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Reivindicación de la mujer artista

Con Lavinia Fontana y Sofonisba Anguissola se inician en el Museo del Prado una serie de exposiciones con la mujer como protagonista

Lavinia Fontana. Marte y Venus

Una reivindicación feminista de las Guerrilla girls que recorrió hace unos años los museos de todo el mundo rezaba en su poster promocional: "¿Tienen las mujeres que desnudarse para entrar en los museos?". La denuncia se refería a que menos de un 5 por ciento de los artistas cuyas obras se pueden ver en los museos son mujeres y que el 85 por ciento de los cuadros en los que aparecen mujeres son de desnudos.

Ciertamente, a lo largo de la historia del arte han sido muy pocas las mujeres de las que se conoce obra pictórica, por distintas razones, pero da la circunstancia de que muchas obras firmadas por pintores en realidad fueron obras de mujeres cuya autoría se ha silenciado u ocultado por diversos motivos. Una de estas mujeres anónimas fue Sofonisba Anguissola, italiana de origen, durante cuya estancia en España nunca firmó sus cuadros por no ser retratista oficial o por considerar las altas estancias para las que trabajaba que no era conveniente que una mujer figurase como artista. El Museo del Prado rescata ahora la obra de esta pintora junto a la de Lavinia Fontana, otra mujer que también dejó una obra a la altura de los grandes pintores de su tiempo.

Sofonisbia y Lavinia procedían de Cremona y Bolonia respectivamente y vivieron en una época, el siglo XVI, en la que era difícil romper con los prejuicios y los estereotipos que la sociedad asignaba a la mujer en el mundo del arte. Sin embargo una y otra, con el apoyo fundamental de sus familias, consiguieron que su obra fuese ampliamente reconocida.

Dos mujeres, dos artistas

De origen aristócrata, Sofonisba Anguissola (1535-1625) encontró en el apoyo de sus padres un aliciente para triunfar en una carrera entonces únicamente reservada a los hombres. Además de dibujo y pintura, recibió educación en música, danza y literatura. Ella abrió el camino para que otras mujeres se dedicasen a la pintura y a otras artes prácticamente vedadas a la mujer. Fundamentalmente su obra se centró en el retrato, un género que dominaba gracias a las prácticas con sus familiares y a los numerosos autorretratos, que su padre utilizaba como cartas de presentación con las que contribuía a propagar su fama de mujer culta y de artista. Sus retratos de personajes ilustres corroboran el interés de la alta sociedad de su tiempo por su trabajo. Pasó 13 años en España en la Corte de Felipe II (Cremona era entonces un dominio español) como dama de compañía de Isabel de Vallois, donde retrató a casi todos los miembros de la familia real sin firmar ninguno de estos cuadros. En aquellos años la figura con más prestigio en la Corte era el pintor Alonso Sánchez Coello, y se especula con que algunas de sus obras fueran realizadas en realidad por Sofonisba Anguissola. Otras obras de la artista fueron atribuidas durante muchos años a Tiziano o Veronés. Aunque escasa, también hizo pintura religiosa en obras de pequeño formato pensadas para ámbitos privados. El pintor Antonio van Dyck la visitó unos meses antes de morir y la retrató como una anciana ciega en un cuadro que se puede ver en esta exposición.

Hija de Próspero Fontana, un pintor de cierto prestigio en Bolonia, Lavinia Fontana (1552-1614) encontró en su padre el apoyo fundamental a su carrera de artista, que terminó convirtiendo en la profesión de la que vivía: fue la primera mujer que abrió un taller propio. Aunque también retratista, su obra cubrió géneros como la pintura religiosa, las escenas mitológicas y el desnudo femenino. Los retratos de Lavinia abarcaban un amplio espectro de tipos de la sociedad en la que vivía: artistas, médicos, clérigos, letrados? a los que pintaba en sus despachos o en sus actividades habituales. Su especialidad eran las damas, a las que retrataba accediendo a sus pretensiones de lujo y sofisticación, adornadas de joyas, encajes y vestidos (uno de esos vestidos de tela se muestra también en esta exposición). "Retrato de familia" y "Dama con cuatro jóvenes" son dos de los retratos más apreciados de su obra. Su pintura religiosa abarca obras de pequeño formato junto a grandes lienzos para altares. Fue la primera mujer que realizó composiciones mitológicas, en las que practicó con frecuencia el desnudo femenino, vedado entonces a las mujeres artistas, a los que dota de una gran sensualidad. Esta exposición se inicia con su "Minerva desnuda" de 1604-5 y casi se cierra con una versión de este mismo cuadro pintada en 1613.

El último espacio de la exposición está ocupado por "Habitando ausencias", una instalación de María Gimeno que reivindica a las creadoras que han sido silenciadas o censuradas a lo largo de la Historia del Arte.

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