta el día de hoy en la mismísima Brilat. En total sumaban, según distintas fuentes, entre 275 y 307 hombres, al mando del coronel gallego Nicolás de Castro Bolaño, nacido en Vilaba (Lugo) y de su sargento mayor Alonso de Santarem, de cuna portuguesa. Este era el contingente que partió del puerto de A Coruña y que, el 13 de abril de 1719, desembarcó, tras un breve trecho de navegación por río, en una de las orillas del lago Alsh, estableciéndose en el castillo Eilean Donan, donde tendría lugar la cita con los clanes escoceses, entre ellos el del célebre Robert Macgregor Campbell, más conocido como Rob Roy.

Lo que desconocían los gallegos era que la flota que trasladaba los cinco mil hombres y las armas para dotar un ejército de 30.000 que iba a consumar la invasión de Inglaterra, que había zarpado del puerto de Cádiz, fue sorprendida por una tormenta a la altura del Finisterre bretón que dispersó y dañó la mayor parte de los barcos. Ante aquel desastre, que mucho recuerda al de Armada Invencible en 1588, se dio la orden de abortar la misión. Por si fuera poco, los escoceses, desconfiados y temerosos del fracaso, no se sumaron tan mayoritariamente a la revuelta como se esperaba; exigían tener noticias de la flota siniestrada por el temporal y estas no acababan de llegar. A pesar de ello, se decidió establecer el cuartel general en el propio castillo de Eilean Donan.

Retrato del rey Jorge I de Inglaterra.

Retrato del rey Jorge I de Inglaterra. FDV

A esas alturas, los espías de Jorge I ya tenían noticias de los planes de Alberoni. De hecho, el 9 de mayo cinco navíos británicos llegaron a las proximidades del lago y, acto seguido, el comandante inglés Boyle envió un bote con un oficial para que negociase la rendición del castillo. Los gallegos, y los escoceses que continuaban con ellos, respondieron al mensajero abriendo fuego contra su embarcación, y aquella misma tarde, los navíos ingleses dirigieron su artillería contra el castillo para cubrir con su fuego el desembarco de un buen número de soldados. En aquel momento el castillo sólo estaba custodiado por unos cuarenta y cinco hombres, así que la resistencia fue muy débil y breve. Controlado el cuartel general de la fortaleza, los ingleses detuvieron a “a un irlandés, un capitán y un teniente español, un sargento, un rebelde escocés y 39 soldados españoles”, además de hacerse con un suculento botín: más de trescientos barriles de pólvora y unos cincuenta de munición para mosquetes.

Pero el resto de los rebeldes habían conseguido huir y su única esperanza estribaba en convencer a los clanes de las Tierras Altas para que se alzaran en armas, y de una vez por todas unidos. Pero los hombres de los highlands todavía se mostraban reticentes a sumarse a la insurrección. Aún así, se consiguió reunir a alrededor de un millar de efectivos, entre los que se encontraban los liderados por Rob Roy. Un “ejército” a todas luces insuficiente para hacer frente al de los partidarios de Jorge I, que lo superaban sobradamente en número y armamento.

Batalla desigual

Entre tan desiguales ejércitos se produjo la hogaño conocida como Batalla de Glen Shiel la tarde del 10 de junio en una zona de colinas próxima al río Shiel. Las tropas del coronel Bolaño –unos 275 soldados– se situaron en el cuerpo central de las fuerzas defensivas, pertrechándose en unas improvisadas barricadas y un puente de piedra, junto con los hombres de Rob Roy y unos cuatrocientos jacobitas. Mientras, el resto de las exiguas tropas rebeldes se repartía en las colinas cercanas.

Recreación de la Batalla de Glenn Shiel. FDV

Según las crónicas más creíbles y unánimemente aceptadas, el combate se inició a las cinco de la tarde y se prolongó durante unas tres horas, hasta que la noche oscureció por completo el campo de batalla. El general inglés Wightman, según se relata, había iniciado el ataque con morteros y la acometida de una compañía de dragones, a la que siguieron varios pelotones de infantería. Aunque los gallegos y sus aliados consiguieron repeler el primer ataque, durante el siguiente intento de los ingleses Rob Roy resultó seriamente herido, huyendo sus hombres a las montañas para ponerlo a salvo.

Al percatarse de la huida de los highlanders, los jacobitas comenzaron a retirarse también, de manera que tuvieron que ser los del Regimiento Galicia los últimos en abandonar su posición. Aquellos soldados fieles a Bolaño consiguieron esconderse en el monte y burlar al enemigo aquella noche, pero a la mañana siguiente, con la luz del día, comprobaron que estaban rodeados y su única salida pasaba por la rendición. Así lo hizo Nicolás de Castro Bolaño entregando simbólicamente su espada al general Wightman.

Aquella fue la última vez que un ejército extranjero pisó suelo británico para combatir a los ingleses. Ni Hitler ni Napoleón consiguieron llegar a tanto.

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