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Gallegos a la vanguardia

“La ciencia no es cuestión de fe, equivocarse es parte del proceso”

El vigués Josué Ballesteros Álvarez investiga cómo frenar el deterioro cognitivo en el Buck Institute for Research on Aging de California

Josué Ballesteros, ante un mítico Golden Gate envuelto en la niebla, en la Bahía de San Francisco.

Hay quien ya ha puesto fecha a la inmortalidad. Y no está muy lejana. Será posible en 2045. ¿Ciencia ficción?, ¿optimismo exacerbado? o ¿simple charlatanería? Lo que sí está claro para la ciencia es que por esas mismas fechas las personas mayores de 65 años se duplicarán en el mundo y en nuestro país supondrán un tercio de toda la población. Así que el objetivo por el que se esfuerzan cada día investigadores como Josué Ballesteros (Vigo, 1987) no es el de alcanzar la eternidad, sino frenar el envejecimiento y la aparición de enfermedades neurodegenerativas.

Josué Ballesteros, ante un mítico Golden Gate envuelto en la niebla, en la Bahía de San Francisco. FdV

“La esperanza de vida hoy es radicalmente mayor que en el pasado. Y aumentará. Pero de nada sirve vivir cien años si debes pasar los últimos treinta necesitando cuidados continuos y sufriendo terribles dolencias como el Alzhéimer o el Parkinson. La cuestión es que la salud se incremente de forma paralela”, plantea este investigador del Buck Institute for Research on Aging, el primer centro en el mundo que abrió sus puertas hace dos décadas para dedicarse al envejecimiento de forma exclusiva.

Josué, doctor en Bioquímica y Biología Molecular, se incorporó hace dos años al laboratorio de Julie Andersen, tras desarrollar la primera parte de su carrera científica en las universidades de Bolonia e Islandia, para estudiar los mecanismos que regulan la autofagia y su implicación en el deterioro cognitivo. “Se le llama la espada de doble filo porque esta capacidad de reciclaje permite a las células eliminar componentes disfuncionales, pero también ayuda a que los tumores sobrevivan. Es un tema apasionante”, reconoce. 

El científico vigués desarrolla desde hace más de un año un experimento con ratones transgénicos que sufren trastornos neurodegenerativos para determinar hasta qué punto una molécula presente en las granadas y otros frutos rojos puede estimular la autofagia y ayudar a que el organismo elimine ciertas acumulaciones de proteínas asociadas al Alzhéimer y el Parkinson.

“Nuestra microbiota transforma ese compuesto natural en Urolitina A, que tiene un gran potencial antienvejecimiento. Y yo estudio si también es capaz de inducir y modular la autofagia para eliminar esas acumulaciones y proteger las neuronas. Estoy aprendiendo mucho y hemos visto que sí la estimula y que también reactiva el comportamiento exploratorio de los ratones”, avanza sobre sus primeros resultados.

Sus estudios tratan de arrojar luz sobre las numerosas incógnitas que todavía rodean a las enfermedades neurodegenerativas, por ejemplo, si esos acúmulos de proteínas son causa o efecto: “En el ámbito del envejecimiento queda margen para descubrir muchas cosas y lograr que sea más lento”.

Por eso, Josué subraya la importancia que estos avances supondrían para una población como la nuestra. “Vivir de forma sana supone un beneficio general para toda la sociedad. Y Galicia es una comunidad muy envejecida, con lo que eso supone en gasto sanitario y social. Estos estudios son fundamentales”, defiende.

"De nada sirve vivir cien años si debes pasar los últimos con terribles dolencias como el Alzhéimer. La cuestión es que la salud se incremente de forma paralela "

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El investigador vigués pudo mantener sus experimentos con ratones durante el confinamiento. “Ya estaban muy avanzados y fui uno de los pocos que pudieron seguir acudiendo al instituto. El trabajo era casi la única cosa que podía hacer porque en cuanto a viajar y estar con los amigos éste ha sido un año perdido. Lo que más pena me da es no poder estar con ellos y con mis padres. Amo Galicia y la echo de menos cada día”, reconoce Josué, que confía en poder reunirse con su familia estas navidades.

De lo vivido estos duros meses también se queda con aspectos positivos: “Resulta bastante increíble la capacidad de adaptación que tenemos. Porque lo que ha ocurrido ha superado las expectativas de cualquiera. Cuando veíamos las restricciones en China no creíamos que los españoles fuésemos capaces de confinarnos, pero al final lo hicimos igualmente”. 

“Y una de las mejores cosas que han pasado este año es que aquellos que todavía no lo hacían han empezado a valorar la ciencia. Hay científicos que buscamos mejorar las condiciones de la sociedad. Y espero que también se hayan dado cuenta de la importancia de contar con un sistema sanitario fuerte y accesible para todos. La ciencia nos soluciona problemas pero la gente debe conocer lo que hacemos para querer protegerla”, destaca. 

Con lo que no está de acuerdo, sin embargo, es con el lema Follow the science –Seguir la ciencia– acuñado por Biden en su carrera por la Casa Blanca: “A la ciencia no hay que seguirla, no es una cuestión de fe. Y equivocarse es parte del proceso. Los expertos fallan y no pasa nada. Las cosas nunca son tan fáciles y no obtener el resultado esperado puede indicar otra cosa”.

"Espero que la gente se haya dado cuenta de la importancia de la ciencia y de contar con un sistema sanitario fuerte y accesible para todos"

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Igual de rotundo se expresa sobre las posibles intereses económicos y políticos en torno a la vacuna contra la Covid-19 o cualquier otra enfermedad. “Seguramente existan intereses, pero no una conspiración global. El Instituto Buck es una institución sin ánimo de lucro y todo lo que hacemos revierte en la sociedad. Mucha gente trabaja en buscar soluciones sin un interés económico”, defiende.

Josué vive en Novato, al norte de San Francisco, y se siente muy a gusto en un área que es una referencia en todo el mundo y con una gran presencia de hispanohablantes: “Es un ambiente muy interesante y tienes la sensación de que todo es posible y de que si tienes una idea encontrarás apoyo económico para crear tu empresa. La interacción entre inversores, biólogos y médicos es muy grande. Aquí hay mucho interés por el tema del envejecimiento y muchas empresas como Google y Facebook han abierto laboratorios de biotecnología. Es un clima científico y emprendedor muy abundante e interesante”.  

TRAYECTORIA: DE LA PASIÓN POR LOS DINOSAURIOS A OBSERVAR LA VIDA A TRAVÉS DEL MICROSCOPIO

“Siempre me gustó la biología. De pequeño tenía obsesión por los dinosaurios, pero después me fueron interesando cosas cada vez más pequeñas”, relata Josué sobre su temprana vocación. Estudio Bioquímica en Salamanca y en el departamento de Patología Experimental de la Universidad de Bolonia vivió su “primera experiencia de investigación pura y dura” analizando la relación del ADN mitocondrial y el envejecimiento. “Allí me di cuenta de que quería dedicarme a esto. Ya lo sospechaba pero lo confirmé”, recuerda. Sin embargo, la falta de financiación y de oportunidades se interpuso en su camino. Acabó marchándose a Islandia con un amigo para buscarse la vida. “Trabajé en un restaurante de comida rápida y después de recepcionista. Casi me olvido de la ciencia”, reconoce. Afortunadamente, la ocasión ansiada llegó y pudo comenzar sus estudios de doctorado en la Universidad de Islandia sobre la interacción entre los factores de transcripción –las proteínas que activan o desactivan los genes– en el melanoma. Y también su papel en la modulación de la autofagia. 


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