En los años de la España opaca, aquella que aún no se había abierto al turismo ni al capital extranjero, una joven Sara Montiel miró donde ninguna otra actriz nacional había osado poner sus ojos antes y vio su nombre grabado en letras de color rojo sanguíneo junto a los más grandes de Hollywood.

Fue en 1954, fecha del estreno de "Veracruz", un "western" crepuscular protagonizado por Gary Cooper y Burt Lancaster. En sus títulos de crédito, en ese bloque mayúsculo que dignifica a sus intérpretes más importantes antes de los que se amontonan en minúsculas, se coló un "Introducing Sarita Montiel".

Hollywood presentaba así a su público a una bella española de 26 años que había llegado a suelo californiano sin saber inglés y previo paso por México, donde protagonizó producciones de éxito en la época dorada del cine de ese país como "Piel canela", "Cárcel de mujeres", junto a Miroslava y Katy Jurado, y "¿Por qué ya no me quieres?", con Agustín Lara.

En "Veracruz", el suyo era el quinto nombre que aparecía en pantalla, por detrás de los de los máximos protagonistas y los de César Romero y Denise Darcel, pero su papel y su beso final con Gary Cooper prendieron fuerte en el imaginario estadounidense y en la dermis del actor, pues mucho se habló después del romance que ambos intérpretes mantuvieron.

No fue el único amor transoceánico de la Montiel. También allí tuvo sus más y sus menos, o eso contó siempre ella, con otros personajes celebérrimos como el actor James Dean, junto al que aparece en la última instantánea en vida del "rebelde sin causa", imagen que los medios reprodujeron para ilustrar su muerte.

Entre medias, otros dos títulos hollywoodienses se sumaron a su filmografía, como "Yuma" (1957), en la que participó Charles Bronson, y la previa "Dos pasiones y un amor" (Serenade, 1956) junto a Joan Fontaine, Vincent Price y Mario Lanza y dirigida por Anthony Mann, que se convertiría en su marido hasta 1963.

"Yo no era novia de nadie, era Sara Montiel desde un principio, y trabajé muchísimo", reivindicó la actriz, que siempre defendió que en EE UU no tuvo padrinos y que en el esplendor de su etapa allí se codeó con Elizabeth Taylor, Billie Holiday y Marlon Brando.

Puede que su carrera estadounidense hubiese ido a más si no hubiese sido porque, de forma paralela, estalló su apogeo en España con "El último cuplé" (1957), un hito en recaudación en taquilla que hizo de ella la actriz en habla hispana mejor pagada en otros filmes como "La violetera" y "Mi último tango" y probablemente la actriz más carismática del cine español.

Su estrella de la fama no brilla en Los Ángeles, sino en la modesta calle de Martín de los Heros de Madrid, enseña que descubrió en un acto público junto a otras figuras del cine español como Pedro Almodóvar, Javier Bardem y Penélope Cruz, a los que con varias décadas de diferencia mostró el itinerario posible hacia la gloria.

Su público sintió una bocanada de aire fresco en sus seductoras canciones, susurradas más que cantadas, a la estela de un puro: "Fumando espero", "Bésame mucho", "La violetera" o "Amado mío".

Desde su debut, en 1944, en "Te quiero para mí", de Ladislao Vajda, junto a Fernando Fernán Gómez, hasta "Veracruz" (1954), la primera americana, Sara Montiel rodó seis largometrajes.

"Bambú" (1945), de José Luis Sáenz de Heredia, con el que repitió en "Mariona Rebull" (1946); "Don Quijote de La Mancha" (1947), de Rafael Gil; "Locura de amor" (1948) y "Pequeñeces" (1949), ambos de Juan de Orduña, y "El capitán Veneno" (1950), de Luis Marquina. Antes de Hollywood, la racial María Antonia marchó en 1950 a México, donde participó en 13 películas.

Después de "El último cuplé", la cinta por la que ya siempre será recordada, se puso a las órdenes de Luis César Amadori en "La violetera" (1958), "Mi último tango" (1960) y "Pecado de amor" (1961); de Tulio Demicheli en "Carmen la de Ronda" (1959) y "La mujer perdida" (1966), y de Alfonso Balczar ("La bella Lola", 1962). Con Rafael Gil trabajó en "La reina del Chantecler" (1963) y "Samba" (1964); con Ladislao Vajda en "La dama de Beirut" (1965); con Luis Marquina y Jorge Grau en "Tuset Street" (1968); con Mario Camus, en "Esa mujer" (1969) y con Juan Antonio Bardem, en "Varietés" (1971). A partir de los setenta se volcó en la música y grabó y actuó en directo ("Bésame mucho", "Sara y... punto", "Saritísima", "Saritízate", "Sara de La Mancha" o "Ven al Paralelo"), en espectáculos muy ovacionados con los que recorrió España y EE UU, donde llegó a actuar en el Hall Lincoln Center de Nueva York. Su último largometraje, "Asaltar los cielos", de José Luis López Linares, en 1996, dio paso a una nueva dimensión de la artista, ya cumplidos los setenta años. Colaboró con Alaska en el tema central del disco de Fangoria "Absolutamente" (2009), y en 2011 regresó al cine tras casi 40 años de ausencia con "Abrázame", rodada en su Mancha natal donde se interpreta a sí misma.