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Los "niños" de San Simón vuelven a la isla

Cinco gallegos recuerdan el internado que a mediados del siglo XX acogió y formó a huérfanos de marineros y a niños de familias con escasos recursos

Un grupo de niños del orfanato en 1955, entre ellos Manolo Paz (en el centro en primer plano) y Enrique del Río (primero por la derecha en la fila del medio).

Más de 300 niños pasaron entre los años 1955 y 1963 por el Hogar "Méndez Núñez", un orfanato para hijos de marineros ubicado en la isla de San Simón, en el interior de la ría de Vigo. Es uno de los episodios menos conocidos de la siempre sorprendente historia de la isla, que en distintas épocas fue también lugar sagrado, lazareto o presidio. Un documental dirigido por Noelia López Arosa, "Os nenos da Illa", rescata del olvido una historia cargada de vivencias y emociones que rememoran para FARO algunos de sus protagonistas.

Es llegar de nuevo a la isla y brotan infinidad de recuerdos. Duchas de agua fría o baño en el mar tras una tabla de gimnasia. Desayunos con cascarilla. Formación en fila a golpe de silbato. Clases de primaria o en el taller de carpintería. Tareas de limpieza en el "paseo dos buxos". "Queso de lata" americano en las meriendas. Partidos de fútbol en los que la ley de la botella - el que la tira va a por ella- incluía un bote de remos para recoger la pelota. Cine o baile en Redondela los fines de semana, a veces con regreso a nado a la isla desde A Punta, con la ropa en una bolsa. Cuatro cerdos, dos ovejas y un pastor alemán que les imponía respeto?

Manuel Paz Trelles y Enrique del Río Rodríguez, ambos de Moaña, fueron dos de los primeros niños que llegaron al orfanato de San Simón. Los dos eran huérfanos de marinero. "Llegamos a la isla el 1 de marzo de 1955 y en total éramos 14 chavales", recuerda Manolo, que había perdido a su padre cuatro años antes en el naufragio del pesquero en que faenaba frente a la costa de Portugal. Eran años muy duros en la mar. Sólo en 1950, en Galicia quedaron huérfanos 200 hijos de marineros.

Enrique, que tenía 12 años cuando llegó, confiesa que está "enamorado de esta isla; si me dejaran venir a vivir aquí, terminaba mi vida en San Simón". Y es que allí estudió y pasó una adolescencia feliz, no exenta de anécdotas: "Al poco tiempo de estar allí, alguien dijo que en la isla pequeña, la de San Antón -a la que no nos dejaban pasar-, había 'osos'. Imagínate mi sorpresa. Unos animales peligrosos aquí al lado? hasta que me aclararon que se trataba de 'huesos'. Y es que, aunque hablaba gallego, no había escuchado antes esa expresión".

Durante su estancia en San Simón nunca les hablaron de la historia más negra de la isla, cuando durante la guerra civil se habilitó como campo de concentración para presos republicanos. Pero algo intuían los niños, y de hecho Enrique del Río recuerda haber visto "nombres escritos en rojo en las paredes de un edificio, e incluso llevé a mis familiares una lista con algunos que podrían ser de Moaña". Enrique era entonces bastante travieso. "En una noche de San Juan -recuerda- pasamos a la isla pequeña y allí cogimos unas colchonetas que estaban bajo llave y las quemamos en la hoguera. El responsable del Hogar tuvo ira a Pontevedra a dar explicaciones".

Manolo Paz insinúa que fue también Enrique el que hizo volcar la chalana en la que estaba llegando a la isla el capellán, don Celestino, un cura de gran corpulencia que acabó en el agua ante el regocijo de los chavales. Manolo estuvo durante cinco años en la isla. Después de hacer el servicio militar y vivir mil y una aventuras por medio mundo en el "Juan Sebastián Elcano", trabajó en Redondela "en la fábrica de Regojo, más adelante veinte años en Ascón y por último cuatro años en una fábrica química de Barcelona". Enrique, por su parte, trabajó en Vigo como electricista y después en los astilleros Ascón y Vulcano.

Estos huérfanos de Moaña recuerdan a los profesores don Ángel Arines y don Luis Sieiro, "y también a Lalo Vázquez Gil, que venía una vez a la semana y nos daba Formación Política y gimnasia". El primer director del Hogar "Méndez Núñez" fue el teniente de navío Juan Vidal Gómez, al que sustituyó en 1956 Ángel Arines. Además de cursar los estudios de Primaria, los niños de San Simón participaban en el taller de carpintería. "En teoría había también otro de mecánica, pero en aquellos años no había profesor", apunta José Senín, natural de Cuntis, y que fue a parar a San Simón cuando tenía 10 años aunque él no era huérfano de marinero. Y es que no todos los internos que llegaron después al Hogar tenían relación con el mar ni eran huérfanos. El padre de José Senín era zapatero y cuando le comentó a su hijo la posibilidad de ir a estudiar a la isla, "lo primero que hice fue preguntar dónde quedaba Redondela". Como otros de los "niños" de San Simón, José vive ahora en la Villa de los Viaductos, "donde conocí a mi mujer".

También vive en Redondela desde hace más de 40 años Hipólito Varela, natural de Meaño, que estuvo en el Hogar cuando contaba 13 y 14 años. De su estancia en la isla recuerda las tareas de limpieza en las que participaban los más de 60 chavales allí estaban internos. "Tengo muy buenos recuerdos de aquellos años; fueron de los más felices de mi vida", comenta Hipólito, que después trabajó "como albañil, estuve embarcado y más tarde en la carretera como camionero".

Manuel Cadilla Mauri nació en A Guarda y llegó a San Simón en 1957. Tenía entonces 14 años y era hijo de "un marinero que había quedado inútil para el trabajo en el mar". Antes había estado interno en el centro "Fray Rosendo Salvado", de Tui, donde había 250 chavales, "por lo que ya tenía experiencia como interno". Tras marchar al servicio militar en 1960, dos años más tarde empezó a trabajar como guardia en la propia isla de San Simón. Posteriormente trabajó como marinero "durante 35 años por el mundo adelante". Ahora vive en Redondela y recuerda con agrado unos años en los que hizo muy buenos amigos y recibió "una buena enseñanza". Eso sí, nunca llegaron a cursarse allí los estudios náuticos que se anunciaban cuando se abrió el Hogar.

Además de los estudios y las tareas de limpieza, los chavales tenían tiempo para nadar o jugar al fútbol. Manolo Paz llegó a jugar en el Choco, primero en juveniles y después en la Serie B, donde se proclamaron campeones. La natación le sirvió a Manuel Cadilla para regresar a la isla más de una vez después de una jornada de diversión: "Los fines de semana salíamos al cine o al baile y teníamos que estar aquí a las diez y media de la noche; más de cuatro veces vine a nada desde A Punta después de perder la lancha". José Senín recuerda que sacaban unas pesetas "con las almejas que recogíamos aquí en la isla y nos daba para ir al cine 'Coca' o al 'Fantasio' en Redondela".

La idea de realizar un documental sobre la historia del orfanato de San Simón partió del Obradoiro de Estudos Locais "Fernando Monroy" de Cesantes. Como señala Noelia López Arosa, "cuando la gente escucha la palabra orfanato, a menudo lo asocian a algo negativo. Sin embargo, tras hablar con los ex alumnos, te das cuenta de que para ellos fue una experiencia única de la que guardan muy buenos recuerdos. En una época de muchas penurias, estos chicos pudieron formarse y vivir en unas condiciones (con tres comidas al día, baños con duchas, atención médica, sala de juegos...) que eran inalcanzables para la mayoría de las familias de la época".

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