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Galicia deja huella en la Gran Dolina

El paleontólogo ferrolano Emiliano Aguirre fue el pionero de las excavaciones en los yacimientos de Atapuerca y la ourensana María Martinón realizó importantes hallazgos y dirige ahora el centro de investigación. Dos arqueólogos gallegos son un referente en el estudio de las herramientas líticas localizadas en este conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad

Arqueólogos, durante una excavación en los yacimientos de Atapuerca Santi Otero - EFE

Si hacemos una prospección en la historia de los yacimientos de Atapuerca, que acaban de cumplir 20 años como Patrimonio de la Humanidad, nos encontramos con el protagonismo de destacados paleontólogos y arqueólogos gallegos, desde pioneros como Emiliano Aguirre, hasta jóvenes como María Silva. Una ourensana, María Martinón-Torres, es la actual directora del centro de investigaciones del complejo burgalés de Atapuerca, y uno de los codirectores del proyecto desde 1991, José María Bermúdez de Castro, tiene también ascendientes gallegos.

“Veinte años de Patrimonio de la Humanidad, 40 años de excavaciones. Al equipo de Atapuerca, la musa siempre le ha cogido trabajando”, comenta María Martinón, miembro del Equipo de Investigación del yacimiento desde 1998. Esta médica y paleoantropóloga dirige desde hace tres años el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), que se encarga de la custodia “de más de 200.000 piezas originales recuperadas en Atapuerca, y seguimos recibiendo, de forma progresiva, más colecciones para su conservación, restauración y puesta a disposición de la comunidad científica. Tenemos un Área de Conservación y Restauración especializada y varias salas de depósito, entre ellas una cámara acorazada para la custodia de piezas singulares, como pueden ser los fósiles humanos”.

Vista general de excavaciones en los yacimientos de Atapuerca Federico Vélez-EFE

"Acababa de terminar la tesis y fue como una oportunidad excepcional de poner en práctica todo lo aprendido durante años”

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Como especialista en antropología dental, María Martinón recuerda con especial satisfacción el momento en que identificó como humano el diente hallado en 2007 en la Sima del Elefante. “Con 1,2 millones de años –apunta–, es el resto humano más antiguo de toda Europa. Acababa de terminar la tesis y fue como una oportunidad excepcional de poner en práctica todo lo aprendido durante años”.

José María Bermúdez de Castro, uno de los tres codirectores de las excavaciones de Atapuerca junto con Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell, señala que la sierra de Atapuerca “puede tener docenas de yacimientos del Pleistoceno y del Holoceno, que nos hablan de la evolución de la vida en este rincón del planeta entre hace 1,2 millones de años y épocas históricas. Ya se conocen y se excava en muchos de ellos, pero el futuro depara el descubrimientos de más lugares, ahora ocultos a la vista, y no pocos nuevos hallazgos de gran interés”. Entre los próximos retos, Bermúdez de Castro cita el acceso por tercera vez al nivel TD6 del yacimiento de la cueva Gran Dolina y obtener nuevos restos de Homo antecessor. “También queremos dejar las primeras publicaciones del yacimiento de Cueva Fantasma, abierto en 2015 y donde aspiramos a encontrar nuevos restos humanos”.

José María Bermúdez de Castro y María Martinón, en Atapuerca.

El arqueólogo Xosé Pedro Rodríguez lleva más de treinta años trabajando de forma ininterrumpida en todas las campañas que se vienen realizando en Atapuerca. Natural de Viana do Bolo, recuerda su primer contacto con este yacimiento único: “Mi relación con los yacimientos de la Sierra de Atapuerca comenzó en 1989, de la mano de Eudald Carbonell. Ese año participé por primera vez en la campaña de excavación después de solicitarlo al entonces director, Emiliano Aguirre”.

"Estuve excavando en el nivel TD6 del yacimiento de Gran Dolina y por tanto estaba presente el 8 de julio cuando apareció el primer fósil humano en esta capa"

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En los 32 años que lleva trabajando en Atapuerca ha podido excavar en diversos yacimientos y niveles arqueológicos: Galería, Gran Dolina, Trinchera Penal o Cueva del Mirador. Desde 2012 excava y comparte coordinación en Sima del Elefante. Además, está vinculado desde 1991 al proyecto de investigación sobre Atapuerca que dirige Eudald Carbonell. “Una parte importante de mi carrera investigadora está vinculada al estudio de las herramientas líticas localizadas en los yacimientos de Atapuerca. Una parte destacada de mi tesis doctoral estaba dedicada al análisis de las herramientas líticas del yacimiento de Gran Dolina”.

Una de las campañas que más le ha marcado fue la de 1994, “pues estuve excavando en el nivel TD6 del yacimiento de Gran Dolina y por tanto estaba presente el 8 de julio cuando apareció el primer fósil humano en esta capa. Luego este y otros fósiles humanos, en cuya excavación participé, fueron adscritos de la nueva especie Homo antecesor”.

Los arqueólogos Xosé Pedro Rodríguez (izda.) y Arturo de Lombera. // Faro

Xosé Pedro Rodríguez comparte la dirección de las excavaciones de Cova Eirós (Triacastela) con Arturo de Lombera, arqueólogo coruñés que mantiene también una estrecha relación con Atapuerca. De hecho, hace unos meses se doctoró con una tesis doctoral en la que analiza las industrias líticas halladas en la Gran Dolina de Atapuerca y las compara con las que se han encontrado en yacimientos gallegos. De Lombera empezó a excavar en Atapuerca a finales de los años 90 gracias a una beca predoctoral y desde entonces ha realizado allí varios trabajos de investigación, entre ellos el que recoge ahora en su tesis doctoral. “Analizo las industrias líticas localizadas en el nivel TD10 de la Gran Dolina –explica–, que se corresponde con la transición del Paleolítico Inferior al Paleolítico Medio. En Atapuerca también realicé trabajos en la Sima del Elefante”.

Un conjunto de yacimientos único

Cuando llegó allí por primera vez, lo que más le llamó la atención fue la dimensión del yacimiento: “Es un conjunto de yacimientos que involucra a más de 250 personas por campaña; las dimensiones sobrepasan a las de cualquier otro yacimiento”. Señala Arturo de Lombera que Atapuerca es “un conjunto de yacimientos único, pues en cien metros tienes representada toda la prehistoria europea desde las primeras ocupaciones de hace más de un millón de años. Y todavía queda mucho por excavar, lo que permitirá conocer con gran detalle la forma de vida del homo antecesor”.

Pilar Fernández Colón, en una de las excavaciones Cedida

“De Atapuerca me sorprendió todo”

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La ferrolana Pilar Fernández Colón es la responsable del Laboratorio de Conservación y Restauración del CENIEH, y miembro del Equipo de Investigación de Atapuerca desde 2005. “De Atapuerca me sorprendió todo”, señala al recordar sus primeros trabajos en la zona. “Aun teniendo experiencia previa en otros yacimientos nacionales e internacionales –añade–, la llegada a Atapuerca me abrumó. Recuerdo la emoción que sentí al pisar por primera vez la Trinchera del Ferrocarril como parte de un equipo multidisciplinar de reconocida categoría científica, y por trabajar en la conservación de un patrimonio cultural clave para el estudio de la evolución humana”.

El objetivo de su trabajo como conservadora-restauradora, tanto en las excavaciones como en el laboratorio y en las salas de colecciones del CENIEH, es “preservar para las generaciones futuras de investigadores, y de público en general, el legado cultural y científico de este excepcional enclave”.

Galicia deja huella en la Gran Dolina

"Lo que más me impresionó fue conocer que estos yacimientos conservan restos desde los primeros homínidos que llegaron a Europa hasta los Neandertales, en un estado de conservación increíble”

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María Silva, natural de Amil, Moraña, es investigadora predoctoral del Laboratorio de Paleoneurología del CENIEH. “Es un campo principalmente experimental. Investigamos cómo la gente percibe y manipula las primeras herramientas de piedra, cómo la morfología de la herramienta influye en la forma de manipularla, y su relación con las capacidades sensoriales y mentales, para conocer así los primeros pasos de la interacción entre cerebro, cuerpo y herramienta”.

La primera vez que María Silva pisó Atapuerca fue como visitante durante su etapa universitaria, “y ya en aquel momento quedé impactada por lo que representaba, hasta el punto de querer dedicarme al estudio de la evolución humana. Creo que lo que más me impresionó fue conocer que estos yacimientos conservan restos desde hace más de un millón de años hasta hace 50.000, desde los primeros homínidos que llegaron a Europa hasta los Neandertales, en un estado de conservación increíble”.

José María Bermúdez de Castro y María Martinón, en Atapuerca. Cedida

Emiliano Aguirre, El padre de las actuales prospecciones

El paleontólogo gallego Emiliano Aguirre Enríquez (Ferrol, 1925) fue el impulsor en 1976 del estudio de los yacimientos de la sierra de Atapuerca, y dirigió las excavaciones desde 1978 hasta su jubilación en 1990. “En 1976, cuando presenté la idea para las excavaciones, había que pedir dinero para un trienio –recordaba hace unos años–. Yo ya dije entonces que con un trienio no había ni para empezar porque había trabajo para decenas de años. Llevamos tres décadas y estamos empezando”. En la imagen, Emiliano Aguirre en Atapuerca en una foto del archivo particular de José Mª Bermúdez de Castro.

María Martinón-Torres - Directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana

La paleoantropóloga ourensana María Martinón Europa Press

“Atapuerca es una universidad al aire libre”

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La paleoantropóloga y médica ourensana María Martinón-Torres tiene el privilegio de haber identificado en Atapuerca un diente del primer humano de Europa occidental, con 1.2 millones de años de antigüedad, y también el del primer humano fuera de África, el hallado en Dmanisi (Georgia), con nada menos que 1,8 millones de años. Desde hace tres años dirige el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), con sede en Burgos. 

–¿Cómo y cuándo empezó a trabajar en Atapuerca?

–Mi primera excavación fue en el año 1998, gracias a la invitación de José María Bermúdez de Castro, a quien conocí por una visita que hizo a la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela. Entonces yo ya sabía que quería hacer paleoantropología pero no sabía cómo. Acaba la carrera de Medicina y tenía que dar el siguiente paso. José María me abrió esa puerta. Me dijo que a la gente se le conocía, de verdad, en el campo, y me invitó a excavar. Después me invitó a hacer la tesis doctoral con él. Ha sido mi maestro, mi colega y, ahora, también mi amigo

–¿Qué fue lo que más le sorprendió del yacimiento en un primer momento?

–Envidio al que va a Atapuerca por primera vez, el que se presenta con todos los sentidos, aún vírgenes, a esa explosión de información y de emociones que te ofrece este lugar. La congregación de tantas personas, tan diversas, con especialidades tan distintas: arqueología, geología, paleontología, que te enseñaban a ver el mismo lugar con ojos distintos. Una universidad al aire libre. Recuerdo que me llamaron muchísimo la atención los geólogos, que se pasaban horas mirando a la pared. Eran capaces de leer el paso del tiempo en el sedimento y las rocas. La magia de la ciencia.

Sobre todo, Atapuerca ha traído orgullo y satisfacción a nuestro país; es el ejemplo de que en España podemos y debemos hacer ciencia de primera categoría

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–¿Por qué es tan importante el yacimiento de Atapuerca?

–Por una parte, por la riqueza de los registros fósiles y arqueológicos que se encuentran en sus muchos yacimientos y que permiten reconstruir la historia de nuestros orígenes desde que llegaron los primeros humanos a Europa, hace 1,2 millones de años, hasta la actualidad. No hay ningún periodo para el que no se hayan encontrado fósiles o herramientas. Es una fotografía familiar completa en la que no falta nadie. El otro aspecto es el proyecto de investigación, docencia y divulgación que sustenta Atapuerca. Atapuerca es mucho más que un yacimiento. Ha puesto en pie un modelo internacional de excelencia que cubre todos los pasos de la cadena de conocimiento: su generación a través de la investigación, su transmisión a través de la divulgación y su perpetuación a través de la formación y la docencia. Atapuerca ha puesto en pie museos, centros de investigación y programas de máster y doctorado en varias universidades de España y del mundo. Y sobre todo, Atapuerca ha traído orgullo y satisfacción a nuestro país, es el recuerdo fundamental de que en España podemos y debemos hacer ciencia de primera categoría a nivel internacional. Eso sí, hace falta que el apoyo institucional, político y presupuestario vaya parejo al nivel de talento que tenemos aquí.

–¿Cuáles son los próximos retos de esas excavaciones?

–Hay muchos frentes abiertos. Afortunadamente, Atapuerca es inagotable y el equipo que la investiga, también. Esta última campaña, a pesar de las dificultades que supuso excavar en el contexto COVID se abrieron nuevos yacimientos, como Estatuas Exterior y se descubrieron herramientas en un periodo para el que hasta ahora no se había encontrado registro, como el nivel de TD8 de la Gran Dolina, con 500-600.000 años de antigüedad. Quizá el reto más inmediato sea volver a la excavación en condiciones de plena normalidad el próximo año.

“El yacimiento es el lugar donde se recuperan los ingredientes; en nuestro centro los ‘cocinamos’ y el Museo de la Evolución los emplata”

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–Ahora dirige el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana de Burgos. ¿Qué tipo de vinculación mantiene el centro con Atapuerca?

–El yacimiento es el lugar donde se recuperan los ingredientes, la materia prima. El CENIEH es la cocina, allí donde analizamos y trabajamos con todos esos materiales, donde “cocinamos” la historia atrapada en esos ingredientes. Esa historia se servirá después emplatada en el Museo de la Evolución Humana. Es importante que la gente comprenda todo el trabajo científico que hay detrás de poder contar por qué sabemos a qué especie pertenece un hueso, a qué edad se murió un individuo, cuál es la antigüedad de una herramienta o para qué se utilizó. A eso nos dedicamos en el CENIEH.

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