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GALICIA: LA VÍA LÁCTEA DE LA SAUDADE (xv)

El “ámeto mítico” de Uxío Novoneyra

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Alfonso Armada: El “ámeto mítico” de Uxío Novoneyra

Fue toda una aventura concluir la intensa jornada que empezó recorriendo solo la muralla de Lugo y acudiendo luego de la mano de Uxío Novoneyra hijo por las carreteritas del Courel desde Paderne a Folgoso do Courel para presenciar a cielo abierto la versión de A esmorga que Ignacio Villar rodó en 2014, con un extraordinario esfuerzo físico y mental de Miguel de Lira, Karra Elejalde y Antonio Durán Morris. Aunque la película destila un realismo sucio y una voluntad de estilo desgarrado, me temo que abusa de lo explícito desde la primera escena, que no ayuda a mantenerte en un filme ambicioso que quiere ser fiel al original de Eduardo Blanco Amor y que busca traslaciones cinematográficas que con demasiada frecuencia se quedan en la escatología y la obscenidad. No siempre se entiende a los actores que hacen más de sí mismos en situaciones límite delirantes que creando personajes verosímiles, aunque sea en el registro esperpéntico. Los actores se agotaron haciéndola (tuvieron que recurrir a antibióticos para combatir la exigencia física bajo el agua y el frío) y a los espectadores incluso bajo las estrellas y las siluetas del Courel. Nos exigía una atención que no siempre era fácil de conceder por la brutalidad. Y a veces se me iban los ojos tras la noche de las montañas pensando en Uxío Novoneyra.

“Hein dír o Pía Páxaro i a Boca do Faro

deitarme na Campa da Lucenza nun claro.

Hein d’ir á Devesa da Rogueira i a Donís

ó Rebolo á Pinza i ó Chao dos Carrís.

Hein d’ir a Lousada i a Pacios do Señor

a Santalla a Veiga de Forcas i a Fonlor.

Hein d’ir ó Cebreiro pasar por Liñares

rubir o Iribio a Cervantes i a Ancares.

Hein d’ir a Cido i a Castro de Brío

baixar i andar pola aurela do río.

Hein d’ir a Céramo cruzal’o Faro i entón

debrocar pra baixo cara Oéncia e León.

Hein d’ir a Vales i a Pena da Airexa

i a un eido solo onde ninguén me vexa”.

Pero este quiere ser ni siquiera el día de ayer, en el que fui de Paderne a Quiroga, saliendo en un utilitario del laberinto del Courel con Marta, que conducía mientras hablábamos del paisaje y de su transformación en el ser humano y por el ser humano, en la gente y por la gente, y de cómo contarlo, y de cómo preservar esa relación sin echar a perder las dos. Como escribe Karl Schlögel en En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la civilización y Geopolítica: “Los paisajes culturales son como grandes textos. Fácilmente legibles algunos, otros requieren especialistas. Están escritos en muchos idiomas (…) Los paisajes son sistemas de signos. Cada época ha dejado tras de sí sus jeroglíficos. Cada generación ha dejado tras de sí su fondo de símbolos para ella significativos. Es una historia de inscripción y borradura (…). Son grandiosas las huellas de la extinción que la emigración de los pueblos ha traído consigo (…) Los paisajes culturales son como formaciones geológicas”. Puro Novoneyra.

Una ventana en la casa del de Parada Alfonso Armada

Volví al punto de partida, Pedrafita do Cebreiro, pues fue allí donde Uxío había propuesto recogerme. Y allí comenzó otra vuelta al país natal que, de alguna manera, aunque los reportajes y el libro final van a aparecer en castellano, es también un retorno a mi otra lengua. Y por eso va a ser un problema este capítulo. ¿Cómo hablar de Uxío Novoneyra en español, cómo traducir todo lo que va a venir a partir de ahora? Menos mal que tengo a mi lado, como una biblia portátil, la hermosa versión bilingüe de Os eidos. Libro del Caurel, que Árdora Ediciones publicó, con edición y traducción de Elva Rey, la viuda del poeta, que me espera en la casa matriz de Parada.

“A casa de pedra e cal vella

–solaina e ventanas prá serra–

feita fai cen anos á miña maneira!”

La máquina de escribir de Uxío Novoneyra Alfonso Armada

La de Novoneyra no fue solo una peregrinación por el espacio, sino también por el tiempo. Una peregrinación por las tierras y los cielos del Courel, pero también por la lengua gallega. Su biografía es la de un hondo encuentro con un paisaje y con una lengua que él hace suya, que de alguna manera recoge, pero también inventa. Porque precisaba de ella. No es lo mismo, pero sí es la misma guerra que Agustín Magán libró desde Ditea y los escenarios. Los dos fueron acusados de hiperenxebrismo, porque esas palabras no las decía nadie más que ellos. Y no es cierto. Las pronunciaban los actores, y las pronunciaba el viento. Las escuchaban los espectadores y las escuchaba el viento, y toda la gente que ahora lee y seguirá leyendo a Uxío Novoneyra, en voz baja y en voz alta, como los tesos del Courel. O como lo traduce Antón Lopo, poniendo su primera persona al servicio del escritor en A distancia do lobo, su biografía experimental de Novoneyra: “non a miñá escrita se non era unha forma de comportamento, unha forma de habitar o mundo.

"Entregueille á palabra poeta case toda a miña posibilidade, pero nunca fixen nada que puidese sorprender a un labrego. Gardeime de formas exteriores literarias. Esforceime, por delicadeza, en non escandalizar os que vivían comigo e, claro, levado isto a un rigor excesivo fixo que fose poeta escandalosamente. Non ser outra cousa que poeta é, en por si, un escándalo”.

“Anda o vento ceibe polos eidos

con tódalas áas soltas

empreña os castiñeiros

ripa as lousas dos teitos

i escachafoula nas portas…”

Páginas de “Os eidos. Libro de O Courel” Alfonso Armada

Nos acercamos poco a poco a la casa que fue del poeta y en la que ya estuve hace… ¿Cuántos años? ¿Acaso no fue por las carreteras secundarias de este país extraño? Es el único camino. Mientras conduce seguro por las rutas que conoce como la palma de la mano Uxío menciona las especies invasoras (mimosas, la avispa Velutina, los preciosos plumeros de la Pampa) y cómo muda el paisaje, del bosque de los Ancares al del Courel, más salvaje, más bajo, más cerrado… Y ese fruto rojo hermoso que tiñe las sierras, el carnabudo, “el serbal de los cazadores”, que tanto celebró su padre, como en ‘A rota do carnabudo’:

“Volta a Doncos i ó Cebreiro.

Coma polacos pousados

as pallozas i os lousados

aló no alto cimeiro”.

Y así, casi de repente, sin preparación ni protocolo ninguno, me deja en manos de su madre, Elva, que, aunque nació en A Coruña se siente hija de Lugo. De hecho, recuerda cuando las niñas iban donde la Virgen de los Ojos Grandes y de rodillas daban la vuelta a la imagen y le pedían amparo.

La topografía, su fuerza neta, concreta, arrebatadora, pero humilde, uno de los rasgos más reveladores de la poesía de Novoneyra, y expresiones que no sabría traducir sin ayuda, van aflorando naturalmente a los labios de Elva, que se mantiene joven, y recita sin más énfasis del necesario, sin añadir drama, porque ya viene de fábrica con la propia lengua. Es como si la guardadora de rebaños de los Novoneyra y de las palabras del que fuera su hombre fuera la más elocuente de las pastoras.

Hablamos de camino que me trajo hasta su casa, de retorno al Courel, del inicio de mi viaje siguiendo los pasos de Cunqueiro entre Pedrafita y Compostela, y de cuán a menudo el propio Uxío se refirió al camino:

         

“…que non se fai o camiño

sólo para o rematar…”

          

que es todo un pensamiento oriental, la meta no es lo importante, sino el propio caminar en una búsqueda incesante cuyo sentido acaso esté inserto en la propia ruta, lo que no dejó de hacer el japonés Matsuo Basho toda su vida, poeta errante que mide con su propia sombra sobre el campo cambiante el curso de las estaciones y la distinta elocuencia de la luz.

“Llueve para que yo sueñe” escrito en una ventana Alfonso Armada

Uxío hace el camino inverso. De Compostela al Courel, “por terras liberadas”. Yo, que no participo de la épica nacionalista, no dejo de sentir aquí la fuerza de la lengua que respira. No se lo digo, pero al escuchar la manera cómo Novoneyra elegía un punto cardinal e iba con el cuerpo, con los ojos, con los cinco sentidos, por ese cuadrante, a sentir, a escuchar atentamente, a nombrar, y cómo era importante cada nombre de esa geografía externa e íntima, material y espiritual, no puedo sino pensar en Rainer Maria Rilke.

No podía faltar Ramón Otero Pedrayo en este capítulo, no en vano el propio Novoneyra lo celebra en sus versos.

“Ramón Otero Pedrayo de Trasalba amigo

que teil’a abundanza do teu nome comprido

e levas a frol toda a ledicia do sol que vai

dende marzo i abril a maio longo e Sanjoán!

Ramón Otero Pedrayo de Trasalba maestro

que eres abundante como o teu nome cheo

e levas a frol a tristura da morte que vai

de Outono ó Entroido por Santos i o Nadal!”

Su poesía, insiste Elva, es “culta y popular al mismo tiempo”. Una simbiosis que solo está al alcance de los grandes poetas:

“Nos levamos a carga da memoria. Non pode romper ese peso, esa ética. Descobre, garda e doa”.

Entre las palabras habitamos, los versos, tantos, que ella tiene en la memoria vivísima, como si pasaran como una película en sesión continua por sus ojos, y así llega primero a la lengua, que es la boca, y al instante siguiente, al aire, que se llena en el cuarto donde Novoneyra, sombra caliente y verdadera, permanece a nuestro lado, a la escucha. Ella confiesa, comparte: “Estivemos sempre xuntos”. Y está bien que no sea una entrevista, que ni preparé ni pedí. Es como si no queriendo saber nada quisiera saberlo todo. Luego, como si las horas fuera desmenuzándose con la misma solidez y ligereza de todos los días, posarán ella y sus dos hijos, Blanca y Uxío, ante dos inmensas piezas rojas de Antón Lamazares.

La familia Novoneyra ante el rojo abrumador de Antón Lamazares. Alfonso Armada

Así vuelve la nieve cuando Elva evoca la nieve que nieve que nieva en la boca que recuerda la nieve como la escuchaba hacerse Uxío Novoneyra, y luego la llevaba a la lengua para hacerla de tinta como un caligrama japonés, un haikú en un cuaderno blanco del Courel. No es de extrañar que fuera traducido antes al japonés que al inglés.

“Con carambelos por beiras

detrala neve as xeadas

palloza a raxos desnevia

sin fumo deshabitada”

Hablamos entre cuadros, retratos de Maside, de Laxeiro, entre caligramas, obras que no murieron, que siguen ahí, y que cuando ella o Uxío, a lo largo del día, reciten para mí o para otros veremos que no hay la menor impostura, que no puede haberla, por la realidad de la casa que no deja de respirar y que vuelve a estar habitada por una simiente que es la de la tinta. “Paredes limpas da miña casa”, dice Elva que decía Uxío. “Unha casa para perderse”. Y también una casa para ser. La casa a la que volverá desde Madrid para atender a sus padres, como antes vino para cuidarse a sí mismo y que lo cuidaran los padres. Y una constante que ella recuerda: “Uxío era un hombre muy poderoso”. Lo recuerdo de la feria del libro de Vigo, cuando le conocí, la única vez que estuvimos juntos, entre otros, su estatura como de gigante de las sierras, rocoso, su rostro amable y recio al mismo tiempo, y sobre todo su manera de recitar, que era su manera de ser, de estar en el mundo, una voz de agua fría que se volvía cálida al decir: “A infancia é todo. Él non quere transmitir desesperanza, frente a un mundo que ve apanado, escurecido. Non hai que dar nada por perdido mentres queden corazóns ardentes”.

Lo Recuerdo de la feria del libro. Su estatura, como de gigante de las sierras, rocoso, su rostro amable y recio, y su manera de recitar, que era su manera de ser

Entra Uxío hijo con un vaso con agua fresca de la fuente que un amigo de su padre quiso convertir en industria embotelladora, pero el poeta no quiso. Es agua clara que mata la sed sin matar la lengua, sin matar la memoria de mostrar de donde viene, agua en vasos cortos, como de café viejo del Courel, de ciertos lugares escondidos donde la vida tranquila no se desvanece. Como esa agua que no deja de manar, como en Os eidos, que no dejan de vivir, y que mucha gente mantiene a su lado, en la mesilla de noche, como una lámpara nocturna. Y de los miles por toda Galicia y por el mundo adelante que saben de memoria y los recitan. “Ata o túzaro diante do lume é un poeta”. Las palabras que Elva teje y desteje en su lengua convocan a Uxío que se siente en esta casa grande como una presencia que ampara tanto como la Virgen de los Ojos Grandes. Viene Cunqueiro, de quien Uxío gustaba, sobre todo del poeta último, el menos juglar de los años mozos. Y recuerda cómo transformó para ella un Land Rover (ahora es Novoneyra de nuevo) en un “asturcón dos outos”. ¿Qué automóvil conoció más gloria? Mientras la que guía “a máis xentil auriga e crina”. Porque él, “como todos los poetas, no conducía”. Hay 22 calles de Galicia, en su arqueo, que llevan el nombre de Uxío para que lo sepan los carteros. Si volvieran a escribirse cartas:

 “Todo o que eu amo é eterno

 como ti Terra o eres

 coma as amadas mulleres

 coma as neves

                        máis leves

 do máis esquecido inverno”.

“Hai 21 anos que morreu. Cando cheguei a esta casa eu finxía que non tiña un medo que en verdade tiña”, cuenta Elva mientras la luz va cambiando lentamente alrededor de la gran casa de Parada. Así lo cuenta Antón Lopo en su rara autobiografía de Novoneyra, A distancia do lobo: “O Courel non resultóu fácil para Elba”.

Ganado en el camino de entrada a la casa del poeta Alfonso Armada

Mirando para un desnivel que quita el aliento Uxío habla del Chao dos Calvares, y no es fácil de ver ese suelo si tenemos en cuenta que se trata de un plano inclinado y que no es sencillo mantener el equilibrio para no echar a rodar. Para diferenciar qué árboles son de cada quien, se marcan. El padre de Uxío los marcaba con un hacha, laboriosamente. El hijo, más práctico, utiliza un spray, y de vez en cuando repasa la N de Novoneyra que las intemperies borran. Me muestra las cantrochas, que son los castaños muertos, castillos que se desmoronaron, y que completan el paisaje en el que la naturaleza absorbe la mezcla de vida y muerte, una conversación que no termina nunca. Acabamos reconociendo el Formigueiro, que es la montaña que pastorea todas las demás, todo el lugar, “o cumio dos cumios”, que Novoneyra cantó:

“Cumes solas i escuras

correndo nuas

pra a maior soidade e negrura!”

En Parada do Courel viven hoy diecisiete personas, pero solo nueve con edad y condición para trabajar.

El calor también prende en O Courel, pero en las horas centrales del día, como dicen los locutores, que repiten frases hechas, y las bestias se dejan desistir, no como nosotros. Pasa “un corvo o pega, grandes sopranos”, anota Uxío que, con su padre, tiene los sentidos bien dispuestos y la lengua siempre afilada como una hoz para darle sentido a casa cosa. “El Souto da Rubial, que Branca nos mostró hace años, es un pedazo de cielo vegetal que Uxío desbrozó para el festival que llegará a finales de este agosto en el que yo regresé al Courel, una cita tan obligada y necesaria para mí como la de la Costa da Morte. Un ámeto mítico, como el poemario que un editor al servicio de la Xunta de Galicia y de sí mismo escondió, y que para colmo ni siquiera preservó el título que para el libro había soñado Novoneyra, y que su viuda entinta para mí en la página debida, y que llevo conmigo como un tesoro, como el tiempo que pasamos juntos en esta selva que es otro diccionario del mundo que Uxío padre supo recoger y que Uxío hijo recuerda sin cesar.

Y por esa senda revive el pasado de trabajos de Uxío Novoneyra, que aunque tendría una vida, en todos los sentidos, vibrante en Madrid (su “constelación xeográfica”, según Antón Lopo, “ten forma de papaventos”, con vértices en O Courel, Compostela, Lugo, Monforte y Madrid), es en O Courel donde se funda su estirpe y su voz, en una comunión entre el lugar y la palabra. “Permanecerei na fala”.

Tres poetas en la mesa que fue de Novoneyra. Alfonso Armada

A la vuelta hacemos obligada escala justamente en la Fonte de Parada, para beber el agua más bebedera del mundo, y que quita la sed de vivos y muertos, y de la que bebió copiosamente su padre y ahora bebemos nosotros. ¿Se puede beber dos veces en la misma fuente? Uxío Novoneyra creó una lengua propia para dar cuenta de su mundo, una lengua que sigue diciendo la realidad escondida que ignoramos, para que no se pierda, en la que su país mítico vive, resiste. Y el que los Novoneyra alientan en el corazón del Courel.

Recuerda Uxío el cuento de cuando su padre se encontró con el lobo cuando era niño, cada uno en su orilla de una cascada, cómo se miraron a los ojos, se temieron, y se respetaron, lo que le sirvió a Antón Lopo para titular y cerrar su biografía de Novoneyra, A distancia do lobo, escrita en primera persona, como si el escritor fuera el propio Uxío. Así rezan sus últimos compases: “Algo de lobo debía recender eu para que Roberto, Reimundo, Herminio e aínda hoxe, Luís Cochón, me chamasen o Lobo. Acepto o alcume pola convicción de que sempre mantiven un espazo indomable, a distancia do lobo. (…) O lobo formaba parte, íntimamente, das nosas vidas. (…) O lobo era, na nosa mitoloxía aldea, antagonista e encarnación do noso trasunto salvaxe, acordanza dunda rebeldía inmemorial que nos fora propia.

Aos sete anos baixaba coa miña nai polo desfiladeiro do Real e metéuseme na cabeza beber na fonte da Pinza. ‘Vente para acó neno, que aí é onde bebe o lobo’. Eu a querer ir e ela a turrar de mín. Eu que escapo. Agatuño por un prado costento e a miña nai queda abaixo, berrando. As pernas non lle dan para seguirme. Mánchanseme as mans de terra, os xeonllos. Chego á fonte. É un manancial cunha pociña ao pé dunha parede de rocha cuberta de ferruxe. Póñome de cóbados e bebo. As nubes pasan por baixo da auga. Están no fondo. Por riba, o lobo, asomándose. Finca a pouta. Olfatea. Ergo a cabeza. Mirámonos. Os dous sentimos un medo de nada que nos pode matar”.

La última palabra solo puede ser de Uxío Novoneyra:

“Cousos do lobo!

Caborcos do xabarín!

Eidos solos

onde ninguén foi nin ha d’ir!

O lobo! Os ollos o lombo do lobo!

Baixa o lobo polo ollo do bosco

movendo nas flairas dos teixos

ruxindo na folla dos carreiros

en busca da vagoada máis sola e máis medosa…

Rastrexa

párase e venta

finca a pouta ergue a testa e oula cara o ceo

con toda a sombra da noite na boca”.

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