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Las galácticas de Suevia Films

La emisión por un canal de TV de una serie documental sobre la vida de Lola Flores devuelve al primer plano de la actualidad a su “padrino”, Césareo González, productor vigués que contrató a las principales estrellas del cine en habla española durante las décadas de los 40, 50 y 60 del siglo

Cesáreo González con carteles de películas de Suevia protagonizadas por mujeres

Si alguien examina la filmografía de completa de las películas producidas por Cesáreo González Rodríguez (Vigo, 29 de mayo de 1903 - Madrid, 20 de marzo de 1968), descubrirá que un gran porcentaje de ellas están protagonizadas por mujeres. ¡Y qué mujeres! A lo largo de las tres décadas de “reinado hispano” de Suevia Films, las de los 40, 50 y 60 del siglo pasado, Cesáreo contrató a las más rutilantes estrellas femeninas de la época, gloriosas actrices (y a la vez cantantes, y en ocasiones, bailarinas… o bailaoras) de España y Latinoamérica, a las que ubicó como principal reclamo comercial para que el público asistiese a sus películas, un dato que se puede confirmar, y se refleja, en la confección de las carteleras que las anunciaban.

Los críticos decían que no tenía ni idea de cine, pero con su ojo clínico, y su dinero, contrató a los principales actores y actrices de la época, para protagonizar unas películas que llenaron de público las salas de proyección de España y Latinoamérica. Estas son algunas de las “chicas Cesáreo González”

Cierto es que en ocasiones, las menos, las compartían con el galán de turno, pero en la mayor parte su preeminencia era absoluta. Lola Flores, una de sus “chicas”, de quien ha comenzado a emitirse en un canal de televisión una serie documental sobre su vida y trayectoria, lo definió como “caballero y conquistador” y, aunque esta opinión no es unánime entre todas sus compañeras, un detalle sí hay que reconocerle al audaz empresario cinematográfico: sus artistas femeninas y, por lo tanto, los personajes que encarnaban, eran mujeres “de carácter”, es decir, unas auténticas adelantadas de eso que hoy se denomina empoderamiento. Lola Flores es un ilustrativo ejemplo, pero es que hay muchas más.

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Lola Flores, Rocío Dúrcal, Marisol o Montiel...divas del productor vigués Cesáreo González

De origen humilde, Cesáreo González había emigrado de joven a Cuba y posteriormente a México. Regresa a Vigo en 1931 y adquiere una agencia de publicidad y la sala de fiestas “Savoy”. Poco después se hace cargo de la representación de Citroën en Galicia y llega a presidir el Real Club Celta de Vigo. En 1940, dueño ya de un hotel y de un negocio de alquiler de automóviles, entra en el mundo del cine por casualidad durante el rodaje en Galicia de la película “El famoso Carballeira”. Al año siguiente, promueve la producción de “¡Polizón a bordo!” y registra la marca comercial Suevia Films, con la que durante casi treinta años llega a producir un total de 145 películas, que exhibieron en 108 países.

El primer fichaje galáctico de artistas femeninas realizado por Suevia fue, sin lugar a dudas, Imperio Argentina, a la que hizo custodiar por Luis Peña y un actor que se convertiría en uno de sus galanes fetiche, Fernando Fernán Gómez. Juntos estrenaron, en 1945, la comedia “Bambú” (que era el personaje interpretado por Imperio) dirigida por José Luis Sáenz de Heredia. En este film, completaba el cuarteto principal una joven promesa llamada Sara Montiel. A sus, en aquella altura, 35 años de edad, la actriz, cantante y bailarina hispano-argentina Magdalena Nile del Río (esos eran los verdaderos nombre y apellidos de Imperio Argentina) se encontraba en pleno apogeo triunfando por todo lo alto a éste y el otro lado del océano.

La mencionada Sara Montiel fue otra de las debilidades del productor. Saritísima acabó por consagrarse mundialmente cuando Hollywood la llamó para rodar “Veracruz” (1954) con Cary Cooper y Burt Lancaster, pero no es menos verdad que, además de impulsarla en los inicios de su carrera, Suevia consolidó su divismo en el cine de habla hispana reservándole papeles dignos de su estrellato con títulos, como estos, que casi lo dicen todo: “Carmen la de Ronda” (1959), “La reina de Chanteclair”(1963)

Otra de las damas latinoamericanas, no en balde apodada “la Doña”, contrada por Cesáreo González, fue la mexicana María Félix, a quien el vigués, seguramente para convencerla, regaló un Cadillac por su boda con Jorge Negrete y, según se cuenta,   también un collar de perlas y esmeraldas de la que María se había encaprichado y por el que, acorde con los rumores, también se había interesado Carmen Polo, esposa de Franco.

Cesáreo González, con la actriz mexicana María Féliz en 1953

De la magnitud de su estrellato, y de la fuerte personalidad de la Doña, da fe que, aunque tuvo la oportunidad de debutar en Hollywood, la rechazó, alegando un compromiso de rodaje que tenía que cumplir, algo que desmintió en sus memorias cuando (no se sabe si indirectamente dirigido a Sara Montiel) esgrimió:

“Nunca me arrepentiré de haberle dicho que no a Hollywood, porque mi carrera en Europa se había orientado hacia el cine de calidad” y que “Los papeles de india los hago en mi país… y, en el extranjero, solo los de reina”

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María Félix protagonizó, para Suevia, “Una mujer cualquiera”(1949) y “Faustina” (1956).

Una artista que también fue muy participativa en las películas producidas por el empresario gallego fue Carmen Sevilla. Debía tenerla en gran consideración porque, ya muy joven, en “¡Gitana tenías que ser!” (1953) la votó como pareja de Pedro Infante, de aquella un mito en vida y, aún hoy, uno de los actores y cantantes más recordados de México.

Las misma edad que Carmen, 23 años, tenía Rocío Durcal en 1967, cuando se estrenó “Amor en el aire”, muy bien arropada por el veterano actor gallego Fernando Rey, aunque su pareja en la ficción resultase ser Palito Ortega.

Por su parte, a Concha Velasco también le echó un cabo cuando, a principios de la década de los 60, no vaciló en apostar por ella para darle los principales papeles del drama “El indulto” (1961) y de la aclamadísima versión del musical “La verbena de la paloma” (1963).

Lola Flores, la niña y Franco

“Morena clara”, “La niña de la ventana”, “La estrella de Sierra Morena”, “¡Ay, pena, penita, pena!”, “La Faraona”, “El balcón de la luna”...son solo algunos de los títulos de películas protagonizadas por Lola Flores para Suevia Films. La Faraona (así rebautizada tras la película) fue seguramente la actriz que mayor agradecimiento mostró a Cesáreo González. Tales eran su amistad y cariño mutuos que, frente a las polémicas generadas por los regalos con los que el productor agasajaba a sus estrellas, entre ellas la propia Lola, se llegó a especular que, entre ambos, había algo más que una relación amistosa y profesional. Pero la Flores salió inmediatamente al paso de las sospechas: “A mí me regaló lo que le dio la gana. ¿Y qué? ¿Pues no le regaló también a Joselito un caballo blanco y no era su novio?”.

Otras, en cambio, no fueron tan defensoras de la caballerosidad de González. Según relata Silvia Cruz en Vanity Fair, María Asquerino lo acusó de “intentar acostarse conmigo, sin rodeos”, y Sara Montiel contó en sus memorias que cuando fue al despacho de Suevia para firmar un contrato, el productor “le metió mano”.

La colección de galácticas de Cesáreo González, de la que formaron parte decenas de actrices más, estaría incompleta si no nombrásemos aquí y ahora el caso de Marisol, antes y después llamada Pepa Flores.

González fue el “profeta” del boom Marisol cuando se seleccionó a aquella dulce niña que tenía 13 años de edad, pero a la que hicieron aparentar menos, para hechizar al personal con “Ha llegado un ángel” (1961).

 Llegados a este punto, no podemos negar que gran parte del poderío cinematográfico de Cesáreo González, falangista de pro, se debió a sus buenas relaciones con los jerarcas del régimen franquista. Pero estas relaciones no lo explican todo, como se demuestra en la proyección y el éxito internacional de sus películas, incluso de la aceptación que tuvieron entre los exiliados. Tal vez se debiese a que, en realidad, aunque ni él mismo lo supiese, era un hombre que sabía mucho de cine...probablemente sabía demasiado.

Póker de galanes y un ruiseñor

Ya en “¡Polizón a bordo!”, la primera película producida por Suevia Films, estrenada en 1941, se contó como protagonistas a dos de los actores del teatro español más populares de aquellos años: Ismael Merlo y Antonio Casal. Ambos, curiosamente, debutaron en el cine en este histórico film dirigido por Florian Rey.

Dos años después, Cesáreo González ficha al que fue el galán por antonomasia del cine ibérico durante las décadas de los 40 y 50, el inconmensurable Alfredo Mayo, para que interprete el papel del teniente Javier Torrealta en “El abanderado”, ambientada en la Guerra de la Independencia que estalló en 1808, pero cuyo gran atractivo es el dramático dilema al que se enfrenta el personaje de Mayo, enamorado de Renata (Isabel de Pomés), hija de un general del ejército napoleónico.

También los principales galanes del cine español e hispanoamericano protagonizaron películas de Suevia Films. Fernando Fernán Gómez fue un habitual, pero González pudo sentirse orgulloso de reunir, entre sus muchachos, al dueto mexicano Negrete-Infante

Pero si hay un actor ligado a la factoría Suevia, sobre todo en la primera etapa de su carrera artística, ese fue Fernando Fernán Gómez, dato evidente si se echa un vistazo al número de películas en las que intervino, y en la mayoría de ellas como protagonista o co-protagonista. Fernán Gómez debutó con Suevia en “Bambú” (1945), aquella película rodada a mayor gloria de la superstar Imperio Argentina. Tres años después regresa a la productora viguesa para completar el triunvirato constituido, además de por él mismo, por Antonio Casal y Jorge Mistral. Palabras mayores, sí, porque estamos hablando de “Botón de ancla” (1948) cuyas principales secuencias se rodaron en la Escuela Naval Militar de Marín. Fernán Gómez participó en más de una decena de películas de la marca Suevia, prácticamente tantas como Lola Flores, y fue, con diferencia, el galán más solicitado, aunque no siempre en el papel de galán, aclaremos. Entre ellas, destacamos aquí, por su peculiaridad, “La otra vida del capitán Contreras”(1955), cinta pionera del audiovisual español de ciencia ficción -eso sí, en clave de comedia-, en la que Fernán Gómez interpreta a un militar perseguido injustamente por la Inquisición y al que, cuando están a punto de capturar, se encuentra con un alquimista que le proporciona una poción con la que permanece en estado de letargo hasta que se despierta en pleno siglo XX, dando lugar a extravagantes situaciones.

Además de los mencionados, otros galanes españoles también fueron contratados por Suevia: desde el Alberto Closas de “Muerte de un ciclista” al Vicente Parra de “La verbena de la paloma”, pasando por el Fernando Rey de “Mare Nostrum!” o el Miguel Ligero que ayudó al propio Fernán Gómez a dar réplica a Lola en “Morena clara”.

La mayoría de las películas producidas por González también eran proyectadas en cines de los países latinoamericanos, así que no es de extrañar que el gallego también buscase actores de carácter, divos masculinos con acento del otro lado del charco. De hecho, consiguió contratar a los dos principales de sus respectivas épocas: el mítico Jorge Negrete y el irresistible Pedro Infante.

En “Teatro Apolo”, Negrete encarna a Miguel Velasco, un joven mexicano que ha venido a liquidar los negocios de su padre, un español residente en México, y aquí conoce a Celia, una humilde corista de la que se enamora.

Pedro Infante falleció en 1955, en pleno apogeo de su trayectoria, tres años después de haber hecho de pareja de Carmen Sevilla en “¡Gitana tenías que ser!”, víctima de un accidente de aviación por el que lloraron México, España y América Latina entera.

De fenómeno singular hay que calificar el caso de Joselito, a quien, al igual que hizo con Lola Flores y quiso hacer con Marisol hasta que emergió Pepa Flores, Cesáreo González desempeñó el rol, más que de productor, de padrino, así en su vida profesional como en la personal. Todo empezó con “El pequeño ruiseñor” cuyo éxito le llevó a “explotar” al chaval en otras dos entregas, “El ruiseñor de las cumbres” (1958) y “Saeta del ruiseñor” (1959), a las que siguieron unas cuantas más, ya con otras productoras; la maravillosa voz y la dulzura angélica del chaval conmovieron a medio mundo, pero él tuvo que pagar su prematuro estrellato cayendo en el infierno de las drogas del que, felizmente, se recuperó...aunque ya bastantes años después de que Cesáreo González hubiese muerto. 

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